“Decididamente, sí: Gaia forma parte del cosmograma que necesitamos”. Hábitat y Sociedad 16, noviembre de 2023, Universidad de Sevilla, p. 167-190.
Resumen: Un reciente artículo del profesor Luis Arenas se preguntaba si, para la inflexión civilizatoria que necesitamos, Gaia debería formar parte del nuevo cosmograma (o concepción del mundo) que ha de ir esbozándose. El diálogo con ese texto permite revisar la Teoría Gaia, la concepción simbiogenética de Lynn Margulis y otros avances recientes en ciencia. Se argumenta que el cuestionamiento (conveniente) del antropocentrismo no implica ignorar ni menoscabar la singularidad humana. Y se termina defendiendo que sí, Gaia debe formar parte del nuevo cosmograma que necesitamos.
https://institucional.us.es/revistas/habitat/16/HyS_N16_2023_08.pdf
Comentaba Carlos de Castro (comunicación personal, 26 de noviembre de 2023):
«Apunto las dos metáforas de la Gaia orgánica que creo que sí reencantan el mundo: Dios juega a los dados, pero con dados cargados de cooperación. Somos (dignas y maravillosas) células de Gaia.
A Einstein ya sabéis que no le gustaba la mecánica cuántica y su incertidumbre y en una carta a Born le escribió que ‘Dios no juega a los dados’. Tiempo después Hawking replicó pesimista: ‘Dios no sólo juega a los dados, sino que a veces los tira donde no los podemos ver’ (se refería a los agujeros negros, aunque el teorema de Gödel ya hablaba de nuestra miopía). A partir de Prigogine, Meadows y Margulis que cita Jorge, podemos llegar a cuadrar la observación contradictoria de que si Dios juega a los dados, ¿cómo es que de ellos surgen estructuras evolutivas tan maravillosas y complejas, además de forma acelerada? La idea es que la complejidad permite lanzar (o cargar) más dados, con lo que va aumentando la probabilidad de ver, y que la forma de aumentar la complejidad es a través de lo que interpretamos como relaciones cooperativas (y no competitivas). Esto abre las puertas de par en par a las habitaciones de la vida, del amor, de la estética, de la cognición… que habían estado cerradas desde Newton y candadas desde Boltzmann (mientras Schrödinger seguía extrañándose al preguntarse por la vida).»