Sí, quizá haya que ser anarcopitecos, como pretendía el joven Carlos Edmundo de Ory, braceando en el siniestro Madrid franquista como quien tiene que salvarse del maelstrom. Y es que se masca la tragedia –pero no se traga ni se escupe. Sin afiladas herramientas de compensación ¿quién logrará esquivar las alas de la Gran Desdicha? De acuerdo, querido hermano Ilucha, estamos aquí para ayudarnos unos a otros, pero por favor, de una vez ¡córtale la cabeza a la autoconmiseración!