La esencia del universo –podemos aprender de sabios como Gregory Bateson o Donella Meadows o Wolfgang Welsch– es la realimentación. “Todo se realimenta”, suele decir, sentencioso y alegre, Carlos de Castro. En el ser humano, la forma quizá más importante de realimentación se llama reflexión. Debemos ser más y mejor capaces de ese gesto: volver la mirada sobre nosotros mismos en vez de estar siempre pendientes de estímulos exteriores (ahora canalizados en gran medida a través de pantallas y de la alcantarilla de las “redes sociales”), así como de los juicios con que nos estiman o desestiman los ruidosos primates lampiños de nuestra tribu. Realimentemos nuestros poderes de racionalidad y compasión. No se trata de ensimismarnos, sino de ejercitar (para fortalecer) lo mejor de cada uno, de cada una. Ya se lo han preguntado ustedes más de una vez: una vida sin examen ¿merece la pena vivirla?