agamben y el coronavirus: equivocarse acertando

https://www.chronicle.com/article/Giorgio-Agamben-s/248306

https://www.chronicle.com/article/Giorgio-Agamben-s/248306?key=z5yodZPXH1-Hi8hgwdp9akWH-jXrno6FVQZE24qkIFpuxgIOSVaMjuRtSAg7_lBhSjNkRkZwNTBOR1RVbUlDYWFwc0VzOU93TXZka2U1QVJRUkFwZGJhdElSbw&cid=wsinglestory_41_1&fbclid=IwAR3g67ghodcyGmnV3_q9OFqTKh83Hvn3DRUL2CuVNHUDBP1QN-L-Oo9yUvM

Anastasia Berg, creo, tiene razón tanto en la línea general de la crítica a Agamben (la respuesta «asiática» y «europea» frente a la crisis sanitaria ocasionada por la enfermedad del coronavirus, Covid-19, es adecuada) como en cuestiones de detalle (esa respuesta no se dirige a la preservación de la «nuda vida» cuasi-zoológica de personas deshumanizadas).

Puede que la respuesta alternativa, por desgracia, la ensaye con extremo darwinismo social el gobierno de Trump en EEUU: https://twitter.com/radio5_rne/status/1242576064578293760

Dejar morir a cientos de miles, o millones, de nuestros conciudadanos y conciudadanas más vulnerables… Se trata de nuestra abuela, o nuestro tío diabético, o nuestra prima debilitada por un tratamiento oncológico: inaceptable. (Atención: sólo enunciarlo en estos términos nos debería llamar la atención sobre las vulnerabilidades sistémicas que normalmente damos por sentadas: Norte y Sur globales. En el business as usual, rutinariamente, asumimos ese «dejar morir» a escala planetaria.)

Así que Agamben se equivoca. Y sin embargo, también está llamando la atención sobre algo importantísimo (a veces hay yerros acertados, podríamos decir). Lo reconoce la propia Berg: «La respuesta a la epidemia exige grandes sacrificios de nosotros como individuos y de la sociedad en general. Además, y dejando de lado la paranoia conspirativa, existe un riesgo real de que el virus disminuya la resistencia pública a las medidas políticas que amenazan el autogobierno democrático: un mayor uso de la vigilancia, la expansión de los poderes ejecutivos y las restricciones a la libertad de movimiento y de asociación».

Agamben está señalando hacia una dimensión trágica y muy real de la crisis que nuestras sociedades, en general, no están percibiendo. En la respuesta a la crisis del coronavirus, podemos perder elementos muy importantes de lo que hace una vida humana digna de ser vivida. Las derivas hacia un «capitalismo de vigilancia» (megacorporaciones privadas aliadas con Estados fuertes) nunca han sido tan peligrosas como hoy.

https://www.technologyreview.es/s/12034/aceptemoslo-el-estilo-de-vida-que-conociamos-no-va-volver-nunca?fbclid=IwAR3fWuvje8LUFfgTjWeo1Rln2PgAePHDTpKIyGaCrsfUe1TBPXhhmHRhfso

No sólo eso: el salto adelante en la digitalización de nuestras sociedades que propicia la crisis sanitaria del coronavirus no nos hará abordar en mejores condiciones las otras dimensiones de esta «crisis que no acabará nunca» (Antonio Turiel), sino lo contrario: la digitalización funciona como aceleradora del capitalismo y del desastre antropológico que éste genera. Nos hace chocar con más fuerza contra los límites biofísicos del planeta Tierra, y nos hace peores como seres humanos. La respuesta adecuada frente a la catástrofe climática, a la crisis energética, a la Sexta Gran Extinción, no tiene que ver con sociedades de control digitalizadas. Pero estamos lejos de verlo, como sociedad.