notas sobre ecosocialismo y pecado original

Una de las pocas divergencias que tengo con el pensador –y activista– ecosocialista belga Daniel Tanuro se refiere a su minusvaloración de lo que podemos llamar “el problema del mal”, o si se quiere: los “defectos de constitución” del sujeto humano. En un espléndido texto suyo reciente –“las fases de desarrollo de la crisis ecológica capitalista”[1]— esto se plantea casi al comienzo. Tanuro critica a aquellos pensadores que buscan explicaciones de la crisis ecológico-social en “la técnica” o “la demografía” en abstracto, y señala con razón que las relaciones entre el desarrollo –técnico y demográfico— y el medio ambiente no son lineales. Rechaza la idea de James Lovelock según la cual la Tierra está “enferma de humanidad”: no es el ser humano un “cáncer de la biosfera”, sino que las raíces de la crisis ecológico-social hay que buscarlas en el modo de producción capitalista. Conforme, diremos todas y todos los ecosocialistas. Pero Tanuro va más allá:

“Lo esencial de la producción intelectual contemporánea sobre la cuestión ecológica arrastra este tipo de ideas más o menos misantrópicas, tienen alguna similitud con el dogma del ‘pecado original’. Tanto si sientan en el banquillo a ‘la técnica’ [al modo de Jacques Ellul] como a ‘la población’ [como los esposos Ehrlich por ejemplo], la mayor parte de las obras destinadas al gran público tienen en común el hacer abstracción de los modos de producción, de las relaciones sociales y de las leyes de población que se derivan de ellas. La conclusión común de todos estos análisis ahistóricos es que la humanidad debería hacer una revolución cultural para contenerse, cambiar sus comportamientos, e incluso renunciar al desarrollo para proteger ‘la naturaleza’ y eventualmente para protegerse a sí misma…”

Ahora bien, ¿realmente podemos desentendernos con tanta despreocupación de la cuestión del “pecado original”? En otro lugar he argumentado que, si no consideramos esa suerte de “fisura” en la psique humana que nos convierte en seres especialmente desequilibrados, corremos el riesgo de quedarnos en un nivel superficial al diagnosticar nuestros problemas[2]. Creo que no basta con hablar de relaciones sociales: también hemos de analizar la condición humana[3]. No basta con asustarnos de la destructividad ínsita en el ciego proceso de acumulación de capital: ¡también deberíamos asustarnos de nosotros mismos! ¡Claro que somos la especie de la hybris, de la soberbia y la desmesura, del pecado original –noción que es una traducción cristiana aproximada del concepto griego de hybris, precisamente¡ Como señalaba mi maestro Manuel Sacristán, “hemos de reconocer que nuestras capacidades y necesidades naturales son capaces de expansionarse hasta la autodestrucción. Hemos de ver que somos biológicamente la especie de la hybris, del pecado original, de la soberbia, la especie exagerada.”[4]

Bueno, no quiero alargarme demasiado ahora. La antropología agustiniana- pascaliana, si la desvinculamos de ocasionales lastres históricos (la obsesión moralista por la sexualidad), tiene elementos que conviene que los ecosocialistas nos tomemos en serio. No tanto para pensarnos en tanto que “naturaleza caída” como en cuanto seres intrínsecamente descompensados, desequilibrados. Les recomiendo sobre este asunto la reflexión del gran Terry Eagleton –un pensador marxista y cristiano–: Sobre el mal (Península, Barcelona 2010).



[1] Puede consultarse en http://vientosur.info/spip/spip.php?article6968, donde fue publicado el 19 de julio de 2012.

[2] Remito a mi texto “De una cultura de la hybris a una cultura de la autocontención”, capítulo 9 de Interdependientes y ecodependientes, Proteus, Barcelona 2012 (se publica en el otoño de 2012). Una versión anterior del texto puede descargarse en: http://www.ecomilenio.es/wp-content/uploads/2012/03/24-Impulsores-culturales-web.pdf

[3] Asunto que abordo en otro capítulo de Interdependientes y ecodependientes, el número 4 (titulado “Acerca de la condición humana”).

[4] Manuel Sacristán, “Comunicación a las Jornadas de Ecología y Políutica” (1979), en Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria, Barcelona 1987, p. 10.