El hermano de la muchacha estadounidense murió hace un año en un accidente de tráfico. Sólo por trasladar el cuerpo agonizante del coche a un hospital –donde enseguida falleció– cobraron a su familia más de diez mil dólares.
Ella, que ahora va a vivir en una ciudad española, no tiene cobertura médica en su país –su familia es muy humilde– y allí no puede pagar las cremas y medicamentos que alivien su extensa soriasis.
Éste es el mundo hacia donde nos encamina la programada destrucción de los servicios públicos –en particular la sanidad y la educación– que está teniendo lugar en España. Cuando Esperanza Aguirre habla de las “partidas maravillosas para recortar” (entrevista radiofónica el 2 de mayo de 2012)[1] lo hace con la sonrisa del sádico Sacamantecas. El lema publicitario “Madrid, la suma de todos” habría que cambiarlo en cada cartel de propaganda por: “Madrid, la burla de todos”.