en el día mundial de la filosofía, una reflexión sobre la función de la misma

 

TRES PREGUNTAS SOBRE LA FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA

que me formuló Ana Mª Camarero Gómez, para este artículo suyo:

https://elpais.com/elpais/2017/11/16/mamas_papas/1510821469_999111.html

 

 

1.- En un sociedad posmoderna como la actual, tan globalizada, tan «líquida», inmersa en un uso de las redes sociales que favorecen la posverdad, apartándose de la razón frente a la incorporación del apasionamiento y desviándose del conocimiento ¿qué papel juega o debería jugar la filosofía y por ende los filósofos?

Haría falta un tratado para responder adecuadamente a esta pregunta, no unas pocas líneas. Doy sólo un par de indicaciones. Hay una fuente de irracionalidad estructural en nuestras sociedades que podemos describir como la destrucción de las posibilidades de una esfera pública deliberativa a manos de las malformaciones comunicativas que hoy predominan. No cabe profundizar aquí en análisis tan importantes como los de Guy Debord y Jürgen Habermas, entre otros. Baste recordar que como observó Neil Postman en su importante libro de 1985 Divertirse hasta morir (Amusing Ourselves to Death), el surgimiento de la televisión introdujo no sólo un nuevo medio, sino una nueva forma de discurso: un cambio gradual de una cultura tipográfica a una cultura visual. Esto implicó un cambio de la racionalidad a las emociones (permítaseme simplificar), y una creciente exposición a dosis cada vez mayores de entretenimiento (hasta el punto de que incluso el periodismo “serio” tiende hoy a degenerar en infotainment). “En un mundo centrado en las imágenes y en el placer, Postman señaló que no hay lugar para el pensamiento racional, porque simplemente no puedes pensar con imágenes”, recuerda el ensayista iraní-canadiense Hussein Derajshan.[1]

Las esperanzas de un giro hacia el discurso racional que se manifestaron en los comienzos de internet (inicialmente un medio textual) se han visto rápidamente defraudadas a medida que se imponían las pantallas móviles (el smartphone sobre todo) y los llamados social media.[2] Esas sedicentes “redes sociales” que, como bien suele decir Belén Gopegui, no son tales, sino megaempresas capitalistas que mercantilizan nuestra necesidad de comunicación y nuestra afición al entertainment. Bien, ante este complejo panorama, las y los filósofos pueden aportar algo de argumentación y una práctica de sosiego (no hay manera de hacer cuadrar la filosofía y la prisa, así que en nuestro mundo no parece haber demasiado lugar para la filosofía).

No se trata por cierto de ninguna dicotomía simplista “razón frente a emoción” (como si fuese posible razonar sin emociones), sino de que, conscientes del poder arrollador de estas últimas (todos los mamíferos somos antes que nada animales emocionales) y de la debilidad de la razón, apoyemos a la más débil (como pide la decencia básica incluso en las peleas de barrio). Tratemos de comprender primero; luego ya veremos si toca reír o llorar. Sigamos en eso -como en tantas otras cosas- al viejo Spinoza.

En fin, religión y filosofía son intentos de respuesta a la tragedia de la condición humana: vivimos en un mundo lleno de sufrimiento y estamos destinados a la muerte. ¿Cómo nos hacemos cargo de esa condición humana signada por la finitud? Religión y filosofía ofrecen toda una serie de propuestas en un continuum que va de lo más supersticioso a lo más racional. Y por eso no van a dejar de estar con nosotros mientras sigamos siendo humanos.

La reducción de lo humano a relaciones mercantiles es un fenómeno criminal al que habría que llamar antropocidio. A una filosofía que siga próxima a los valores de igualdad y emancipación no le faltan tareas, en este tiempo tan difícil que viene.

 

2.- En su opinión, ¿cree que la ciudadanía se interesa por la filosofía? ¿Puede esta disciplina conectar con los intereses e inquietudes de la gente?

Hay dos diferentes formas de concebir la filosofía relevantes para esta pregunta. Está por una parte la filosofía como actividad altamente tecnificada y especializada que se inserta dentro de la parcelación actual del conocimiento: muchas veces se reduce a intercambio de discursos esotéricos dentro de comunidades académicas minúsculas que se parapetan de su exterior social detrás de barreras comunicativas infranqueables. Esa clase de filosofía difícilmente logra “conectar con los intereses e inquietudes de la gente” y, a decir verdad, en un tiempo de peligros ecológico-sociales extremos como es el nuestro, a mí tampoco me interesa demasiado (hace tiempo que sostengo que, en la filosofía para el siglo XXI, necesitamos un poco más de cosmos y un poco menos de sujeto).

Pero hay otra clase de filosofía, que tiene que ver con el hecho de que en cierto sentido –si hacemos caso a Antonio Gramsci- todas y todos somos filósofos. ¿En qué sentido? Llegar a despertar, vivir con los ojos abiertos, examinar nuestra propia vida. Tres son las grandes preguntas de que se ocupa la filosofía, enseñaba Kant: qué puedo conocer, cómo debo obrar, qué me cabe esperar (y añadía a veces una cuarta pregunta: qué es el ser humano). Estas preguntas son permanentes: siendo la peculiar clase de animales que somos, no podemos eliminarlas de nuestras cabezas para siempre. Vuelven una y otra vez, a menudo intensificadas en forma de una angustiosa pregunta por el sentido de la vida. Esta clase de filosofía mundana y existencial sí que conecta “con los intereses e inquietudes de la gente”, una y otra vez, a través de diversas formaciones sociales y a lo largo de toda la historia humana.

Añadiría que Montaigne ya apreció la grandeza de que la filosofía se ocupe, también, del placer de rascarse. Y también que en la Antigüedad grecorromana, nos enseña Pierre Hadot, los filósofos que fundaron escuelas no querían desarrollar sistemas teóricos, sino proponer modos de vida. Ésa sigue siendo una perspectiva fecunda para hoy y para mañana.

 

3.-La aprobación de la LOMCE ha relegado la Filosofía a asignatura optativa. ¿En qué medida este cambio en el programa educativo puede afectar al desarrollo crítico y al pensamiento de los futuros ciudadanos? ¿No nos hará más vulnerables intelectualmente?

Creo que ese peligro es real, y remitiría al intenso trabajo que la REF (Red Española de Filosofía) ha canalizado estos últimos años para analizar y tratar de revertir tal situación.

 

 

[1] Hossein Derakhshan, “Wikipedia’s fate shows how the web endangers knowledge”, Wired, 17 de octubre de 2017;

https://www.wired.com/story/wikipedias-fate-shows-how-the-web-endangers-knowledge/amp

[2] He ofrecido algunos elementos de análisis en Jorge Riechmann, ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?, Catarata, Madrid 2016.