santiago alba rico sobre la desastrosa situación político-militar donde nos encontramos

Buen artículo de Santiago Alba Rico sobre la desastrosa situación político-militar donde nos encontramos. Comienza recordando que en 1939, poco después de la invasión nazi de Polonia, la filósofa y militante Simone Weil respondía al estupor escandalizado de los europeos recordando que “Hitler estaba haciendo con Europa lo que Europa había hecho siempre con los otros pueblos”. La pensadora francesa “representaba y sigue representando, sin duda, lo mejor de esos valores europeos que nos gusta nombrar en las grandes crisis y traicionar en las rutinas de gobierno. Cuando hablamos de la democracia, del pensamiento griego, de la civilización, de la antorcha de la libertad, de la Revolución francesa, del laicismo, de la tolerancia, del liberalismo, solemos olvidar que fueron siempre otros europeos, y no los bárbaros de Hulagu, los que amenazaron y a veces troncharon de la manera más salvaje esos valores, y ello hasta el punto de poder afirmar que los europeos nos recordamos, en realidad, mucho mejores de lo que fuimos. En el interior, fue Hitler, y no Bin Laden, quien destruyó Europa; en el exterior, la esclavitud, el colonialismo, el genocidio, productos genuinamente europeos, justificaron el retruécano preciso de Anatole France en 1920: ‘De nosotros los civilizados, los bárbaros solo conocen nuestros crímenes’. (…) Trump, con sus modales de matón de patio de colegio, de padrino mafioso y de Nerón saltarín, se limita a decirnos la verdad sobre Europa: durante décadas hemos sido los vasallos de Washington y además sus cómplices. Hemos acompañado su imperialismo puntillista, según la acertada expresión de Daniel Inmerwahr, en guerras injustas y golpes de Estado: pensemos, por no remontarnos muy lejos, en Afganistán, en Irak, en Palestina. Si Europa está de pronto, en efecto, muy sola no es solo porque el resto del mundo, incluida la cabeza del imperio, se haya desdemocratizado sino porque pocas veces, dentro y fuera, ha estado a la altura de sí misma.[1]

A continuación, Santi afirma que tiene razón “el siempre brillante José María Lassalle” cuando reclama a España solidaridad con la frontera oriental de la UE, de la que formamos parte. Y escribe, aquí jugando al despiste con el lector: “Sólo habría otra alternativa y sería suicida: la de proponer un Españexit que nos devolviese a la ‘neutralidad’ de Franco y de la Restauración, que se ahorraron dos guerras mundiales revolcándose en sus propios crímenes y miserias”. Hombre, no: frente al programa belicista de remilitarización que nos propone la UE cabría buscar una senda de defensa auténticamente no ofensiva, como ya he señalado en estas páginas. No se trataría, creo, de descuidar la defensa europea en el mundo siniestro donde nos encontramos; pero la remilitarización que se propone socava de forma directa los valores europeos que supuestamente se trata de defender. Podríamos recuperar, actualizado, el modelo de Horst Afheldt en la última fase de la Guerra Fría.[2] Armas antitanque, pero no tanques; sistemas antidrón, pero no drones; armas antiaéreas, pero no aviones de combate… Y construir una auténtica cultura de paz.[3]

Pero sigamos con el artículo de Santi Alba Rico. “Europa no tiene petróleo, ni gas, ni fosfatos, ni minerales raros: solo tiene filosofía, principios, valores y los ha vendido mal. Tan mal que no solo se ha granjeado el desafecto del llamado Sur Global (¿por qué a un congoleño o a un sudanés habría de importarles lo que haga Rusia con Ucrania?). Los enemigos de esos valores europeos no están hoy en Kabul o en Teherán; están en Washington, claro, pero también —o sobre todo— en la propia Europa e incluso en la misma Bruselas. No logro ver la Europa de Jose María Lassalle, esa que yo también quiero defender. Veo una Europa dividida entre el neofascismo (amigo de Putin y de Trump) y el neoliberalismo: una Europa en la que los grandes artífices de la democracia de 1945 (la democracia cristiana, los liberales, los socialistas, los comunistas) están ausentes o apenas encogidos en un tímido mechinal.”[4] Es este análisis, trágico y acertado, el que hay que retener: en Europa hoy las fuerzas políticas que cuentan son básicamente neoliberales y fascistas. La izquierda apenas existe.

 

[1] Santiago Alba Rico: “La historia europea, ese estribillo”, El País, 18 de marzo de 2025; https://elpais.com/opinion/2025-03-18/la-historia-ese-estribillo.html

[2] https://tratarde.org/un-modelo-de-defensa-no-ofensiva/

[3] Aquí me gustaría retener parte de otro artículo, del muy moderado socialdemócrata Ignacio Sánchez-Cuenca en este caso, quien recuerda algunas cuestiones geopolíticas elementales: “El hecho de que Rusia haya invadido Ucrania no implica que Putin tenga la ambición de conquistar Europa. ¿Qué interés podría tener Rusia en invadir, digamos, Finlandia o Polonia? ¿Con qué propósito exactamente lo haría? Es evidente que los costes de gobernar a los finlandeses o a los polacos sería enorme. Habría una fuerte resistencia cotidiana a todos los niveles, sería difícil que esos pueblos se dejaran sojuzgar por una Rusia imperial. Ese tipo de anexiones pudieron resultar útiles en otros momentos de la historia, pero ahora no está claro qué propósito tendrían. Que Putin sea un nacionalista empeñado en conseguir una zona de influencia no significa que sea un expansionista sin límites. Precisamente porque es un nacionalista irredento, ha invadido Ucrania, un país de una extensión enorme que fue parte de Rusia (o la URSS) durante siglos y que tiene un valor elevado para los rusos en términos políticos y de seguridad. Pero todo esto no quiere decir que, si obtiene un acuerdo favorable en la guerra en Ucrania, quiera continuar ganando territorio hacia el Oeste. No tenemos ningún motivo para pensar algo así simplemente porque no tiene lógica (de hecho, hay estudios que muestran que cuanto más distintas son dos sociedades, menor es el riesgo de que entren en guerra porque el valor de la conquista se reduce).

Otra cosa bien distinta es que Rusia, una antigua superpotencia que conserva un arsenal nuclear enorme, quiera tener un área de influencia para garantizar su seguridad. Los países occidentales han ignorado esas pretensiones y han provocado a Rusia mediante una expansión de la OTAN que ha llegado hasta sus fronteras (de esto hablé en un artículo anterior). Aunque la responsabilidad política y moral de la guerra recaiga sobre Putin, puede al mismo tiempo defenderse la tesis de que los países de la OTAN han actuado temerariamente, despreciando la realpolitik.

Es verdad que Rusia podría intervenir en los países bálticos, dos de los cuales, Estonia y Letonia, tienen minorías rusas significativas. Sin embargo, la presencia de estos países en la OTAN es un hecho consumado, de modo que un ataque a alguno de los bálticos activaría de inmediato la defensa de los demás miembros de la OTAN. En cualquier caso, lo que quiero subrayar ahora es que las tensiones con Ucrania y los países bálticos tienen mucho que ver con la forma en que se descompuso la URSS y la presencia de importantes minorías rusas en repúblicas exsoviéticas.

La idea de que Putin quiera seguir conquistando países europeos es todavía menos verosímil si tenemos en cuenta el poder económico y militar de Rusia. El PIB ruso se estima en dos billones de dólares, frente a casi 19 billones del PIB de la UE (el PIB español es de 1,6 billones). La población rusa es de 143 millones de habitantes, frente a casi 450 en la UE.

Asimismo, es necesario recordar que Rusia fracasó en su intento inicial de vencer rápidamente al ejército ucranio e instalar un Gobierno títere en Kiev. Durante tres años ha conseguido, con muchísimo esfuerzo, conquistar cerca de un 20% del territorio de Ucrania, justamente aquel en el que hay una mayor presencia de población rusa o rusófila, pero no parece que pueda ir mucho más allá. Es una derrota dolorosa para Ucrania que la zona oriental haya caído en manos rusas, pero también indica que Rusia no ha conseguido llegar a Kiev. A la vista de estos resultados, ¿es realista pensar que va a intentar conquistar países europeos? ¿Tenemos que prepararnos para esa eventualidad?

No estoy proponiendo que nos quedemos de brazos cruzados ante la agresión de Rusia en Ucrania. Ahora bien, primero hay que admitir que el problema de Ucrania no se entiende solamente por la ‘locura expansionista’ de Putin. La OTAN ha cometido serios errores de cálculo en su política hacia Rusia. (…) En lugar de armarse hasta los dientes y adoptar una retórica belicista, sería más provechoso establecer un entendimiento duradero entre las partes. Tras el colapso de la URSS, los países occidentales pensaron que ya no tenían rivales y podían imponer sus reglas en el mundo sin resistencia de ningún tipo, cambiando regímenes políticos (por la fuerza si era necesario) y redefiniendo las reglas del juego de la seguridad. Ahora estamos despertando de esa ensoñación de la peor manera posible, con Trump en la Casa Blanca. Es momento de reconciliarse con la realidad, abandonar las exageraciones retóricas y establecer una política inteligente de contención”. Sánchez-Cuenca, “Contener a Rusia y contenernos nosotros”, El País, 18 de marzo de 2025; https://elpais.com/opinion/2025-03-18/contener-a-rusia-y-contenernos-nosotros.html

[4] Alba Rico: “La historia europea, ese estribillo”, op. cit.

Sigue el autor: “Creo firmemente que no debemos abandonar a Ucrania porque hayamos abandonado a Palestina; y creo que es políticamente posible inscribir el gasto militar al margen de la OTAN y sin reducir —e incluso aumentando— el gasto social, y ello en el regazo de un régimen europeo federal, justo y democrático, parecido al que hemos siempre nombrado y traicionado, ese que imaginó Simone Weil y excogitó el Manifiesto de Ventotene en 1941. Lo creo firmemente y al mismo tiempo estoy seguro de que no ocurrirá.”