algunas notas adicionales sobre “colapsismo”

algunas notas adicionales sobre “colapsismo”

(Texto previo: http://tratarde.org/unas-pocas-observaciones-sobre-colapsismo/ )

 

 

  1. A medida que la crisis ecosocial objetivamente se agrava, nuestras perspectivas de futuro se ensombrecen, y las consecuencias de esa crisis multidimensional afectan a más facetas de la vida cotidiana de la gente incluso en los países centrales del sistema, arrecian las campañas contra el pesimismo. Las tenemos en los medios orgánicos con este sistema de dominación, como El País, que nos invita a entregarnos a los “nuevos optimistas” como Steven Pinker, Matt Ridley o Johan Norberg;[1] las tenemos en nuevas (y viejas) derechas “sin complejos”, como Isabel Díaz Ayuso, quien nos alecciona con edificantes discursos: “Todas las generaciones tienen sus propios desafíos, sus propios problemas. No hay que caer en la desesperanza como buscan normalmente los totalitarios para dirigir, para entristecer y por tanto para dirigir”.[2]

 

  1. Quienes desde sectores próximos al ecologismo están desarrollando, estos meses últimos, una constante campaña contra el pesimismo son básicamente compañeros integrados en el proyecto político de Más Madrid/ Más País (o muy cercanos al mismo). Entre ellos, y de forma destacada, mi amigo Emilio Santiago Muíño, quien expone sus tesis en un trabajo extenso publicado en la web de Contra el Diluvio (que en lo que sigue abreviaré NTDC).[3] En mi opinión, lo que está aquí en juego es mucho más una disputa política que teórica.[4] En la forma clásica que ya plasmó Maquiavelo en cierto paso de sus Discorsi:[5] antes de la batalla, un general romano consulta a los augures para saber por dónde pueden ir las cosas, y el escrutinio de las vísceras de los animales sacrificados arroja resultados desfavorables. Sin embargo, transmite a sus tropas el mensaje contrario, pues ¡hay que entrar en combate confiando en la victoria!

 

  1. El largo artículo de Emilio (NTDC) puede resumirse en una frase: los pesimistas estorban. Vale. Parece que también lo dijo Churchill: “Soy optimista, pues no parece muy útil ser otra cosa” (lo cita así Rosa Montero, alguna vez). Está bien, pero yo rogaría que por favor no confundamos las arengas a nuestras tropas con los resultados del examen racional de las circunstancias. El tiempo se acaba, nos dice el PNUMA (es decir, NN.UU. sintetizando una enorme cantidad de información científica),[6] pero el “anticolapsismo” insiste: no me angustie usted a la gente… Hemos examinado aquellas vísceras y ¡tenemos bastante tiempo por delante!

 

  1. “La desesperanza es un lujo que no podemos permitirnos” es una buena consigna, pero a mí sólo me sirve si va de la mano con esta otra: “y el autoengaño tampoco”.

 

  1. Nos resignamos con demasiada facilidad a lo inexorable, sugería la poeta Elizabet Bishop en una observación sobre poesía que podemos extender a otros ámbitos (también a la acción política). “Oh, yo considero que todo es inexorable, todo tipo de horrores, pero no puedo tomarlo como atajo cada vez, por así decirlo”.[7] A mí no me sirve el “lo hicimos porque no sabíamos que era imposible”. Más bien: sabemos que es imposible, y nos ponemos a hacerlo.

 

  1. “Hasta hace muy poco el ecologismo no se ha visto en la tesitura práctica de ejercer poder” (NTDC): tampoco ahora, por desgracia. Donde se ha llegado a ejercer poder ha sido al precio de una desnaturalización de tal calibre que no cabe pensar en términos de continuidad. No hablamos de una evolución pragmática, sino en una completa ruptura con lo que alguna vez se fue: el caso más espectacular (y políticamente relevante) es el de Die Grünen, el partido verde alemán, que conozco bastante bien (le dediqué una tesis doctoral a comienzos de los años 1990). El partido se deshizo de sus elementos ecosocialistas (un proceso ya casi concluido cuando publiqué en 1993 mi libro Los Verdes alemanes, a partir de aquella tesis doctoral, en la granadina editorial Comares) y se convirtió al eco-liberalismo. Comparar sus orígenes ecopacifistas con su militarismo pro-OTAN de hoy, y su desenfadada apología del capitalismo verde, produce sonrojo y desolación. Pero éste es el modelo al que nos remiten compañeros como Florent Marcellesi y Emilio cuando insisten en que “la ecología política española tiene el reto de pasar del esencialismo al constructivismo, del nicho a la transversalidad, de la protesta a la propuesta y del catastrofismo a la esperanza. Es decir, aprovechar la oportunidad de dejar de ser la resistencia ecologista para estar en condiciones de liderar la nueva hegemonía verde” (NTDC). No es que “nos situemos voluntariamente en una posición de derrota” (NTDC), sino que asumimos (sin resignación) una derrota muy real y nos negamos a travestir las derrotas en imaginarias victorias.

 

  1. Asevera Héctor Tejero: “No hay ningún colapso asegurado o muy probable en el horizonte, ni a corto ni a largo plazo”.[8] Sostiene Andreu Escrivá: “No nos vamos a extinguir (y menos por el cambio climático)”.[9] A mí me llama la atención el determinismo con que se exhiben estas certezas, ¡especialmente cuando uno de los reproches que habitualmente se ha dirigido a los “colapsistas” es su tendencia a un determinismo fuera de lugar! Vaya, resulta que al final sí tenemos bola de cristal para predecir el futuro, y está en manos de estos “anticolapsistas”…

 

  1. Es muy revelador el comentario que dedica Emilio al informe The Limits to Growth de 1972. Dice así: “World 3 es un modelo global que no atiende a diferenciaciones regionales. Cualquier noción de colapso que se emplea en sus escenarios solo puede ser intuitiva, porque es macroscópica, y no se hace cargo del margen de acción de la geopolítica y de la diferente capacidad de reacción de los Estados-nación. ¡Y aquí no podemos confundir el deber ser moral y el ser analítico! Que el correctivo ecológico debiera ser justo, y no reproducir las asimetrías de poder del mundo realmente existente, no significa que podamos hacer buenos análisis de lo que cabe esperar sin considerar las cosas tal y como son. Y las cosas tal y como son parten de constatar que bajo el paraguas de eso que se llama colapso, en nuestras realidades políticas extremadamente desiguales, unas partes del sistema mundo que estudia el World 3 pueden prosperar a costa de que otras colapsen más profundamente. Lo que invalida el término colapso y exige otras categorías (colonialismo climático, apartheid ecológico, ecofascismos, eco-exclusión, exterminismo… categorías todas ellas que movilizan otras disposiciones estratégicas diferentes a la del colapso)” (NTDC). Atención a lo que se está sugiriendo: podemos ciertamente tener colapso a escala mundial (con derrumbe de la producción de alimentos, contaminaciones disparadas, genocidio de miles de millones de seres humanos, etc.), pero mientras algunos Estados-nación logren seguir adelante un tiempo a costa del mundo natural y de la mayoría de la humanidad, ¡prohibido hablar de colapso! Insisto: esta noción de colapso es tan idiosincrásica (y colonial) que haremos bien en rechazarla.

 

  1. “Rápido” o “lento” son términos relativos a un sistema de referencia. “Para referirse a algo que pueda durar mucho tiempo, podemos hablar de decadencia o de declive”, leemos en NTDC. Parece que a Emilio “mucho tiempo” se le ha convertido en apenas unos pocos decenios (lo cual es un proceso rápido en términos de historia humana, y rapidísimo para la biografía de la Tierra). Este colapso del sentido temporal revela que se está usando el sistema político como referencia[10] ⸺lo cual tiene sin duda sentido si lo principal que se propone uno es ganar elecciones, pero resulta extremadamente reduccionista y antropocéntrico. (Y superar el antropocentrismo extremo de la cultura hoy dominante es necesario, si la humanidad ha de tener algún futuro en la Tierra.)

 

  1. Emilio define en ciertos momentos que “el colapsismo es una corriente ideológica que considera el colapso ecológico de la sociedad industrial como algo seguro o al menos altamente probable”[11] (por cierto, hace algo de trampa cuando incluye a Ernest Garcia en su equipo: Ernest es “colapsista” en ese sentido). Y afirma también que “la preeminencia del discurso colapsista en el debate público alimentará, en una proporción cien o mil veces mayor, el nihilismo y el cinismo de época” (NTDC). Esa exageración requeriría pruebas que nuestro amigo nos hurta.

 

  1. No, es cierto: no creo que Íñigo Errejón en el Gobierno fuera a ser más transformador que Teresa Ribera.

 

  1. “Jorge habla en su texto, de forma muy desafortunada, de niños malcriados. Tampoco lo merece, pero este epíteto creo que más que a nuestro pueblo se ajustaría mejor al maximalismo irresponsable de cierto ecologismo que maneja un cuadro de la realidad política profundamente fantasioso” (NTDC). Sólo puedo manifestar mi desacuerdo profundo. La expresión “niños malcriados”, si tiene algún problema para definirnos como sociedad, es que se queda corta. Tenemos algún problema si la necesidad de halagar a nuestros votantes nos impide hacernos cargo de la realidad… No se puede pedir a nadie santidad: pero que no se deje caer a lo peor de sí mismo, sí podemos pedirlo. Y por desgracia, como sociedad, llevamos decenios en ese dejarnos caer: consintiendo convertirnos en materia corrupta (Maquiavelo otra vez) por acción y omisión. Somos simios averiados que tienen la opción, y la capacidad, de rehacerse: por eso hablamos (con Gramsci… y con Ortega y Gasset) de reforma intelectual y moral. No y no, amigo Emilio: haber sufrido no da derecho a hacer sufrir. Conviene distinguir entre moralismo y autoexigencia. Sobre todo cuando nos hemos convertido en el ser peligrosísimo que somos (cada vez más peligroso para nosotros mismos y para casi toda la vida en el planeta Tierra). Esa exigencia ética tiene contenidos distintos en diferentes momentos históricos… y hoy es una exigencia muy fuerte, por desgracia (porque estamos viviendo un momento histórico absolutamente excepcional, quizá incluso el momento terminal de la historia humana).

 

  1. “Éste no es un debate que busque que nadie abandone nada, sino que busca compensar, contrapesar y diversificar”, escribe Emilio (NTDC). Pero el mismo título de su texto desmiente aquellos propósitos: si heterodefinimos al otro equipo como “colapsista”, y a continuación insistimos en que “no tenemos derecho al colapsismo”, está bastante claro a quién se trata de callarle la boca.

 

  1. Emilio caricaturiza mi posición, y parece olvidar buena parte de mi trabajo, cuando escribe que “hechos como la reforma del mercado energético o la mutualización de la deuda son transformaciones en curso que deberían estar en el centro de nuestras reflexiones ecosocialistas. Sin embargo, es significativo que para encontrar un ecologista que trabaje estos temas haya que acudir a la magnífica newsletter de Xan López, Amalgama, mientras que el filósofo más importante del ecologismo no solo en España, sino uno de los más importantes en lengua castellana, Jorge Riechmann, trabaja sobre ética gaiana”. Estupendo trabajo el de Xan López, que yo también aprecio, pero ¿es que he dedicado todos mis esfuerzos a la ética gaiana en el último decenio? En fin: repase quien quiera mi bibliografía, preferiblemente sin olvidar libros como Ecosocialismo descalzo y Otro fin del mundo es posible. E infórmese Emilio un poco mejor: incluso sin salir de Ecologistas en Acción, hallará no pocos ecologistas que trabajan sobre los temas de economía política que ciertamente merecen atención (algunos/as desde organizaciones cercanas como el ODG, Observatorio de la Deuda en la Globalización). En lo que me toca más de cerca, la Universidad Socioambiental de la Sierra (uno de cuyos co-organizadores soy) dedica cada última semana de junio una parte considerable de su tiempo y esfuerzo a esas cuestiones.

 

  1. ¿Soy reo de “ecologismo apocalíptico” y “tremendismo moral”? Bueno… Que cada cual se informe y juzgue a partir de las palabras y los hechos. Parece que Emilio, “excolapsista”, se siente incómodo con su pasado reciente.[12] Los “arrepentidos” suelen pasarse de frenada, reaccionando contra sus propias posiciones anteriores más allá de lo que la racionalidad argumental aconsejaría. Me temo que eso le ha sucedido a mi amigo Emilio, estos últimos años. Como cuenta él mismo, la crisis de 2008, con su alza brutal de precios del petróleo, alimentó sus ilusiones de que “el colapso era inminente. Pero no llegó el colapso, llegó el 15M…”[13] Bien: como alguien que no creyó en esa clase de colapso inminente, no tengo necesidad de sobrerreaccionar ahora como (en mi opinión) lo hace él.

 

  1. Quiero insistir (antes de concluir estas notas) en el punto décimo de mi texto anterior, porque me parece el más importante de todos. El capitalismo es una máquina de externalizar daños e impactos. Como nos hallamos en situación de extralimitación ecológica (eso que los anglosajones llaman overshoot), pero vivimos (aún) en el centro del sistema, conservamos capacidad para desplazar elementos de colapso hacia las periferias (y lo hacemos todo el tiempo). Hacia los tres tipos de colonias (en sentido lato) de que suele hablar la pensadora ecofeminista Maria Mies: la naturaleza, los pueblos del Sur global, las mujeres. Así, empecinarnos en continuar la trayectoria de “progreso” industrial que hemos conocido en el pasado reciente (durante un tiempo muy breve en términos históricos) por esta vía de “externalizar” daños e impactos puede prolongar un poco nuestra desastrosa trayectoria (lo está haciendo), pero al precio de dañar aún más profundamente las opciones de miríadas de seres vivos (entre ellos, muchos millones de seres humanos) ahora y en el futuro.

 

  1. Dicho todo lo cual, de nuevo: cuando debato con amigos como Emilio sobre estas cuestiones, siempre comienzo y termino diciendo que ojalá sea yo quien se equivoque con la clase de análisis y previsiones sombrías ahora rechazada como “colapsismo”.

 

 

[1] Álex Martínez Roig, “Contra el catastrofismo”, El País, 30 de octubre de 2022.

[2] https://twitter.com/ElHuffPost/status/1584498220658413568

[3] Emilio Santiago Muíño, “No tenemos derecho al colapsismo. Una conversación con Jorge Riechmann (I)”, Contra el Diluvio, 1 de noviembre de 2022; https://contraeldiluvio.es/no-tenemos-derecho-al-colapsismo-una-conversacion-con-jorge-riechmann-en-dos-partes-emilio-santiago-muino/

[4] Como señala por ejemplo Yayo Herrero: “Hay mucha gente que desde hace tiempo viene trabajando y advirtiendo, bastante en soledad y con mucha desesperación, muchas de las cosas que están sucediendo y que, realmente, están pasando. Del otro lado, en un plano distinto, están quienes se enfocan más en dinámicas del Green New Deal, que plantea que hace falta una institucionalidad que vaya abordando parte de estas problemáticas. Cuando miramos el plano de la ciencia, la ecología nos plantea que efectivamente existen potencialidades para que se den colapsos ecológicos. Es decir, que los ecosistemas entren en una pirámide de declive y destrucción que realmente llevan al colapso de ese funcionamiento anterior. Tanto los informes del IPCC como los informes del IPBES sobre pérdida de biodiversidad hablan de esta posibilidad. Hay otras personas que hablan del colapso de la civilización, que no se refiere al colapso de la población ni de la explosión del mundo. Se refiere a la imposibilidad de que la civilización industrial capitalista de los últimos años, basada en la extracción de materiales y en el crecimiento de la producción, se pueda mantener. La advertencia es que esta forma de funcionar como sociedad va a ser difícil que se mantenga. Quienes hablan de todo esto lo están haciendo con mucho rigor. Otra cosa distinta es que haya sectores que se organizan para participar de la contienda electoral que puedan decir ‘no quiero utilizar la palabra colapso porque creo que me va a quitar votos’. Eso depende del planteamiento y del debate interno que tenga cada grupo electoral. En mi opinión, que no estoy en la contienda electoral, creo que si la mayoría de la gente no es consciente del problema que tenemos, plantear las medidas que se necesitan va a ser muchísimo más difícil. En cualquier caso esto ya no entra dentro del campo científico, entra dentro de la especulación del deseo totalmente legítimo con el que un partido político se presenta dentro de unas elecciones”. Herrero, “Algunos sectores progresistas tienen miedo de hablar de la gravedad de la crisis ecosocial por la pérdida de votos” (entrevista), 28 de octubre de 2022; https://www.lapoliticaonline.com/espana/entrevista-es/algunos-sectores-progresistas-tienen-miedo-de-hablar-de-la-gravedad-de-la-crisis-ecosocial-por-la-perdida-de-votos/

[5] Pido disculpas por citar de memoria: al escribir estas líneas estoy fuera de casa, sin acceso a mi biblioteca.

[6] PNUMA/ UNEP, La ventana de oportunidad se está cerrando: la crisis climática exige una rápida transformación de las sociedades (informe sobre la Brecha de Emisiones 2022), Nairobi, octubre de 2022; https://www.unep.org/emissions-gap-report-2022 ; https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/40932/EGR2022_ESSP.pdf?sequence=13

[7] Citada por Joan Margarit en Nuevas cartas a un joven poeta, Barril Barral Eds., Barcelona 2010, p. 27.

[8] https://twitter.com/htejero_/status/1578303741799051265

[9] https://twitter.com/AndreuEscriva/status/1586414712656482304

[10] No digo nada aquí que no diga el propio Emilio: “Un argumento común en los debates sobre el colapso es que no importa la fecha sino la tendencia. ‘Cinco o diez años no importa demasiado’, me dice muchas veces Luis González Reyes en los numerosos y enriquecedores debates que tenemos al respecto. Pero cinco años es lo que separa la proclamación de la República del inicio de la Guerra Civil. Ocho años, el fin de la República de Weimar con el ascenso de Hitler y el inicio de la Solución Final. En política, un lustro es un universo. Lo que puede estar en juego en cinco años lo es todo. Este es un síntoma de uno de los peores efectos del colapsismo, que es lo que tiene de autocastración política para el ecologismo” (NTDC).

[11] https://twitter.com/E_Santiago_Muin/status/1557868346720280580

[12] https://twitter.com/E_Santiago_Muin/status/1557872660217995264

[13] https://twitter.com/E_Santiago_Muin/status/1557872688630308864