A propósito de la alegría, cabe recordar ese gran poemario de Sonia Betancort que es La sonrisa de Audrey Hepburn… Sí, la opción por la alegría es fundamental en este mundo terrorífico que hemos construido. La alegría que no ignora la tragedia sino que la asume, “callada e inteligente”; la que se libra por fin “del lastre de la felicidad”.[1] Uno recuerda siempre aquellos dos versos de Rilke: ¿Quién habla de victorias?/ Sobreponerse es todo, pero no un überstehen a cualquier precio, de cualquier manera: un sobreponerse que cuide la alegría. Y retengo también el valor de la sonrisa “pendiente de partir en dos/ la fresa de las meditaciones”.[2] Bajo un tenue disfraz de frivolidad, la poeta ha construido un breviario de vida, un libro sabio: “No he sido inocente, y sin embargo/ nunca he podido amar nada alejado de la inocencia”.[3] Audrey Hepburn hermanada con Lao Zi.
[1] Sonia Betancort, La sonrisa de Audrey Hepburn, Vaso Roto, Madrid 2015, p. 86.
[2] Betancort, La sonrisa de Audrey Hepburn, p. 77.
[3] La sonrisa de Audrey Hepburn, p. 63.