¡antidio!

Y de golpe Antidio: Antidio Cabal.[1] Insólita cerebración, exposición de lo incompleto necesario, atención extrema a la verruga y al delfín. ¡Qué sacudida! ¿Cuántos Antidios y Antidias quedarán por descubrir? ¿Tendrá uno tiempo vital para ello?

¿Cómo, a la vez, tanta imprevisibilidad y tanta necesidad? Gritar ¡antidio! como un conjuro infalible.

Antidio que descubrió al gran Sócrates y se volvió presocrático. (El padre de Antidio Cabal se llamaba Antidio Cabal, ¿era también presocrático?)

Campo nublo se compone de 813 textos –llamémoslos poemas en prosa, de acuerdo. ¿Por qué estamos seguros de que no podrían ser ni uno más, ni uno menos?

Antidio es un psicotrópico. (¿Sería la antidina sintetizable como principio activo?)

Qué bien se está cuando se empieza a no estar. Antidio nos espera, a la postre, en su campo soleado.

¡Cuánto Heráclito en Antidio –y viceversa!

Qué no daría uno por escuchar las conversaciones nocturnas entre Antidio Cabal y Antonio Gamoneda, en aquel encuentro “La Laguna en poesía”, en 2004.

Ojalá encontrar el ejemplar de Wittgenstein del libro de Antidio, con los subrayados y las notas de lectura del autor del Tractatus.

Imaginamos a Antidio Cabal y María Zambrano haciendo el amor.

Nubes que se desplazan como un pueblo en exilio. Un viento que despeina las certidumbres, que flamea contra lo inexorable.

La negación de la negación no es una desnegación (Antidio no se cansó de repetirlo).

Da de comer esas líneas a las gaviotas que planean en la noche, acechando algo de pescado al amparo de las luces del buque, o sométete.

 

[1] Antidio Cabal, Campo nublo (edición de Antonio Jiménez Paz), Biblioteca Atlántica de la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 2017. Antonio Jiménez Paz y Ricardo Hernández Bravo me regalaron en La Palma este libro inconmensurable.