9. Para matar el tiempo después de comer, examino los objetos contenidos en unos viejos baúles. Veo que hay docenas, si no cientos, de pagarés de personas que deben dinero a mi familia. Algunas de ellas están muertas y otras aún viven, pero, en todo caso, no hay esperanza alguna de que devuelvan el dinero. Sin decírselo a nadie, los apilo todos y los quemo, y alzo la vista al cielo para ver desaparecer el último rastro de humo. ¿Acaso no es esto la felicidad? (…)
13. Lleva lloviendo un mes entero, y estoy acostado en la cama por la mañana, como un borracho o un enfermo que se negara a levantarse. De repente oigo todo un coro de pájaros que anuncian un día despejado. Rápidamente descorro las cortinas, abro la ventana y veo el radiante sol que brilla y reluce, y parece como si el bosque acabase de tomar un baño. ¿Acaso no es esto la felicidad? (…)
16. Estoy bebiendo en una noche de invierno, y de repente noto que la noche se ha vuelto extremadamente fría. Abro la ventana y veo cómo caen suavemente copos de nieve casi tan grandes como la palma de la mano, y ya hay unos centímetros de nieve en el suelo. ¿Acaso no es esto la felicidad?
17. Cortar con un cuchillo afilado una sandía, de color verde intenso, sobre una gran fuente escarlata, en una tarde de verano. ¿Acaso no es esto la felicidad? (…)
20. Encontrar accidentalmente la carta manuscrita de un viejo amigo en un baúl. ¿Acaso no es esto la felicidad? (…)
25. Cuando una buena pieza de porcelana antigua se rompe, uno sabe que no hay esperanza de repararla. Cuantas más vueltas le das, examinándola, más te exasperas. Más vale entregárselo al cocinero, y dar órdenes de que nunca más aparezca esa taza rota ante mis ojos. ¿Acaso no es esto la felicidad?
26. Yo soy no un santo, y por lo tanto no estoy libre de pecado. Durante la noche cometí una falta, y cuando me levanto por la mañana me siento extremadamente incómodo al respecto. De repente me acuerdo de lo que el budismo enseña: que no encubrir los pecados de uno es lo mismo que el arrepentimiento.
Entonces me pongo a contar mi pecado a toda la gente que me rodea, ya se trate de extraños o de mis viejos amigos. ¿Acaso no es esto la felicidad? (…)
28. Abrir la ventana y echar a una avispa de la habitación. ¿Acaso no es esto la felicidad? (…)
30. Ver cómo el cable de una cometa se rompe. ¿Acaso no es esto la felicidad?[1]
Jin Shengtan (siglo XVII)
[1] Este crítico y erudito chino, de sensibilidad taoísta, vivió a finales de la dinastía Ming y recopiló sus “33 momentos de felicidad” mientras pasaba unos días de recogimiento en un templo, con un amigo, aislados a causa de la lluvia. Pueden consultarse en http://33moments.tumblr.com/ (traducción del inglés al castellano por Jorge Riechmann).