Vine a Santander para rendir homenaje a René Char, al alimón con su amigo el hispanista Jean Andreu (presentamos entre los dos la traducción que hice de Cantos de la Balandrane, recién publicada en Icaria con la colaboración del Aula de Letras de la Universidad de Cantabria: gracias Jesús Ortiz, gracias Anna Monjo, gracias Ana de la Robla), y aprovechamos el viaje también para presentar Futuralgia en la Librería Gil, bajo los arcos de la Plaza Pombo.
Fernando Abascal evocó la etimología de buscar: adentrarse en el bosque. Uno se deja vagar entonces por la “espesura de las ciudades” (Brecht), por los “bosques de símbolos” de Baudelaire, y también por el bosque a secas: ese bosque que estamos empobreciendo, talando, devastando –así perdemos el bosque, así nos perdemos y dejamos de poder acceder a ese lugar de búsquedas… Por su etimología, se sabe, “humano” está cerca de humus.
Hay quien ha leído Futurología en vez de Futuralgia… Curioso, asomarse a lo que hacen los futurólogos: apenas se ocupan de otra cosa que de tecnología, prediciendo un mañana radiante (según su deformada idea del asunto) que por lo demás apenas tiene posibilidades de realizarse. (Es gente que sólo parece bajarse del avión para disertar con su power point: Brian David Jonson, futurólogo de Intel, dice que sólo pasa tres días al mes en su oficina de Portland. El resto del tiempo se dedica a viajar por el mundo entero.)
La cultura dominante prohíbe pensar el futuro en términos de cambios sociales, culturales, económicos… Sólo parece permitido anticipar el cambio del Igadget4 a la nueva y mejorada versión Igadget5. No podemos ceder a esa tecnolatría.