[El texto del manifiesto en español: http://ecosocialisme.com/2013/04/11/primer-manifiesto-de-las-asambleas-18-tesis-por-el-ecosiocialismo/ ]
A propósito del «Manifiesto ecosocialista» del Parti de Gauche Ecología / Daniel Tanuro Viernes, 12 de abril de 2013 |
El Manifiesto ecosocialista del Parti de Gauche (PG) es un documento importante. Por primera vez en Francia, una fuerza política con representación parlamentaria se reclama del ecosocialismo tratando de conjugar reivindicaciones sociales y demandas ecológicas en una perspectiva de ruptura con el capitalismo. El rechazo del productivismo es claro. El hecho de que el texto considere la estrategia social-demócrata para la recuperación del sistema como socialmente injusta y ecológicamente criminal (Tesis 6: «No tenemos ninguna confianza en la recuperación del crecimiento ni en los efectos beneficiosos de la austeridad: no creemos ni en unos ni en los otros») da testimonio de una toma de conciencia de la gravedad de la situación, así como de la urgencia de las medidas a adoptar para hacerle frente. En otras palabras, el Manifiesto contribuye a abrir un debate político fundamental: ¿qué alternativa a la cogestión del capitalismo que realizan los Verdes y el social liberalismo? ¿Qué programa, qué proyecto de sociedad, qué estrategia para un socialismo anti productivista?
Este debate no ha hecho más que empezar. Para profundizar en él la izquierda debe sumergirse aún más en los problemas medioambientales que apenas comienza a comprender. Por ello es significativo el paso dado por el PG después de que sus fundadores abandonaran el PS. Sin embargo, no llega al punto de que sus militantes logren comprender la inmensidad de los desafíos a los que nos enfrentamos. Un ejemplo de los límites del paso dado lo constituye el hecho de que el Manifiesto ecosocialista del PG considere las tecnologías como socialmente neutras (Tesis 13: El problema no es la tecnología en sí misma, sino la ausencia de opciones y del control ciudadano»… como si fuera posible pensar en una «energía nuclear socialista»!) y no dice nada de los agrocarburantes, del gas pizarra o de la captura y almacenamiento del carbono. En cualquier caso, nuestra principal crítica es que el PG no se posiciona a favor del abandono de los combustibles fósiles y no aborda de forma franca los compromisos fundamentales que se derivan de la transición hacia una sistema integralmente basado en las energías renovables. De hecho, a pesar de todas las buenas cosas que contiene, el Manifiesto del PG no parece asumir la enorme magnitud del desafío energético/climático que tenemos por delante en los próximos cuarenta años y que, desde nuestro punto de vista, constituye la razón fundamental por la que el ecosocialismo es una necesidad acuciante.
Los fundamentos del problema
Nunca está de más recordar los elementos centrales de la cuestión: el recalentamiento de la atmósfera que implica un aumento de la temperatura superior a 1,5º C en relación a la época preindustrial acarreará catástrofes ecológicas y sociales irreversibles. Los desastres ya están en marcha y el ejemplo más visible lo constituyen los fenómenos meteorológicos extremos. Pero aún estamos a tiempo de evitar lo peor; sobre todo, el incremento de tres metros en el nivel de los océanos que obligaría a emigrar en un plazo breve a cientos de millones de personas. Ahora bien, para contar con el cincuenta por cien de probabilidades de que la subida de la temperatura no supere los 2,4ºC, los requisitos a cumplir son draconianos: si se quiere lograr alcanzar el nivel de cero emisiones antes del año 2100 (en realidad, ese año las emisiones deberían de ser negativas, lo que significa que el ecosistema Tierra debería absorber más de dióxido de carbono del que emite) es necesario que los países desarrollados dejen de utilizar los combustibles fósiles de aquí al año 2050 y que las emisiones mundiales de gas de efecto invernadero disminuyan entre el 50 y el 85% en ese mismo período. Las energías renovables pueden tomar el relevo. Su potencial técnico es más que suficiente. Pero la transición es extremadamente complicada, porque se trata de reemplazar, en un plazo muy corto, el sistema energético existente por otro completamente diferente y mucho más caro.
Cambiar de sistema energético
Los elementos a tomar en cuenta son los siguientes:
· Si se rechaza la tecnología nuclear -y es necesario rechazarla por muchas razones que no desarrollaremos aquí- y si se respeta el principio de responsabilidades compartidas pero diferentes de los distintos países -que es necesario respetar por razones de justicia Norte/Sur evidentes-, de ahí se desprende que el éxito de la transición hacia las energías renovables exige reducir la demanda final de energía en torno a la mitad en la Unión Europea y a las tres cuartas partes en los Estados Unidos.
· Una reducción de tal envergadura no se puede realizar sólo a través de medidas orientadas a economizar energía. Junto a ello, es indispensable disminuir la producción material y el transporte. Por lo tanto, no basta con equilibrar la supresión de producciones inútiles o perniciosas con el incremento de producciones ecológicas; es preciso que el balance final sea negativo.
· En términos de emisiones, esto significa que alrededor del 80% de las reservas actuales (de las que se tiene conocimiento) de carbón, petróleo y gas natural no deben ser explotadas. Ahora bien, estas reservas pertenecen a empresas capitalistas y a Estados capitalistas que las contabilizan como activos en sus balances. Su no-explotación equivaldría a la destrucción de ese capital: algo inaceptable para los accionistas. No hay duda.
· Salvo excepciones, las energías renovables son más caras que las energías fósiles y, grosso modo, lo seguirán siendo durante las dos próximas décadas. En la práctica, el efecto principal del alza de los precios del petróleo es hacer que la explotación de las arenas bituminosas, del gas de pizarra, de los aceites pesados y de las aguas profundas resulten rentables; lo que les hace rentables desde el punto de vista capitalistas pero totalmente destructivas desde el punto de vista medioambiental, a lo que se añade que, a veces, su eficiencia energética (la relación entre el input y el output energético) sea muy pequeña.
· Globalmente, la transición hacia las renovables no existe. Es la ONU quien lo constata: «La modificación de la tecnología energética se ha ralentizado considerablemente al nivel de mix energético global (la relación entre el uso de diferentes fuentes energéticas) desde los años 1970; no existe ningún dato empírico que demuestre la idea ampliamente extendida de que la modificación de las tecnologías energéticas esté progresando. (…) A pesar del enorme incremento en la difusión de las tecnologías energéticas renovables desde los años 2000, está claro que la trayectoria actual no va, ni mucho menos, hacia una descarborización total del sistema energético global para el año 2050.» (UN, World Economic and Social Outlook 2011, pp. 49-50).
· Una de las razones de esta situación -que contrasta con la imagen difundida por los media- es que la utilización totalmente racional de las renovables precisa de la puesta en pie de un sistema energético alternativo, completamente nuevo, descentralizado, ahorrador y provisto de dispositivos de almacenamiento. En el marco actual de un sistema centralizado y derrochador, 1GW de capacidad eólica intermitente necesita el refuerzo de 0,9 GW fósil; es decir, no se hace más que añadir las energías renovables a las tradicionales. Evitar este solapamiento implica construir en diez años una red «inteligente», lo que constituye un proyecto «gigantesco, que precisa de un progreso tecnológico, una cooperación internacional y transferencias sin precedentes» (Ibid., pag. 52).
El obstáculo del Capital
Las implicaciones económicas y, por tanto, políticas y sociales, del cambio de sistema energético están bien resumidas en este mismo informe de Naciones Unidas: «Globalmente, el costo de la sustitución de la infraestructura fósil y nuclear actual es de al menos de 15 a 20.000 millardos de dólares (de un cuarto a un tercio del PIB mundial-DT). Entre 2000 y 2008, China, ella sola, incrementó su capacidad eléctrica basada en el carbón en más de 300GW, con una inversión de más de 300 millardos de dólares. Inversión que comenzará a ser rentable a partir de 2030-2040 y que puede ser que funcione hasta el 2050-2060. De hecho, en las economías emergentes, no es sino recientemente que se han desplegado las infraestructuras energéticas, que son totalmente nuevas y de una durabilidad prevista de al menos 40 a 60 años. Está claro, que es bastante improbable que el mundo (sic) decida eliminar de la noche a la mañana entre 15 y 20.000 millardos de dólares de infraestructuras y reemplazarlos por un sistema energético renovable cuyo precio es más elevado» (UN World Economic and Social Outlook 2011, p. 53).
Si «el mundo» fuera correctamente informado y consultado sobre los desafíos actuales, «el mundo» decidiría, sin ninguna duda, reemplazar el sistema fósil por un sistema renovable. Pero los Estados capitalistas, aunque disponen de esa información, no tomarán esta decisión. A nivel global, son totalmente incapaces de encontrar una solución humanamente aceptable a la acumulación de las dificultades señaladas más arriba. La ley del beneficio se lo impide. Ni el impuesto carbono, ni el mercado sobre los derechos de emisión aportarán la solución. Para que esas medidas resulten mínimamente eficaces, los impuestos o los derechos de emisión deberían situarse, en sectores como el transporte, en 600 o 700 dólares/tm de CO2, lo que es totalmente impensable. Todos los sectores claves de la economía (automóvil, aeronáutica, construcción naval, química, petroquímica, producción eléctrica, siderurgia, cemento, agroalimentación, etc.) se verían muy penalizadas. Creer que los patronos de las empresas afectadas aceptarán que se toquen sus márgenes de beneficios, creer que los Estados rivales que representan a esos patronos se pondrán de acuerdo para atacar simultáneamente los beneficios de todos los patronos de todos los países, es creer en Papá Noel. Es lo testifica abundantemente el fracaso de las cumbres medioambientales sobre el clima desde hace 20 años (¡veinte años!). ¡Y esta situación no va a cambiar en el contexto de la competencia exacerbada que causa estragos desde 2008!
La triple catástrofe
Este sistema nos conduce a toda velocidad hacia una triple catástrofe ecológica. Sobre esto no puede haber ninguna dudas Es lo que se desprende de forma clara de los distintos escenarios minuciosamente elaborados por la Agencia Internacional de Energía y aprobados, con variaciones, por la OCDE, el Banco Mundial, la UNEP (programa medioambiental de Naciones Unidas) y otras instituciones internacionales. Efectivamente, con el fin de tratar de conciliar el crecimiento capitalista con los objetivos climáticos sin modificar el sistema energético, todos estos organismos avanzan el mismo cóctel de propuestas (el mismo «mix energético»): triplicar el parque central de nucleares; incrementar la utilización del carbón, de las arenas bituminosas y del gas pizarra; aumentar considerablemente la producción de agrocarburantes; incrementar en general la explotación de la biomasa recurriendo, sobre todo, cada vez más a las plantas -en particular a los árboles- genéticamente modificadas… Es preciso señalar que si se desarrollaran estos escenarios permitirían, al menos, limitar la concentración del CO2eq a 550 ppm, que se correspondería con un incremento de la temperatura de entre 2,8 y 3,2º C… ¡Algo totalmente inaceptable!
En todas sus vertientes, la captura-almacenamiento de carbono se presenta como el huevo de Colón que permite continuar con la combustión de fósiles sin que las cantidades de carbono producidas se emitan a la atmósfera. En realidad, existen buenas razones para temer que el despliegue masivo y a largo plazo de esta tecnología sea una nueva solución de aprendices de brujo, una manera de ocultar el polvo bajo la alfombra. De forma general, los ecosocialistas deberían oponerse a ella… salvo, eventualmente, en el caso concreto de planes de reconversión de las y los trabajadores que trabajen en empresas contaminantes con amenaza de cierre. Señalar que es precisamente esta tecnología la que está en cuestión con el proyecto ULCOS (de ArcelorMittal) en Florange (noreste de Francia). Este ejemplo muestra bien la dificultad para articular de forma concreta la cuestión social y medioambiental en el actual contexto ultra-defensivo…
Crecimiento, no-crecimiento, decrecimiento
Desde el punto de vista ecológico, la principal debilidad del Manifiesto del PG es, desde nuestro punto de vista, no abordar de frente esta formidable cuestión de la transición energética y de la política capitalista al respecto. No basta con oponerse al «relanzamiento del crecimiento del PIB» (Tesis 6) o hablar de » la necesaria reducción de determinados consumos materiales» junto a «la necesaria reactivación de determinadas actividades» (Tesis 10): es preciso ir más lejos y admitir que, al menos en los países capitalistas desarrollados, para lograr la transición y evitar una transformación irreversible del medioambiente con consecuencias sociales catastróficas, es necesario un decrecimiento neto de la producción material.
¿Qué «regla verde»?
Es cierto que el Manifiesto habla de la «reactivación de determinadas actividades», de «tomar en cuenta de forma sistemática la huella ecológica generada». Retomando un tema central de la campaña presidencial de JL Mélenchon, el texto propone establecer «una regla verde» como «indicador central de la gestión económica«. Este criterio se justifica de la siguiente manera (Tesis 10): «Además de recuperar los daños producidos en materia de emisiones de gas de efecto invernadero y de la pérdida de biodiversidad, adoptamos como medio de evaluación de las políticas públicas, el retrasar cada año el día de la «superación global». Se trata de la fecha en la que el volumen de recursos renovables que hemos extraído a escala mundial es igual al que el planeta está en capacidad de regenerar y en la que los residuos producidos equivalen a los que el planeta es capaz de digerir. Nuestro objetivo es de retrasarla al 31 de diciembre, es decir, neutralizar nuestra huella ecológica. Esto implica la reducción drástica de las emisiones de gas de efecto invernadero y de la energía nuclear que produce residuos que nadie sabe que hacer con ellos».
La reducción drástica de las emisiones de gas de efecto invernadero y la paralización de la energía nuclear no se citaban en la primera versión del texto que de discutió en diciembre en las Asambleas por el Ecosocialismo. La integración de estas enmiendas es muy positiva. Sin embargo, es insuficiente. En principio, porque el texto no va más allá del objetivo no cifrado y bastante vago de «reducir nuestra dependencia de los recursos finitos» (Tesis 9). En segundo lugar, porque «la huella ecológica global» es un indicador discutible y sin significado práctico real.
· Discutible, porque amalgamando la extracción de recursos renovables y no renovables para referirse a la población, la huella da una imagen sesgada de la insostenibilidad. Diluye la responsabilidad mayor de los combustibles fósiles (cerda del 80% de la huella ecológica deriva de ellos) y, de ese modo, desvía la atención de los lobbies del carbón, del petróleo y del gas. Por el contrario, orienta la atención hacia la población, que constituye el caballo de batalla de los neomaltusianos.
· No tiene relevancia práctica porque la sostenibilidad de la huella ecológica «a escala mundial» no compromete al gobierno de un país en particular a no ser que de la misma se desprendan objetivos nacionales concretos, medibles y verificables en función de la responsabilidad histórica del país en concreto, en el marco de la «crisis ecológica global». Ahora bien, realizar esta concreción por países no es fácil.
Hacer frente a la urgencia climática adoptando una «regla verde» es una idea que conviene retener, pero el indicador elegido debe ser pertinente, claro, medible y verificable. La huella ecológica sacude la imaginación («¡haría falta tres planetas!») pero también crea mucha confusión. Sobre todo, habría que adoptar una ley que estipule que, además de abandonar la energía nuclear, y sin tener opción a los «créditos carbono», Francia disminuyera cada año sus emisiones de CO2 fósiles en una proporción tal que el país logre reducir su emisión al menos entre un 80 y 95% de aquí al año 2050, pasando por una etapa intermedia de 25 al 40% (en relación a 1990) en 2020… orientada a más del 100% (es decir emisiones negativas) entre 2050 y 2100.
Internacionalismo: ¡un esfuerzo más!
La adopción de una ley semejante es uno de los medios por excelencia por el que Francia -o no importa que otro país capitalista desarrollado- puede «garantizar su responsabilidad ante la humanidad mediante la eliminación de la deuda ecológica». Pero no es el único. Se dicen muchas cosas interesantes sobre la dimensión internacional del ecosocialismo en la Tesis 17 («Desarrollar un combate internacionalista y universalista»). Sin embargo, el texto pasa de largo ante una cuestión capital: ¿cómo conciliar la estabilización del clima con el derecho al desarrollo de los pueblos del Sur? El reto, repitámoslo, es sencillamente gigantesco. De un lado 3.000 millones de seres humanos sufren porque no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas (para lo que seria necesario producir más). De otro, las obligaciones climáticas a respetar de aquí al 2050 prohíben relanzar masivamente la producción material a nivel global e, incluso, exigen reducirlas en los países desarrollados.
¿Dónde está la solución? Decentemente, nadie puede pretender tener la respuesta a mano. Sin embargo no basta con escribir que se «contribuye a los debates para vincular políticas de desarrollo y progreso social y preservación del medio ambiente» y que se apoya la posición de la «iniciativa Yasuni ITT» (compromiso de Ecuador de mantener indefinidamente bajo tierra las reservas petrolíferas del campo ITT en el Parque Nacional Yasuni, al tiempo que pide una contribución internacional equivalente, al menos, a la mitad de los recursos que obtendría el Estado en caso de explotar este petróleo. ndt). El PG reconoce la «responsabilidad de los países llamados del Norte, de la Organización Mundial de Comercio, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial cara a los pueblos del Sur». Debería sacar algunas conclusiones programáticas de ello: por ejemplo, además de la adopción unilateral, por parte de Francia, de un plan de reducción de las emisiones del gas de efecto invernadero, la anulación de la deuda, la no importación de agrocarburantes, el reconocimiento de la soberanía alimentaria, la denuncia del REDD+, la transferencia gratuita de tecnologías verdes y la concesión de fondos -bajo la forma de donaciones, no de préstamos- para que se adapten al cambio climático. Son algunas de las medidas que nos parecen indispensables desde un punto de vista internacionalista de un ecosocialismo consecuente.
Estrategia transitoria
Como lo atestiguan los informes científicos sobre el «cambio global», el reto energético/climático es el problema medioambiental y social más importante al que tiene que hacer frente la humanidad. Los ecosocialistas deben elaborar su programa, su estrategia y sus tácticas y formas de lucha a partir de esta premisa central. No se trata de adoptar posturas ideológicas o de ejercer una crítica excesiva sobre el PG por purismo o de ser más radical que el a partir de dogmas sagrados. Se trata de comprender la extrema gravedad de la situación objetiva y de extraer de ella, sobriamente, las conclusiones pertinentes. Éstas no pueden ser mas que radicalmente anticapitalistas e internacionalistas. Lo que está en cuestión es el fundamento mismo del modo de producción capitalista. El Manifiesto del PG también lo afirma y a partir de ahí se puede desarrollar el debate.
¿Cómo hacerlo? Toda la dificultad estratégica reside en el gran abismo entre la necesidad imperiosa de una alternativa (eco)socialista y el actual nivel de conciencia de la población, en particular de las y los explotados y oprimidos. Para llenar ese vacío, para construir un puente sobre este abismo, es necesario dar una respuesta tanto a las demandas sociales como a las urgencias ecológicas a través de un programa de reivindicaciones que permita iniciar la ruptura. Parece evidente que este programa debe tener en perspectiva la formación de un gobierno capaz de aplicarlo a nivel nacional, europeo y mundial. Pero, la formación de un gobierno no debería justificar un rebaje del programa por debajo del nivel que permita efectivamente la ruptura. Se puede dudar que haya acuerdo sobre este punto cuando uno se acuerda que Jean-Luc Mélenchon, unos días antes de las Asambleas por el ecosocialismo, se declaraba candidato al puesto de Primer Ministro de un gobierno de izquierda con el PS y los Verdes…
Expropiar la energía y la finanza
En su primera versión, el Manifiesto del PG reivindicaba la nacionalización de la energía, no de las finanzas. Este lapsus ha sido corregido. Hay que alegrarse, porque la expropiación de los lobbies de estos dos sectores que están muy imbricados es, realmente, la condición sine qua non de la ruptura. Marca el marco en el que se pueden desarrollar toda una serie de reivindicaciones ecosocialistas (grandes y pequeñas), que van desde la creación de empresas públicas para el aislamiento y la renovación de viviendas hasta la gratuidad del transporte público, pasando por el apoyo a la agricultura biológica local, la prohibición de la obsolescencia programada, la gratuidad de servicios (agua, electricidad, movilidad, calefacción) hasta un nivel que se corresponda con las necesidades básicas (con un impuestos progresivos a partir de ahí), la reconversión de las y los trabajadores de las empresas contaminantes garantizando sus condiciones de trabajo, reducción generalizada del tiempo de trabajo a 30h sin pérdida de salario, etc. Más allá de este marco, el programa pierde su coherencia y se desperdiga en medidas aisladas, algunas de ellas digeribles por el sistema y otras no.
Un gobierno que se comprometa a aplicar un programa de ruptura digno de ese nombre se vería confrontado inmediatamente a la respuesta de la burguesía internacional, sobre todo a través de la Unión Europea, viéndose obligado a proteger su política de ella. No en nombre de la nación, sino de otra Europa a construir, una Europa cuya política fuese un anticipo para otros pueblos. Aunque el Manifiesto ha sido mejorado en relación a esta cuestión (Tesis 16:«Si el nivel europeo puede ser pertinente para las grandes políticas medioambientales y sociales, su puesta en pie no será posible mas que a través de la construcción de otra Europa bajo el control democrático del pueblo») sería conveniente tener una posición aún más ofensiva, incidiendo sobre la necesidad de una asamblea constituyente de los pueblos de Europa. Porque sólo a eses nivel sub-continental se puede desarrollar un programa ecosocialista digno de ese nombre, mediante la puesta en pie de servicios públicos europeos de energía, agua, transporte y vivienda; a través de una reorientación de la investigación y de la industria hacia las necesidades de esos servicios y a través de una gestión común de los recursos naturales.
¿Autogestión o estatismo?
El Manifiesto del PG tiene razón cuando concluya (Tesis 18) diciendo que «cuenta habida de la envergadura de su objetivo, la puesta en cuestión del modelo productivista capitalista no puede ser fruto de una simple alternancia electoral y de decisiones tomadas por arriba». Efectivamente, esta puesta en cuestión no es posible más que mediante una gran movilización social. Una movilización de todos y todas, sean cuales sean sus convicciones filosóficas o religiosas. Un punto que, sin duda, tiene que ser debatido. Para nosotros, por ejemplo, no hay ninguna razón para que la lucha ecosocialista esté subordinada a la aceptación de la laicidad tal y como la concibe el PG. Esta condición va contra la unidad necesaria y urgente contra las catástrofes inminentes. La gestión del ecosistema Tierra sin estridencias es compatible con el fundamento humanista de todas las religiones, de todas las cosmologías. Basta que ellas luchen por reivindicaciones que emancipan a los hombres y mujeres en la práctica -en la Tierra, no en el cielo-; poco importa que crean en Dios o no.
La cuestión fundamental es que esta movilización vaya de la mano de una auto organización democrática. Imponer el control de las y los asalariados en las empresas, elegir los comités de huelga, ocupar la empresas en caso de huelga, crear comités de vecinos que exijan determinar ellos mismos los criterios y las prioridades de las municipalidades, apoyar las luchas de masas contra los proyectos tecnológicos delirantes (tales como Notre Dame des Landes), favorecer en todos los sitios los vínculos directos entre productores y consumidores para cortocircuitar la mediación del capital y el mercado, apoyar la lucha autónoma de las mujeres y de todos los oprimidos: ese es el camino.
El Manifiesto del PG da pasos importantes en esta dirección, evocando la «intervención continua de las y los asalariados en la gestión de las empresas» y de las «conferencias de participación popular para redefinir los criterios de utilidad social y medioambiental así como la articulación de las diferentes escalas» de la «planificación ecológica» (Tesis 13). Pero estas propuestas ganarían si fueran más precisas, ya que, de forma general, la perspectiva del Manifiesto es más estatista y centralizadora que autogestionaria y descentralizadora. No aborda la naturaleza de clase del Estado, otorga a la República francesa virtudes que no tiene y, por así decirlo, presenta una concepción «de arriba a abajo» de la emancipación socialista (Tesis 4: «la emancipación de la persona humana pasa por el reparto de la riqueza, la democratización del poder y la educación global»).
El camino a seguir es largo y difícil, está lleno de dificultades. Es el de la lucha por una alternativa anticapitalista. «Desde hace mucho tiempo el mundo sueña con una cosa de la que le bastaría tomar conciencia para poseerla realmente» decía Marx. Hoy en día, esa cosa es el ecosocialismo, sueño de una humanidad que le permitirá conservar colectivamente el jardín de la Tierra con alegría, prudencia y responsabilidad. No hay ningún atajo ni salvador supremo. La conciencia de la posibilidad concreta de esta cosa no puede forjarse mas que en la acción solidaria, en la lucha sin fronteras contra este sistema absurdo que lleva en sus entrañas la catástrofe ecológica y social al igual que la nube lleva la tormenta en las suyas.
11/03/2013
Daniel Tanuro
http://www.contretemps.eu/intervent…
Traducción: VIENTO SUR