El filósofo Emilio Lledó, uno de nuestros sabios, habla de una “guerra europea sin cañones” para definir lo que está ocurriendo a partir de 2007. Tiene razón (aunque empezó antes). Es una guerra de clases, no sólo europea sino mundial: el gran capital (sobre todo el capital financiero) contra los trabajadores y trabajadoras, contra la biosfera, contra el futuro.
Otro de nuestros sabios, el historiador Josep Fontana, se refiere a los movimientos, «plenamente justificados», de indignación mundial.
Avisa de que estos movimientos no deben enquistarse en el ruido de los antiguos “antisistema”, porque «generarán miedo en la misma población», y probablemente no nos hallamos tan lejos de un neofascismo… “La única posibilidad de cambio en estos momentos está en ellos [el 15 My las rebeliones populares], sólo ellos pueden hacer que el sistema vuelva a negociar para permitir una situación un poco más justa, como la que hubo entre los años treinta y setenta, para volver al menos a unas condiciones civilizadas”.[1] Pero ahí nos preguntamos: ¿puede uno soñar con la vuelta a un capitalismo domesticado al modo keynesiano? ¿No nos sitúan las nuevas condiciones históricas –la crisis ecológico-social contemporánea— más bien ante un dilema como ecosocialismo o barbarie?
[1] “Ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo”, Josep Fontana entrevistado por Peio H. Riaño, Público, 19 de noviembre de 2011.