ECOLOGÍA OSCURA de Kingsnorth: aquí puedes leer el ensayo completo
» (…) Si piensas que puedes sacarnos de la trampa del progreso con nuevas ideas o nuevas tecnologías estás perdiendo el tiempo. Si piensas que la conducta habitual de “convencimiento” va a funcionar hoy donde no funcionó ayer, estás perdiendo el tiempo. Si piensas que la máquina puede ser reformada, domesticada o dominada, estás perdiendo el tiempo. Si se te ocurre un gran plan para un mundo mejor basado en la ciencia y el argumento racional, estás perdiendo el tiempo. Si tratas de vivir en el pasado, estás perdiendo el tiempo. Si idealizas cazar y recolectar o envías bombas a los dueños de tiendas informáticas, estás perdiendo el tiempo.
Por eso me pregunto: en este momento de la historia, ¿qué no sería una pérdida de tiempo? Y llego a cinco posibles respuestas:
Una: Retirarse. Si haces esto, mucha gente te llamará “derrotista” o “fatalista”, o asegurará que estás “quemado”. Te dirán que tienes la obligación de trabajar por la justicia climática o la paz mundial o el fin de todo lo que está mal, y que “luchar” es siempre mejor que “renunciar”. Ignóralos, y participa de una tradición muy antigua y práctica: abandonar la pelea. Retírate, no de manera cínica, sino con sentido crítico. Retírate para poder sentarte en silencio y sentir, intuir, entender qué es lo correcto para ti y qué es lo que la naturaleza podría necesitar de ti. Retírate porque negarse a seguir contribuyendo al avance de la máquina –a dar otra vuelta de tuerca– es una posición profundamente moral. Retírate porque la acción no es siempre más efectiva que la inacción. Retírate para examinar tu visión del mundo: la cosmología, el paradigma, las suposiciones, el sentido de la marcha. Todo cambio verdadero empieza con una retirada.
Dos: Preservar la vida no humana. Los revisionistas continuarán diciéndonos que ya no queda nada en estado salvaje, que la naturaleza es para las personas y que el progreso es Dios, y seguirán estando equivocados. Todavía queda bastante diversidad natural pero puede desaparecer en poco tiempo. El imperio humano es la mayor amenaza a lo que queda de vida sobre la tierra, y tú eres parte de él. ¿Qué puedes hacer –hacer realmente, a nivel práctico– al respecto? A lo mejor puedes comprar un pedazo de tierra y devolverla a su estado silvestre; a lo mejor puedes dejar crecer tu jardín a su antojo; a lo mejor puedes trabajar para un grupo de conservación o establecer uno tú mismo; a lo mejor puedes poner tu cuerpo delante de una excavadora; a lo mejor puedes emplear tus habilidades para evitar la destrucción de otro lugar en estado natural. ¿Cómo puedes crear o proteger un espacio para que la naturaleza no humana respire mejor?; ¿cómo puedes dar a algo que no seamos nosotros la oportunidad de sobrevivir a nuestros apetitos?
Tres: Ensuciarse las manos. Préndete en algo: algún trabajo práctico, algún lugar, alguna manera de hacer. Agarra tu guadaña o cualquier cosa parecida que tengas, sal fuera y realiza un trabajo físico al aire libre rodeado de cosas que no puedes controlar. Olvídate de tu ordenador portátil y deshazte de tu teléfono inteligente si tienes uno. Afiánzate en las cosas y los lugares, aprende o practica habilidades convivenciales a escala humana. Solo haciéndolo, más que hablando de ello, es como se aprende a distinguir lo real de lo que no lo es, y lo que tiene sentido de lo que es pura cháchara.
Cuatro: Insistir en que la naturaleza tiene un valor más allá de su utilidad. Y decírselo a todo el mundo. Recuerda que eres una forma de vida entre muchas y piensa que todo tiene un valor intrínseco. Si quieres llamar a esto “ecocentrismo” o “ecología profunda”, adelante. Si quieres denominarlo de otra manera, pues muy bien. Si quieres volverte hacia las sociedades tribales en busca de inspiración, hazlo. Si eso te resulta demasiado empalagoso, levanta la vista hacia el cielo. Siéntate sobre la hierba, acaricia el tronco de un árbol, date un paseo por la montaña, cava el huerto, echa un vistazo a lo que hay en el suelo, maravíllate con todo lo que cabe en eso que llamamos vida. Valóralo por lo que es, trata de comprender lo que es, y siente nada más que lástima o desprecio hacia quienes te digan que su único valor estriba en lo que pueden obtener de ello.
Cinco: Construir refugios. Las próximas décadas probablemente cuestionarán la mayor parte de lo que pensamos sobre el progreso, y sobre lo que somos en relación al resto de la naturaleza. Las tecnologías avanzadas desafiarán nuestro sentido de lo significa ser humano al tiempo que continuará la marea de extinción. El actual colapso de las infraestructuras sociales y económicas y del entramado de la vida misma pondrá fin a mucho de lo que valoramos. En ese contexto, pregúntate: ¿qué poder tienes para conservar lo valioso – criaturas, destrezas, cosas, lugares? ¿Puedes trabajar, con otros o en solitario, para crear lugares o redes que sirvan como refugio ante la tormenta que se está desatando? ¿Puedes pensar, o actuar, como el bibliotecario de un monasterio en la Alta Edad Media, protegiendo los libros antiguos mientras los imperios se levantaban y se hundían más allá de sus muros?
A estas alturas, resulta evidente que en los cinco últimos párrafos he estado interpelándome a mí mismo. Estas son las cosas que ahora mismo tienen sentido para mí al pensar en lo que se viene y en lo que yo puedo hacer, todavía con cierto placer y determinación. Si no sientes desesperación en momentos como este, es que no estás vivo del todo. Pero también tiene que haber algo más allá de la desesperación; mejor dicho, algo que la acompañe, como un compañero de camino. Este es mi planteamiento actual. Supongo que es el desarrollo de una filosofía personal para un periodo oscuro: una ecología oscura. Nada de esto va a salvar el mundo: no se trata de salvar el mundo, y quienes dicen que sí es de quienes tienes que salvarlo. (…)»