«el cambio climático: propuestas desde la sociedad civil tras la cumbre de parís», por f. puig vilar

«El Acuerdo de Munich de 1938, por el que se permitió a Hitler la anexión de los Sudetes, fue celebrado entusiásticamente por la población, que recibió a Chamberlain y a Édouard Daladier con algarabía tomándolos por los hacedores de la paz definitiva. Los protagonistas sospechaban que no iba a ser así, pero la necesidad de algún solaz era tan grande, junto al pavoroso recuerdo de la guerra anterior, que aquél tratado, que de hecho derrumbaba los muros de protección checoslovacos frente al avance alemán, fue recibido como una bendición. Chamberlain y Daladier todavía estaban en el poder cuando se inició la segunda gran guerra en 1939. Éste último, al observar la alegre reacción de la multitud, exclamó a su ayudante: Ah, estos idiotas!” (Sartre, 1945).

Pero Laurent Fabius y Christiana Figueres, hacedores principales del Acuerdo de París, pero no estarán en su improbable desarrollo. En efecto, ambos acaban de abandonar voluntariamente la United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) (King, 2016). Sin duda alguna, ellos saben perfectamente que lo que se vendió como un gran acuerdo, que todos necesitaban para volver a sus países sin tener que esconderse, es un fracaso en toda regla. El “efecto Francisco” (Maibach et al, 2015), con su reciente encíclica, habrá tenido sin duda su influencia, pero el “efecto Obama” también. Efectivamente, EE.UU ha conseguido todo lo que quería: poder seguir emitiendo sin que nadie le tosa y, además, sin que nadie pueda pedir nunca indemnización alguna por los daños y perjuicios a los paí- ses –o a las personas– que están, que estamos, causando nosotros en los pueblos más vulnerables. Todo ello debido no a otra cosa que al derroche de lujo del que ha venido gozando gran parte de la población de los países occidentales desde hace casi 200 años gracias a los combustibles fósiles, por cierto no mencionados en el Acuerdo de París. Al parecer, nada ni nadie es responsable de nada, ni de nadie. Tanto la señora Figueres como el primer ministro francés saben, y sabían sin lugar a dudas, que a la composición de la atmósfera de 2005 le quedan como mínimo 0,6 ºC de aumento de la temperatura media de la Tierra por realizarse, lo que se conoce como calentamiento “en la recámara” (in the pipeline). También sabían que si todas las centrales térmicas a base de carbón dejaran de funcionar, como sería lo deseable por lo menos a efectos de emisiones, la temperatura aumentaría alrededor de 1 ºC en cuestión de semanas. Saben, además, que 2 ºC respecto a la referencia preindustrial son tan extremadamente peligrosos que, en realidad, no son 2 ºC, sino bastantes más, porque ya la Tierra estaría emitiendo GHG por su cuenta debido a los efectos de realimentación del sistema climático y además los sumideros se saturarían como, de hecho, ya ha empezado a ocurrir. Cosas de la visión sistémica no contemplada, por cierto, en los informes del IPCC…»

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