Juana (Charo) Labrador titula su capítulo 5 en el conmovedor libro de homenaje a José Luis Porcuna,[1] otro amigo y maestro que nos dejó demasiado pronto: “Bien, sin entrar en detalles”.
Y escribe: “El fracaso no era algo que tuviera cabida en su forma de actuar, aunque lo hubiese experimentado más de una vez, dentro de las mil cosas en que se embarcaba y embarcaba a la SEAE (Sociedad Española de Agricultura Ecológica). Su frase a las penas, puñalás dejaba claro que el verdadero fracaso era no intentarlo. Por eso él también era un acicate para la gente joven que se acercaba al modelo agroecológico” (p. 57).
Y la profesora de la Universidad de Extremadura en Badajoz, que fue también presidenta de la SEAE, evoca la “otra forma de ver el mundo desde la colaboración, el empeño en el bien común y la alegría de vivir”: puro y esencial José Luis. Y concluye el homenaje al amigo muerto con estas palabras de Eduardo Galeano: “Ya habrá tiempo para estar triste. Años para estar tristes. Y toda la muerte, que es tan larga. Ahora no. No tenemos derecho”.
Bueno, sí que tenemos derecho cuando perdemos a alguien como José Luis Porcuna: se trata, eso sí, de no dejarnos derrotar por la tristeza.[2]
[1] Ana Mª Cano/ Julio C. Tello/ José Moratal/ María C. Jaizme-Vega (eds.), Entender para creer. Una vida dedicada a la agroecología (homenaje a José Luis Porcuna), Phytoma y FIAES, Valencia 2023.
[2] Le evoca su compañera de vida, Meri Jaizme, en los siguientes términos: “Era un gran promotor de la agroecología y una persona capaz de cambiar tu vida con una charla, con una clase, con una conversación. (…) Tenía una gran humanidad y un especial sentido del humor (…). Le costaba mucho ver el mal en el otro y siempre disculpaba a sus enemigos. (…) Pero quizá su mayor don era ese modo tan especial de interpretar las derrotas, que siempre analizaba como nuevas oportunidades, retomando los objetivos no alcanzados sin que su ánimo ni su ego se viese afectados” (Entender para creer, op. cit., p. 15).