identidades acorazadas

En tiempos de crisis entrelazadas, de incertidumbre radical sobre lo que viene, aferrarse a nuestras identidades y reforzarlas resulta una tentación casi irresistible. Jordi Amat reflexiona sobre la política del engaño en EEUU: más allá del comodín de la polarización entre republicanos y demócratas, señala Amat siguiendo a Thomas B. Edsall, “algo peor está acelerando la degradación democrática en EEUU: la aceptación de la mentira en la conversación pública. Ya no es que en ella se cuelen fake news. Es que votantes de uno u otro partido prefieren ignorar que lo son o les da igual que circulen y se impongan como certezas o, peor, lo que más encabrona es que su contrario evidencia que son falsedades. No, no y no. Antes de aceptar la verdad de los otros preferimos que los nuestros, y nuestros medios de comunicación, nos mientan, ya que dejarnos engañar se considera hoy como un mal menor frente a lo que vemos venir y nos causa angustia existencial. Proteger tu identidad se vuelve más importante que abrazar la verdad, dijo uno de los académicos consultados por el periodista” Edsall.[1]

También Jorge Alemán, analizando el triunfo claramente ideológico de la derecha y la ultraderecha en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023 en España, nos intima a “prestar atención a fenómenos que la política clásica no suele tener en cuenta. En los tiempos actuales de fragilidad y desamparo de los sujetos, e insisto con esto, más allá de lo económico, las derechas saben que incluso los sectores más vulnerables exigen identificaciones fuertes, que se encarguen de ocultar tanto la división en antagonismos que constituye a lo social como la propia fractura inaugural del sujeto en los seres hablantes. Para esta operación la ultraderecha es la agenda de promoción de un ‘yo fuerte’. Un imaginario que por arcaico que sea, por anacrónico que parezca, prometa una identidad sin fisuras. (…) Atrás quedó el tiempo de aquellas ultraderechas xenófobas y racistas que lo eran con los inmigrantes. Ahora la xenofobia incluye a toda la izquierda cuando gobierna. Cuando es así, la izquierda es un intruso que impide la armonía y la unidad del yo, es una voluntad maligna que impide la libre asunción de una identidad compacta. Discutir este imaginario desatado es tan difícil como intentar tranquilizar a los niños de sus fantasmas persecutorios. Por todo esto es que los inmigrantes, trabajadores y vulnerables de todo tipo cuando votan a la ultraderecha no lo hacen contra sus intereses. Son otros intereses [los que están defendiendo], más opacos que los intereses vitales y económicos. Se trata de gozar de una identidad como en los estadios de fútbol, más allá de toda dimensión histórica o problemática, y poder disfrutar tranquilos con la difamación y los insultos proferidos por un Yo que se pavonea con su espejismo hasta que lo Real lo despierte.”[2]

¿Defender una identidad acorazada, replegada sobre sí misma, presa del pánico? Cualquier sabio taoísta de los que se van encontrando por el camino (el camino del Dao, esto es, el Camino) nos aconsejaría: chico, déjalo fluir… Ya sé que, como sucede con casi todos los buenos consejos, es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Pero, amigos y amigas: ¿cuáles son las alternativas?

 

[1] Jordi Amat, “Angustia antisanchista”, El País, 4 de junio de 2023.

[2] Jorge Alemán, “Lo que enseñan las elecciones en España”, Página 12, 1 de junio de 2023; https://www.pagina12.com.ar/554039-lo-que-ensenan-las-elecciones-en-espana