Hemos llegado ya al extremo del máximo disparate concebible, de la más demencial perversión de lenguaje y pensamiento: a ese puticlub con máquinas tragaperras llamado Eurovegas el presidente de la Comunidad de Madrid, ese tipo no elegido para tal cargo llamado Ignacio González, se atreve a caracterizarlo como “centro de referencia cultural de Europa entera” (citado en José Marcos, “De tierra baldía a megacasino”, El País, 10 de febrero de 2013).
O quizá el señor González va a tener razón a la postre, y es que en eso va a convertirse pronto la degenerativa cultura europea, cada vez más podrida de tittytainment y espectáculo.
No hace demasiado tiempo, Berlusconi reivindicaba su 68’5% de popularidad y afirmaba chulesco: “La mayoría de los italianos quiere ser como yo”. Y Gianpaolo Tarantini, el empresario de Bari que le organizaba las fiestas y le metía las chicas en la cama, declara al juez: “La prostitución y la cocaína son las claves para tener éxito en la sociedad”. Y lo espantoso es que, en esta sociedad, probablemente ambos tienen razón.
El fin es el éxito (cuantificable en euros y en goces); los medios son la prostitución y la cocaína. Tal sería el retrato moral de nuestra sociedad…