acostumbrados a lo peor

En Italia, cuenta Enric González unos días después de la muerte de Silvio Berlusconi, “descubrí dos términos. Uno, la dietrologia: muchos italianos, quizá la mayoría de ellos, consideran que detrás de cada acontecimiento hay una historia y una explicación que permanecen ocultos al público. Otro, el Grande Vecchio, una figura todopoderosa y desconocida que supuestamente maneja en secreto la realidad que hay detrás de los hechos aparentes. Sentado a la mesa ante Silvio Berlusconi, en una de las salas de Palazzo Grazioli, era imposible no pensar en esas cosas. Berlusconi se levantaba, cantaba un momento, contaba un chiste, volvía a sentarse, bromeaba sobre sí mismo, reía. Y uno se planteaba una pregunta: si ‘el Grande Vecchio’ se viera por alguna razón forzado a salir a escena, ¿cómo camuflaría su auténtica identidad? El disfraz de payaso resultaba una hipótesis verosímil…”[1]

“Berlusconi nos acostumbró a lo peor”, escribe Roberto Saviano.[2] En buena medida, ahí seguimos aún. Soñábamos con que Gramsci y Berlinguer definieran el siglo XX en Italia… Pero lo hicieron Mussolini y Berlusconi.

 

 

[1] Enric González, “Almuerzo con Berlusconi, el hombre que cambió Italia y el mundo bajo un disfraz de bufón”, eldiario.es, 15 de junio de 2023; https://www.eldiario.es/internacional/almuerzo-berlusconi-hombre-cambio-italia-mundo-disfraz-bufon_129_10298209.html

[2] “Berlusconi nos acostumbró a lo peor, a las leyes ad hominem, desde los decretos Berlusconi del Gobierno Craxi en los años ochenta, que iban a regular temporalmente la radio y la televisión, hasta las que sólo servían para que Berlusconi pudiera defenderse, no como acusado en los juicios, sino de la propia justicia. Berlusconi incluyó en las listas de los partidos que dirigía y llevó al Gobierno a personas cuya relación con las organizaciones criminales que han martirizado al país quedó demostrada posteriormente. Algunos de los más leales, como Marcello Dell’Utri (fundador de Forza Italia) y Nicola Cosentino (que fue nada menos que subsecretario de Economía en el mismo Gabinete de Berlusconi en el que Giorgia Meloni fue ministra de Política Juvenil), han acabado condenados por complicidad con asociación mafiosa, lo cual dice mucho de la despreocupación con que Berlusconi seleccionaba a los líderes pertenecientes a su ámbito político. Con Berlusconi no acaba nada, porque los hombres y mujeres que crecieron políticamente e hicieron carrera con él siguen en el Gobierno. Y no acaba nada porque estos hombres y mujeres van a gestionar una cantidad inimaginable de dinero, la avalancha de financiación del PNRR (Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia), que será difícil de controlar, con los escasos espacios informativos democráticos que quedan en Italia. Esto es obra de Berlusconi, que demostró que todo el mundo tiene un precio, que se puede comprar a todos, que la realidad y la verdad dependen solo de cuánto se quiera gastar para cambiarlas, reescribirlas y reinventarlas. Poder contar las mentiras más absurdas, como el asunto de la supuesta sobrina de Mubarak, la menor detenida mientras estaba al cuidado de la higienista dental de Berlusconi y después consejera regional por el PdL Nicole Minetti. Berlusconi convirtió la política italiana en algo impensable, estrictamente personal, profundamente suyo. Todo parecía pertenecerle, y de ahí la gran hipocresía: se atribuyó a sí mismo una reputación de gran liberal, pero hoy, treinta años después de su entrada en política, puede decirse que destruyó por completo la cultura liberal italiana y compró el pensamiento libre. (…) Berlusconi muere y deja detrás un país con la política destruida. No seguimos recogiendo escombros, porque a estas alturas ya nos han sepultado”. Roberto Saviano, “Berlusconi deja un país con la política destruida”, El País, 13 de junio de 2023; https://elpais.com/opinion/2023-06-13/berlusconi-deja-un-pais-con-la-politica-destruida.html