Para Marta, que leía a Georges Bataille
“No es casualidad si, en un período histórico en el que las mujeres comienzan a ver reconocidas sus antiguas rivindicaciones ilustradas de los derechos, surge un nuevo discurso sobre la identidad viril que exalta la violencia de la transgresión [a la manera de Georges Bataille]. La oposición entre una jurisprudencia que manifiesta cada vez menor tolerancia ante la violencia sexual y la cuasi perpetua exhibición de ésta en las producciones de la cultura del ocio puede ser entendida como política de resistencia patriarcal o simple compensación fantasmática. Quizá sea ambas cosas a la vez.
Cuando las mujeres comienzan a acceder al estatuto de sujeto, se anuncia que éste se disgrega en infinitos fragmentos dispersos e incoherentes. Cuando la Mujer-Naturaleza maternal rousseauniana ha sido impugnada, se la sustituye por la Mujer-Naturaleza maldita de Bataille. En la sociedad competitiva del capitalismo de consumo, la antigua figura de la seductora rejuvenece en los rasgos de la audaz transgresora. Transgresión pero no revolución.
Esta pseudoigualdad transgresiva no es sino la adopción acrítica de un modelo androcéntrico. (…) Ante esta situación, la ética y la filosofía política feministas han de reivindicar la igualdad entre los sexos, pero proceder también a una crítica del androcentrismo. Ambas tareas, si son entendidas como proyectos excluyentes, encierran ciertos peligros. Así como las éticas del cuidado pueden derivar en el conformismo y en la exaltación de virtudes producidas por el sometimiento, la asunción acrítica de una transgresión pseudoliberadora implica la aceptación de valores que esconden un subtexto de género. Su análisis nos muestra que desertar de las filas de una razón y una moralidad que comienza a respetarnos como individuos no es, probablemente, nuestra mejor opción.”
- Alicia H. Puleo: “Moral de la transgresión, vigencia de un antiguo orden”, Isegoría 28, Madrid 2003, p. 250-251.