«Resultó que nuestro instinto de supervivencia como especie es muy flojo (se sabía, porque desde la antropología se tenía claro, pero no imaginé cuán poco), y tampoco nos movemos ni por los más mínimos de la racionalidad de la que tanto presumimos cuando nos comparamos con los otros seres vivos (se sabía, porque desde la sociología y la psicología se tenía claro, pero no imaginé cuán poco). (…) En realidad nos comportamos insolidariamente por nuestra gran capacidad de terminar haciendo lo que creemos; como dicen genialmente Durán y Reyes en En la espiral de la energía: “vemos lo que creemos” bajo el dictado de nuestra cultura incluso por encima de nuestros instintos, genes o como quieran llamarlo (esa libertad paradójicamente es la que hoy nos hace menos libres, incapaces hasta ahora de elegir la vía solidaria)…»
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