Uno de los aspectos más problemáticos e impresionantes de la cultura dominante, que hoy prevalece a escala global, es la ruptura del contrato intergeneracional. En ninguna otra sociedad, a lo largo de esa historia de Homo sapiens que dura más de ciento cincuenta mil años, ha existido este canibalismo de la generación actual respecto a la de los hijos, los nietos y más allá. Se trata de una “dictadura del presente a costa del futuro”, sobre la que insiste, con razón, Harald Welzer: “La cultura del TODO SIEMPRE consume el futuro de quienes han tenido la mala suerte de nacer después que usted”.[1] Sin duda que esto tiene que ver con el proceso de individualización anómica que caracteriza a la Modernidad euro-occidental y con el desarrollo de una estructura productivista-consumista con rasgos totalitarios: pero saberlo no hace que disminuya la gravedad del problema.
¿No sería posible apelar al amor maternal y paternal para frenar la destrucción del mundo? Si hubo por ejemplo un movimiento de Madres Contra la Droga que se rebelaba contra el futuro carcomido que se estaba preparando para los hijos e hijas, ¿no cabría hoy impulsar un movimiento de Madres y Padres Contra el Apocalipsis Climático y la Devastación Ecológico-Social? ¿Qué sentido tiene que todos esos seres humanos que se reproducen hagan toda clase de sacrificios para proporcionar a sus vástagos la mejor educación posible, y al mismo tiempo sean tan ciegos a cómo estamos minando la base natural de cualquier posibilidad de vida buena –e incluso e vida a secas- para las generaciones venideras?
[1] Harald Welzer, Selbst denken –Eine Anleitung zum Widerstand, Fischer, Francfort del Meno 2013, p. 131 y 53. Ver también p. 21 y ss.