Si hubiera que cifrar en una sola palabra los males que corroen el vínculo social en las sociedades tardocapitalistas, probablemente sería ésta: indiferencia. Cuando volvemos los ojos para no ver el dolor del otro, de la otra; cuando negamos nuestra participación en los asuntos públicos que la requieren; cuando no nos comprometemos con la construcción de los bienes comunes, estamos erosionando el tejido social -y también nos estamos autodestruyendo, aunque no tengamos demasiada conciencia de ello. Si hubiera que cifrar en sólo un sintagma lo que ha supuesto Kairós para el campus de la UAM, en tiempos tan difíciles como los que estamos viviendo, yo propondría: lo contrario de la indiferencia. Ese espacio autónomo y autogestionado no debería ser clausurado en un golpe de autoridad que, si llegara a ejecutarse, se mostraría pronto como desproporcionado y poco inteligente.
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(Escribe una compañera del colectivo Kairós:
«…Han sido cuatro meses de trabajo e ilusión. Hemos podido ver como un espacio destartalado y polvoriento se ha transformado en un centro social vivo, abierto y, para muchos de nosotros, como un segundo hogar en la universidad. Como ya os contamos cuando visitasteis, las relaciones con el gobierno de la universidad siempre fueron tensas. Continuando en esta misma línea recientemente se ha proyectado tomar medidas inminentes, acordando en el Consejo de Gobierno de la UAM el desalojo de Kairós, espacio-tiempo social okupado autogestionado. Nos han llegado informaciones de que existe ya una fecha elegida para el desalojo, que no conocemos con precisión pero que sabemos será a finales de julio…»)
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