la quintaesencia de la política

La quintaesencia de la política, ha dicho Massimo Cacciari (quien fue alcalde de Venecia en 1993-2000 y luego en 2005-2010), no es la guerra, sino cómo evitarla.[1] Hoy debemos ampliar esa mirada a la guerra contra la naturaleza que mantienen las sociedades industriales.

 

[1] Massimo Cacciari, “Europa, el único puente imaginable” (discurso de inauguración del Dènia Festival de les Humanitats 2024), en La maleta de Portbou 69, marzo-abril de 2025.

un mes en venecia con diversas actividades (entre ellas, conferencia el 14 de octubre)

Mañana subiré al tren en la estación de Atocha para emprender camino hacia Venecia (cambiando de convoy en las estaciones de Marsella, Niza, Ventimiglia y Milan). La universidad pública de la Ciudad Serenísima, Ca’ Foscari, me ha invitado a un mes de residencia como escritor dentro del programa WATERWAYS (gracias a la amabilidad del profesor Alessandro Mistroarigo). Tendré alguna obligación docente, alguna otra de escritura, y varias conferencias públicas, entre ellas la plenaria de apertura de un congreso universitario sobre geografías culturales iberoamericanas, el 14 de octubre:

sobre la destructividad de los macroeventos deportivos

¿La Vuelta Ciclista a España en el Alto de Guarramillas (Sierra de Guadarrama), o en el Parque Nacional del Teide?[1] Yo, que escribí El socialismo puede llegar sólo en bicicleta, sé también que todo lo humano es susceptible de deformación por hybris. Basta con prolongar cualquier trayectoria un poco más allá, sólo otro poco más allá, y se vuelve desatino. Sobre todo cuando el omnímodo sistema de la mercancía coloniza las mentes, los barrancos y los afectos.

 

[1] “No permitiremos que el Teide se convierta en un parque temático”, han advertido Canarias Tiene Un Límite y ATAN (la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza), que rechazan el nuevo PRUG del Parque Nacional. Véase Europa Press, “Ecologistas prevén llevar ante la Justicia el nuevo PRUG del Teide”, Diario de Avisos, 3 de octubre de 2025.

Señala también ATAN: “El nuevo PRUG es una total regresión para la conservación. Se autorizan actividades que hasta ahora estaban prohibidas por afectar negativamente a la conservación, como las carreras Blue Trail, Vuelta Ciclista a Tenerife y la Vuelta Ciclista a España y la Teide 360º, que implican un elevado número de participantes y espectadores y afectan a zonas de uso restringido. (…) No se tiene en cuenta que el excesivo número de visitantes es la consecuencia lógica de un modelo turístico que promociona aumentar sin límites el número de visitantes de la isla y, lógicamente, la mayoría quieren ir al lugar más simbólico: el Teide”.

¡antidio!

Y de golpe Antidio: Antidio Cabal.[1] Insólita cerebración, exposición de lo incompleto necesario, atención extrema a la verruga y al delfín. ¡Qué sacudida! ¿Cuántos Antidios y Antidias quedarán por descubrir? ¿Tendrá uno tiempo vital para ello?

¿Cómo, a la vez, tanta imprevisibilidad y tanta necesidad? Gritar ¡antidio! como un conjuro infalible.

Antidio que descubrió al gran Sócrates y se volvió presocrático. (El padre de Antidio Cabal se llamaba Antidio Cabal, ¿era también presocrático?)

Campo nublo se compone de 813 textos –llamémoslos poemas en prosa, de acuerdo. ¿Por qué estamos seguros de que no podrían ser ni uno más, ni uno menos?

Antidio es un psicotrópico. (¿Sería la antidina sintetizable como principio activo?)

Qué bien se está cuando se empieza a no estar. Antidio nos espera, a la postre, en su campo soleado.

¡Cuánto Heráclito en Antidio –y viceversa!

Qué no daría uno por escuchar las conversaciones nocturnas entre Antidio Cabal y Antonio Gamoneda, en aquel encuentro “La Laguna en poesía”, en 2004.

Ojalá encontrar el ejemplar de Wittgenstein del libro de Antidio, con los subrayados y las notas de lectura del autor del Tractatus.

Imaginamos a Antidio Cabal y María Zambrano haciendo el amor.

Nubes que se desplazan como un pueblo en exilio. Un viento que despeina las certidumbres, que flamea contra lo inexorable.

La negación de la negación no es una desnegación (Antidio no se cansó de repetirlo).

Da de comer esas líneas a las gaviotas que planean en la noche, acechando algo de pescado al amparo de las luces del buque, o sométete.

 

[1] Antidio Cabal, Campo nublo (edición de Antonio Jiménez Paz), Biblioteca Atlántica de la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 2017. Antonio Jiménez Paz y Ricardo Hernández Bravo me regalaron en La Palma este libro inconmensurable.

gestión de la ruina, el ecocidio y el genocidio

Lilith Verstrynge, en uno de los artículos de análisis sobre la situación en Francia que publica con cierta regularidad, evoca lo que el filósofo Alfred Sohn-Rethel “ha llamado la gestión de la ruina: dar oxígeno a un capitalismo en crisis a costa de destruir las condiciones de vida de la mayoría”.[1] Pero lo que está en riesgo no son sólo las condiciones de vida de la mayoría (intramuros), sino también las condiciones de habitabilidad de la Tierra (extramuros). Habría que hablar más bien de gestión de la ruina, el ecocidio y el genocidio.

Impresionante, al respecto, el análisis de Gil-Manuel Hernández, “El normal caos del exterminio”.[2]

 

[1] Lilith Verstrynge, “Francia, algo más que un problema de deuda”, El País, 29 de septiembre de 2025.

[2] Gil-Manuel Hernández, “El normal caos del exterminio”, Rebelión, 24 de septiembre de 2025; https://rebelion.org/el-normal-caos-del-exterminio/

se ha publicado el nº 268 de ‘nuestra bandera’, monográfico dedicado a manuel sacristán

https://espai-marx.net/sacristan/?page_id=1861

Este número monográfico dedicado a Manuel Sacristán en su centenario ha sido coordinado por José Sarrión Andaluz. Me ha correspondido escribir uno de los artículos:

NB268_artículo J.Riechmann PENSAR CON MANUEL SACRISTÁN ECOSOCIALISMOS, otoño 2025

 

la fórmula del genocidio

“No son humanos (o no del todo, como lo somos nosotros). Y como somos más fuertes, podemos hacer con ellos lo que queramos”. Ésta es la fórmula del genocidio: lo fue para la Shoah, lo es ahora para el genocidio palestino, vale también para los demás genocidios (Armenia, Ruanda…).

La relatora de NN.UU. para Palestina, Francesca Albanese, estima en 680.000 las muertes causadas por Israel en Gaza.[1] Esta cifra incluiría no sólo las muertes a manos del ejército israelí (con una inmensa mayoría de civiles frente a los reales o supuestos militantes de Hamás), sino también las muertes por hambre, enfermedades y otras carencias. Se llega a este guarismo horroroso por la estimación (que avanzó The Lancet en 2024) de que las muertes indirectas en los conflictos armados son entre tres y quinces veces superiores a las muertes directas. Así, unas 544.000 personas podrían haber muerto en gaza de esa forma indirecta; y entre 65.000 y 136.000, directamente a manos del ejército israelí.[2]

El nivel de destrucción en la Franja de Gaza (apenas 360 km2, con un enorme hacinamiento de población a resultas de varios decenios de colonialismo israelí) es inimaginable: hasta junio de este año el Estado sionista había lanzado más de cien mil toneladas de bombas en el enclave.

La ultraderecha israelí (en el Gobierno) quiere asesinar a buena parte de la población de Gaza, expulsar al resto y quedarse con el territorio (para aplicar después un plan semejante en Cisjordania… y más allá, según la bárbara aspiración al Gran Israel). Pero, más allá de eso, quiere hacer a su propia sociedad cómplice de crímenes tan horrendos que luego no haya marcha atrás. Y así está destruyendo, moral y políticamente, a los israelíes…

***

No, no hay infrahumanos (salvo en las construcciones mentales del supremacismo racista).

Y por si acaso piensa usted en otros seres vivos que Homo sapiens: no, ellos son more-than-humans como dicen los anglosajones: más que humanos. En el sentido de que llevan más tiempo que nosotros aquí, y saben mucho sobre cómo vivir en esta Tierra, y nosotros somos (como diría cualquier amerindio de Abya Yala) los hermanitos menores.

***

El judaísmo –esa grande y valiosísima corriente cultural cuyos principios rectores incluyen “no destruir, dar reposo y reparar” –[3] ha sido en buena medida secuestrado por el sionismo. Interesa a toda la humanidad ayudarle a liberarse de ese abrazo mortal.

Y por lo que nos toca a nosotros en España: fuimos pioneros en limpieza étnica de judíos (¡ah, nuestros celebrados Reyes Católicos!), lo cual no debería estar nunca ausente de nuestra consideración de estos asuntos. Al respecto, estas líneas de José María Ripalda en un breve artículo en Viento Sur donde se suma a las evocaciones de Manuel Sacristán en su centenario:

“El referéndum de la OTAN (1986) fue algo así como la última batalla de Sacristán, que, a semejanza del Cid, libraron notoriamente sus discípulos después de muerto; seguramente significó también la derrota que selló ‘la Transición’. Felipe González, quien se había opuesto a la entrada en la OTAN bajo Calvo Sotelo, fue quien, como ‘poli bueno’, convenció de que entraran por el aro a los españoles, traumatizados por el aún cercano 23-F. Pero he creído escuchar un eco del clamor antimilitarista que recorrió entonces las calles de España en las protestas recientes por la destrucción de Palestina… pese a su reformulación como ética de las buenas intenciones y a la incapacidad crónica de reconocer una resaca también de nuestro pasado genocida (con los judíos) en el actual genocidio palestino. Demasiada buena conciencia oficial una vez que algo es declarado pasado.”[4]

 

[1] Claudia Maniscalco, “La relatora de la ONU, Francesca Albanese, estima en 680.000 las muertes en Gaza”, 20 minutos, 15 de septiembre de 2025.

[2] Richard Hil, “Gaza death toll far worse than reported in Western media”, Independent Australia, 12 de agosto de 2025.

[3] Y. Neril, “Intro al judaísmo y el medio ambiente”, JewishEcoSemibars, octubre de 2009; citado en Josep Maria Panés, La locura del progreso. Un psicoanalista escribe sobre cambio climático, Xoroi eds. 2025, p. 253.

[4] José María Ripalda, “Adiós a Manuel Sacristán”, Viento Sur, 17 de septiembre de 2025; https://vientosur.info/adios-a-manuel-sacristan/

sobre las humanidades ecológicas

tema 1.2 ÉTICA ECOLÓGICA APLICADA, septiembre 2025 (tema de MHESTE y DESEEEA, curso 2025-26)

Humanidades ecológicas

(Jorge Riechmann en la inauguración de la sexta edición de MHESTE y undécima de DESEEEA, Cantoblanco, 4 de septiembre de 2025)

 

La evidencia científica sobre fenómenos como el calentamiento global, el agotamiento de recursos (comenzando por los combustibles fósiles) y la degradación de la red de la vida (que incluye una acelerada pérdida de biodiversidad) revela que estamos chocando con la realidad impuesta por los límites biofísicos de la Tierra.

Pero, a pesar de ello, continuamos sin emprender el camino de la transformación social necesaria para evitar un cada vez más probable colapso civilizacional a escala planetaria. ¿Qué ocurre?

Vemos que esta crisis no es un problema meramente “técnico”: en su origen encontramos factores sociales, culturales y políticos que la convierten en una crisis que más bien deberíamos denominar sociecológica o ecosocial. Podemos decir, por otra parte, que más que de una crisis ecológica se trata de una crisis antropológica, ético-política, incluso ontológica. La degradación ecológica es un conjunto de síntomas; las causas estructurales hay que buscarlas en un nivel profundo, donde oteamos tanto el capitalismo (que es más que un sistema económico) como la cosmovisión occidental dominante.

Incluso cabe cuestionar el término crisis, con su apunte implícito hacia una vuelta a la “normalidad”. Se trata más bien de un fin de mundo.

¿Por qué humanidades ecológicas? Desde hace años se ha ido consolidando un espacio de reflexión colectiva (y un área académica) bajo el rótulo de Humanidades ambientales. Los pasos que se han dado por ese camino nos parecen valiosos, pero pensamos que hace falta ir un poco más allá. No puede servirnos como marco general el desarrollo sostenible, concretado en los ODS de NN.UU.; creemos hay que marcar distancias decididamente con el antropocentrismo y las propuestas de “capitalismo verde”; la sedicente transición “verde y digital” que ahora impulsan algunas instituciones en los países centrales de nuestro sistema-mundo nos parece equívoca y manudo contraproducente.

Por eso nos ha parecido conveniente acotar, dentro del área de las Humanidades ambientales o quizá más allá, un ámbito más específico de Humanidades ecológicas donde la práctica de la inter- y transdisciplinariedad se asiente sobre una base sólida de realismo termodinámico, geológico y ecológico (realismo que en la cultura dominante brilla por su ausencia).

Una perspectiva de simbiosis entre naturaleza y cultura, reintegrando los sistemas humanos en los sistemas naturales, ha de desbrozar senderos para un nuevo humanismo no antropocéntrico, sino más bien “gaiacéntrico” (concediendo a la teoría Gaia el papel central que le corresponde en una cultura amiga de la Tierra). Partiendo de la asunción de los límites biosféricos y los condicionamientos entrópicos, se trata de buscar los procesos y el lugar para una civilización en reequilibrio ecosistémico.

Somos bien conscientes de las enormes dificultades a las que hacemos frente, y nos tomamos en serio la situación de emergencia ecológico-social (no sólo emergencia climática) y las perspectivas de colapso civilizatorio. Pero no podemos tirar la toalla: aunque la posibilidad de un decrecimiento igualitario, consciente y rápido resulta remota (habida cuenta de las relaciones de fuerza y las inercias sistémicas hoy existentes), creemos que sólo esa vía permitiría esquivar lo peor del curso catastrófico de los acontecimientos que hoy se ven venir.

En este sentido, las Humanidades ecológicas aportan visiones interdisciplinares que, en el marco de un diálogo constante con las ciencias naturales y sociales (aquí la importante idea de una Tercera Cultura),[1] permitan pensar las diferentes dimensiones de la crisis —filosóficas, éticas, políticas, estéticas, económicas, sociales y culturales— con el fin de abordar los difíciles pero necesarios procesos de transición hacia formas de organización social de verdad sustentables: una humanidad justa integrada en una biosfera próspera.[2] Con la duda, también aquí, sobre si la palabra “transición” resulta adecuada: pues de lo que se trataría es de una metamorfosis revolucionaria.

En efecto, desde la teoría de sistemas se habla a veces de cómo a un sistema pueden afectarle dos clases de cambios: los cambios de tipo 1, que son modificaciones dentro del marco existente (cambio gradual e incremental), y los cambios de tipo 2 que alteran ese marco existente, la propia estructura del sistema y sus reglas de funcionamiento (cambio verdaderamente sistémico: una metamorfosis). “La transformación natural de una oruga en mariposa es un ejemplo [de cambio de tipo 2]: la mariposa no es una oruga mejorada a través de algún ajuste, se trata de otra cosa, con otra estructura. Si tratamos de ajustar o mejorar una oruga, nunca llegaremos a una mariposa. No se obtiene un cambio de tipo 2 acumulando gradualmente cambios de tipo 1.”[3]

No se trata de ningún radicalismo gratuito. Ojalá, hoy, bastaran los cambios de tipo 1; por desgracia, las sociedades industriales han continuado durante demasiado tiempo sus trayectorias de insostenibilidad y extralimitación. Hoy, sin cambio sistémico de tipo 2, estamos perdidos.

¿Por qué, entonces, humanidades ecológicas? Insistamos sobre algo que ya se apuntó: porque no afrontamos una crisis ecológica en el sentido de una crisis de la naturaleza o de los ecosistemas, sino (desde su misma raíz) una crisis ecológico-social. Por lo cual tendríamos ante nosotros una triple tarea:

  • Tarea política: evitar las variantes peores del colapso ecosocial, y en esa medida colapsar mejor.[4]
  • Tarea ética: conversión/ metanoia, reforma intelectual y moral, ética de la consideración (Corine Pelluchon) frente a las morales de la dominación.[5]
  • Tarea cultural: desarrollar una “Nueva Cultura de la Tierra”, una cultura o cosmovisión gaiana basada en las Humanidades ecológicas.[6]

En los Títulos Propios MHESTE y DESEEEA abordamos, en la medida de nuestras fuerzas, esta triple tarea.[7]

Y lo hacemos desde un marco epistemológico que, en síntesis, cabría caracterizar así (al menos, tal y como yo lo veo):

  • Interdisciplinariedad (con aspiración hacia la transdisciplinariedad)
  • Perspectiva sistémica y aspiración al pensamiento complejo
  • Marco valorativo explicitado (aspiramos a la objetividad, pero no a la neutralidad). Ética de la responsabilidad y superación del antropocentrismo
  • Ecosocialismos/ ecofeminismos/ ecologismo social/ pensamiento descolonial
  • “Volver a ser terrestres” desde nuestra corporalidad y pensamiento situado
  • Ilustración ecológica

Pensar no es un lujo en tiempos de crisis, señalan Itziar Ruiz-Giménez y Rebeca Giménez en un artículo sobre “Ecofeminismos ante el (des)orden global”. Ante un presente que interpela profundamente nuestras formas de vida, dicen las autoras, “cavilar y hacerlo de forma crítica se ha convertido en una necesidad vital e insoslayable. Think we must!, propugnó Virginia Woolf en 1938, cuando planteó que pensar era una actividad ética, profundamente política, situada y urgente, cuestionando las estructuras patriarcales y clasistas que, entonces, sostenían –y sostienen– hoy el belicismo”.[8]

Necesitamos pensar… pero también articularnos colectivamente y actuar en tiempos de crisis. ¡Buen comienzo de curso!

 

[1] Francisco Fernández Buey, Para la Tercera Cultura. Ensayos sobre Ciencias y Humanidades, El Viejo Topo, Barcelona 2013.

[2] Este nuestro marco de trabajo (del grupo de investigación GHECO y de la red RHECO, a las que pertenezco) está bien expuesto en el libro colectivo Humanidades ecológicas: hacia un humanismo biosférico (editado por Jose Albelda, Fernando Arribas y Carmen Madorrán), Tirant Humanidades, Valencia 2023.

[3] Laurent Lievens, “Quand chercher et enseigner nécessitent de muter et alerter”, en Geneviève Fabry y Charlotte Luyckx (eds.), Écobiographies en Anthropocéne. Trajectoires d’enseignement et de recherche, PUL (Presses Universitaires de Louvain), Louvain-la-Neuve 2024, p. 100.

[4] Jorge Riechmann, Fracasar mejor (segunda edición ampliada y actualizada), Kaótica, Madrid 2024.

[5] Corine Pelluchon, Ética de la consideración, Herder, Barcelona 2024.

[6] Charo Morán y Área de Educacion de Ecologistas en Acción: Nueva Cultura de la Tierra, Libros en Acción, Madrid 2024.

[7] https://ecoeducacion.webs.upv.es/

[8] Itziar Ruiz-Giménez y Rebeca Giménez: “Ecofeminismos ante el (des)orden global: herramientas para pensar y habitar un presente en disputa”, PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global 170, verano de 2025, p. 37.

kantianos, hobbesianos… y más allá

“¿Podemos seguir siendo kantianos en un mundo hobbesiano?”, se pregunta Fernando Vallespín (analizando los actuales dilemas geopolíticos de la UE). Pero ¿cuándo fue Europa kantiana? Para acercarse a ello, tendría que empezar por reconocer los horrores de su pasado colonial y neocolonial, que se prolonga hasta hoy mismo, y cambiar decididamente de rumbo… ¡No confundamos aspiraciones con realidades! No vale querer ser kantiano sólo en el interior de Occidente: únicamente tiene sentido como proyecto mundial.

“Un orden mundial basado en reglas” (Kant) frente a “el fuerte debe dominar al débil” (Trasímaco, y en su estela Hobbes). Pero ¿ya no cabe pensar en un mundo de seres humanos libres que, en vez de hacer la guerra a la naturaleza, se reintegren en ella? ¿Probamos, más allá de ser hobbesianos o kantianos, a ser marxianos, luxemburguianos (con Rosa Luxemburg), morrisianos (con William Morris)…?

 

colaboro en este número 267 de ‘nuestra bandera’: crisis climática

https://mundoobrero.es/2025/08/15/vivir-dentro-de-los-limites-planetarios-otro-paradigma-es-posible/

CRISIS CLIMÁTICA- J.Riechmann en Nuestra Bandera 267, 2025

 

CRISIS CLIMÁTICA

 

Jorge Riechmann. Departamento de Filosofía de la UAM y Ecologistas en Acción- Sierras (Comunidad de Madrid)

 

1

Hay pocos asuntos más deprimentes que mirar de frente ese abismo llamado cambio climático antropogénico. Y, sin embargo, hemos de hacerlo: se trata de una cuestión de vida o muerte.

Sabemos de qué estamos hablando, ¿verdad? Las sociedades industriales (que son sociedades fosilistas) han desequilibrado el clima terrestre lanzando a la atmósfera grandes cantidades de GEI (Gases de Efecto Invernadero), principalmente dióxido de carbono y metano. Estas emisiones se deben a una gran cantidad de prácticas industriales, agropecuarias y domésticas, entre las cuales destacan la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y los “cambios de usos del suelo” (desforestación, extensión de superficies de cultivo, crecimiento de las ciudades y las infraestructuras, artificialización de los suelos…).[1]

2

Así, con la emisión masiva de dióxido de carbono y otros gases, las sociedades industriales vienen modificando la composición química de la atmósfera desde hace más de siglo y medio. Desde los años cincuenta del siglo XX nos hemos ido haciendo conscientes de los tremendos riesgos asociados con este fenómeno. Ya en 1957 los investigadores Roger Revelle y Hans Suess advertían que “en la actualidad los seres humanos están desarrollando un experimento geofísico a gran escala, de un tipo que no podía haberse producido en el pasado, ni podrá repetirse en el futuro. Estamos evaporando e incorporando al aire el petróleo, el carbón y el gas natural que se acumularon en la Tierra en los quinientos millones de años anteriores. Esto puede tener un profundo efecto sobre el clima.”[2]

Sucede que “casi todo lo que sabemos en la actualidad del calentamiento global ya lo sabíamos en 1979. Si había algo de bueno en aquel momento era que se comprendía mejor”[3] (porque las estrategias de desinformación que pusieron en marcha grandes grupos industriales, comenzando por las empresas petroleras, todavía no habían logrado confundir tanto a nuestras sociedades).

La respuesta básica de las sociedades industriales ante las perspectivas apocalípticas que se derivan de la crisis ecológico-social (uno de cuyos aspectos, sólo uno, es la emergencia climática) es un hacer como si.

3

Veamos. Nuestras sociedades, donde prevalece ampliamente una visión de túnel de carbono (donde las múltiples dimensiones de la crisis ecosocial se reducen a la “emergencia climática”), ¿al menos responden adecuadamente al calentamiento global? Ya que a la Sexta Extinción Masiva o a la toxificación de la biosfera todavía les prestan menos atención…

Tadzio Müller, cofundador del movimiento alemán por la justicia climática Ende Gelände, observa con amarga ironía que “la política climática mundial (…) es probablemente el único ámbito político que no afecta al clima”. Y comentan los coautores de un artículo importante sobre el papel del Estado en (y frente a) la crisis ecológico-social: “En su hipérbole, este comentario apunta hacia una verdad crucial: en los más de treinta años transcurridos desde la creación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático [en 1992], los Estados han fracasado rotundamente a la hora de detener el implacable ascenso de las emisiones mundiales de carbono”.[4]

Un estudio de 2024 pone números a este fracaso. Annika Stechemesser (del Instituto de Física de la Universidad de Potsdam) y otros investigadores han examinado 1.500 políticas climáticas adoptadas por los 41 países que más CO₂ emiten (juntos dan cuenta del 80% de las emisiones mundiales, que suman unos 38.000 millones de toneladas de ese gas) y, simplemente, han evaluado si han servido para algo desde 1998 hasta 2022. Impresiona constatar que el 96% de esas políticas importan entre poco y nada (sólo se han salvado 63 de las 1.500).[5]

¿Y España? Según los datos del Observatorio de Sostenibilidad que dirige Fernando Prieto, expuestos en rueda de prensa el 18 de diciembre de 2024, las emisiones de GEI aumentaron en España (que se supone está descarbonizándose) un 1% ese año último. “En comparación con el año pasado, en España se consumió mucho más petróleo, combustible fósil detrás del cual está una parte importante del impacto al medio ambiente. En concreto, el incremento interanual fue del 4’2%. Un repunte que de manera significativa se detectó en el transporte por carretera, donde el Observatorio cuantifica en un repunte del 1’6%. También el uso del avión, con el queroseno como combustible contaminante, aumentó…” Transporte y turismo son los sectores principalmente responsables del incremento (cuando las emisiones deberían estar descendiendo al menos el 7% anual).[6] Y todo esto ocurre cuando ha habido incrementos del 44% en la generación eléctrica hidráulica y el 19% en la fotovoltaica, señaló Prieto en la presentación de este informe Descarbonización 2024. Es cierto que las renovables aportaron el 56% de la generación eléctrica en 2024 (una cifra récord), pero el sector eléctrico sólo supone el 11% del conjunto de las emisiones de GEI.

Según el Plan Nacional de Energía y Clima (principal instrumento para desarrollar la Ley de Cambio Climático), en nuestro país deberían reducirse las emisiones un 23% para el año 2030 (con respecto al año de referencia de 1990). Ahora la reducción es sólo de un 3% con respecto a aquel año, por lo que deberían recortarse veinte puntos porcentuales cuando apenas queda un lustro para 2030…

Como resume amargamente con su visión planetaria James Hansen (a quien llamo a veces, en broma, el Climatólogo en Jefe del Planeta Tierra), “lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema. Lo reconocimos en 1992 (en la cumbre de Río) y lo volvimos a reconocer en París en 2015 (en la cumbre sobre el cambio climático). Lo que no hemos hecho es acordar cómo solucionarlo. Las promesas de París son papel mojado. Los gobiernos nos han estado estafando desde los años noventa”.[7]

4

A causa del cambio climático, “en amplias zonas del mundo, las condiciones ya se están volviendo demasiado extremas y no hay forma de adaptarse”, escribe la ensayista británica Gaia Vince, quien publica El siglo nómada (geoPlaneta, 2024). Pone como ejemplo los anómalos 30°C que se han llegado a registrar en algunas partes de Siberia. También menciona Bangladés, un país que, con un tercio de la población viviendo en una “costa baja y en continua erosión”, se está “volviendo inhabitable”. O naciones como Sudán, a las que se las está comiendo el desierto para volverlas “invisibles”. La escritora científica, que ha trabajado en Nature o Scientific American, recuerda, además, que “se ha duplicado la cantidad de días con temperaturas superiores a 50 grados con respecto a hace 30 años” en todo el planeta Tierra.[8] En el mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 3’6% de la población mundial, a día de hoy, vive fuera de las fronteras en las que nació: existen 281 millones de migrantes internacionales, con una proporción creciente entre ellos y ellas de migrantes climáticos.[9]

Según otro estudio (del centro CICERO para la Investigación Climática Internacional), casi tres cuartas partes de la población mundial pueden sufrir fuertes y rápidos cambios en las temperaturas extremas y las precipitaciones en los próximos veinte años, a menos que se reduzcan drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. La investigación (que publicó en 2024 Nature Geoscience) señala que grandes zonas de los trópicos y subtrópicos, que abarcan el 70% de la población actual, pueden “experimentar fuertes tasas conjuntas de cambio en las temperaturas y precipitaciones extremas combinadas durante los próximos veinte años, en un escenario de altas emisiones”, según la Universidad de Reading (EE.UU.), que cobija a algunas firmantes del artículo.[10]

Debido a los aumentos de temperatura, los cambios en los patrones de lluvia y las elevadas concentraciones de dióxido de carbono en la superficie terrestre, los rendimientos de cultivos básicos como el maíz pueden verse afectados ya desde el decenio de 2030.[11] La conjunción del caos climático con el cénit del petróleo y el gas natural (combustibles fósiles de los que el sistema agroindustrial que prevalece es pesadamente dependiente) hace prever un futuro de hambrunas dantesco.

En efecto: en 2022 y 2023 tuvimos escasez planetaria de aceite de oliva. En 2024, escasez de café y cacao. Se trata no sólo de la demanda en auge (crece la población humana, y dentro de ella los sectores de lo que cabría llamar “burguesía mundial”), sino de los efectos del calentamiento global, que golpea los cultivos con sequías prolongadas o lluvias torrenciales en mal momento. Cuando en vez de cultivos “de lujo” fracasen las cosechas de trigo o arroz, el resultado no será inflación, sino muerte masiva.[12]

5

En el otoño de 2024 se publicó “The 2024 state of the climate report”, un trabajo de síntesis donde algunos de los mejores científicos vivos gritan que “estamos al borde de un desastre climático irreversible”. Hablamos de investigadores como el mayor experto en corrientes oceánicas (Stefan Rahmstorf), el autor principal del trabajo sobre los límites planetarios (Johan Rockström), la autora de la mejor investigación sobre la financiación del negacionismo (Naomi Oreskes)…[13] “Se trata de una emergencia mundial fuera de toda duda. Gran parte del tejido mismo de la vida en la Tierra está en peligro. Estamos entrando en una nueva fase crítica e impredecible de la crisis climática. (…) A medida que aumentan las presiones y se incrementa el riesgo de que el sistema climático de la Tierra pase a un estado catastrófico, cada vez más científicos han empezado a investigar la posibilidad de un colapso de la sociedad. (…) Se han identificado al menos 28 bucles de retroalimentación amplificadores. Un bucle de retroalimentación especialmente preocupante es el del permafrost, en el que el aumento de las temperaturas provoca el deshielo. Este proceso libera más CO2 y metano, ergo, más calentamiento…”[14]

6

Un estudio de la Universitat Politécnica de Catalunya concluye que España podría pasar en poco tiempo de un clima mediterráneo a un clima estepario y semidesértico a causa del cambio climático.[15] Si continúa la tendencia de calentamiento experimentada los últimos años, en 2050 se producirá una reducción de las precipitaciones de entre un 14% y un 20% respecto a las actuales. Por este motivo, advierte Blanca Arellano (la autora principal), el calentamiento global provocaría un cambio en el clima español “muy acusado” de cara al 2050, pasando de un clima mediterráneo típico a uno más seco y cálido, estepario e incluso desértico.[16]

2050 está a la vuelta de la esquina.

El análisis de las olas de calor registradas en 2022 y 2023 en el Mediterráneo confirma que el cambio climático se está acelerando y que sus efectos más extremos, previstos para finales de siglo, se estarían adelantando ¡en casi 75 años! (según un estudio liderado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y publicado en Nature).[17]

A finales del siglo XXI, tres cuartas partes del territorio peninsular pueden ser puro desierto. ¿Dónde creen los biempensantes que irán a vivir?[18]

7

Antonio Guterres, Secretario General de NN.UU., declaraba el 6 de septiembre de 2023 (después de un verano terrible de megaincendios como en Canadá, megainundaciones como en Grecia, retroceso de los hielos en todas partes –Antártida incluida–, temperaturas disparadas en tierra, mar y aire): el colapso climático (climate breakdown) ha comenzado.

Y eso sólo con +1’3/ +1’5ºC (de incremento sobre las temperaturas preindustriales), cuando estamos avanzando hacia +3ºC y luego mucho más.

No es una mera crisis climática: es un final de mundo. Se trata de una ruptura histórica sin parangón con nada que haya conocido antes la especie humana, con la perspectiva de una Tierra inhabitable (para seres como nosotros). Y nuestra sociedad subestima enormemente la dimensión de la crisis ecosocial en curso.

8

Irene Lozano no es una cualquiera: escritora, periodista (en El Mundo, en ABC, en El País), política de “extremo centro” (diputada con UPyD, luego con el PSOE; a punto estuvo de serlo con Ciudadanos), cargo público (secretaria de Estado de la España Global, presidenta del Consejo Superior de Deportes, directora de Casa Árabe), amiga de Pedro Sánchez y co-escritora de su famoso Manual de resistencia… En una tribuna de prensa, Lozano escribe: “Vivimos bajo dos narrativas de la extinción: los de izquierdas, en la climática; los de derechas, en la teoría del reemplazo. Sea cual sea tu visión del mundo, hay un futuro peor que la muerte individual: la colectiva”. Y acto seguido viene la frase que resuena y golpea como un mazazo: “Da igual que sea verdad o mentira: son narrativas, y como tales configuran nuestro pensamiento”.[19]

Da igual que sea verdad o mentira: lo mismo vale la mejor ciencia disponible sobre clima que la peor conspiranoia del Gran Reemplazo, todo son narraciones. Que alguien como ella se instale en ese lugar nos hace verificar, otra vez, el grado en que como sociedad nos hemos convertido en materia corrupta. No en cualquier sociedad alguien tan instalado entre las elites del poder (mediático y político) puede aseverar que da igual que sea verdad o mentira, pero en la nuestra sí.

9

Recordemos: el presidente valenciano Carlos Mazón cerró, nada más llegar al poder en 2021, la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) y la Agencia Valenciana de Cambio Climático, organismos que su gobierno de coalición con Vox calificó como “chiringuitos” y “ocurrencias” del gabinete anterior.

Tras cancelar la UVE, Mazón concedió 17 millones de euros de subvención al sector taurino.

Luego vino la DANA del 29 de octubre de 2024, con sus cifras impresionantes de muerte y destrucción.[20]

El fascismo es el desprecio, sí, como sugería Albert Camus: el desprecio por la igualdad social. Pero es también el desprecio por la verdad.

10

Una manera interesante de abordar el negacionismo es la taxonomía tripartita que presenta Stanley Cohen en States of Denial: Knowing about Atrocities and Suffering (Wiley, 2001): negación literal, interpretativa e implicatoria. La resume así Andreas Malm junto con el colectivo Zetkin: “Si alguien afirma que algo malo no ocurre y no es verdad, su negacionismo es literal; si acepta que ocurre, pero le otorga un significado menor del que tiene –si replantea el evento, ofusca sus efectos, exculpa a los responsables, etc.–, se trata de una negación interpretativa. Pero la forma más insidiosa tal vez sea la tercera, la negación implicatoria. En esta modalidad, se aceptan los hechos y la gravedad del asunto, pero no se actúa. El problema no es el desconocimiento. El daño se admite completamente, pero la obligación de intervenir se suprime mediante alguna técnica cognitiva. Profundizando en las ideas de Cohen, Kari Marie Norgaard argumenta en su obra Living in Denial: Climate Change, Emotions and Everyday Life que el negacionismo implicatorio ha sido la respuesta general a la crisis climática en los países capitalistas avanzados”.[21]

11

“El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) definió un escenario que daba un 50% de posibilidades de mantener el calentamiento por debajo de 2ºC; ese escenario es ahora imposible”, afirma James Hansen (quien en febrero de 2025 publicó con su equipo un nuevo trabajo sobre la aceleración en curso del calentamiento global). “El objetivo de 2ºC está muerto, porque el uso mundial de energía está aumentando, y seguirá aumentando”.[22] Según el nuevo análisis, es probable que el calentamiento global alcance los +2ºC ya en 2045.[23]

Lo que jamás debería ocurrir se encuentra cada vez más cerca de nosotros: recurrir la geoingeniería para tratar de frenar el calentamiento global. Se utilizarían aerosoles atmosféricos especialmente diseñados, con métodos como lanzar partículas reflectantes a la atmósfera —a la estratosfera, situada aproximadamente a entre 10 y 50 kilómetros de altura— con el fin de disminuir la incidencia de la luz solar sobre la superficie terrestre. “Sin embargo, existen serios problemas para decidirse a emplear esta u otras técnicas, y los científicos son muy conscientes de ello, como se vio en la reunión de la Sociedad Geofísica Americana celebrada en Washington D.C. el pasado diciembre, en donde se discutió el asunto. ¿Cuántas partículas habría que inyectar en la estratosfera para conseguir una determinada reducción de temperatura? ¿Cuántas y dónde diseminarlas? Y ¿qué efectos puede tener en la dinámica del clima, en la biodiversidad o en la salud humana, el “contaminar” —pues eso es lo que es— la atmósfera con productos ajenos a ella? Menos aún se conocen las consecuencias de otras posibles tácticas para reflejar la radiación del Sol, como lanzar a la atmósfera aerosoles procedentes de la sal marina…”[24]

12

La geopolítica militarista aleja cualquier perspectiva seria de descarbonización.

13

Sólo en un año, 2019, se extrajeron más materiales de la corteza terrestre que la suma de todo lo extraído desde el arranque de la historia humana hasta 1950 (es lo que tienen los crecimientos exponenciales en la Gran Aceleración). Y eso, cabría preguntar, ¿es mucho o poco? Depende, todo depende, cantaba Jarabe de Palo… Si nos consideramos la última o penúltima generación que ha de vivir en la Tierra, no nos parecerá mucho.

14

En la mini-cumbre climática de Nueva York, el 20 de septiembre de 2023, decía Antonio Guterres, secretario general de NN.UU.: “La humanidad ha abierto las puertas del infierno”.[25] (Bueno, más bien las naciones industriales y sobre todo sus clases dominantes que la humanidad… pero eso ya no puedo desarrollarlo en este artículo.)

Los plutócratas y tecno-oligarcas nos conducen, sin dudarlo ni un instante, al infierno (climático y ecosocial). Les basta con que ellos tengan reservadas unas cuantas suites de lujo en el infierno, y puedan durante algún tiempo seguir dando algunas órdenes a los diablos atormentadores…

Otra vez Guterres: “El colapso climático ha comenzado. Todavía podemos evitar lo peor del caos climático. No tenemos un momento que perder.”[26]

15

Hace unos meses Ariadna Martínez, periodista de eldiario.es, me pidió opinión cuando ella estaba escribiendo un artículo con este enfoque: cómo afrontar el miedo que sentimos ante un clima que está cambiando (en base a la catástrofe que ha ocurrido con la DANA en Valencia). Le envié estas notas sobre el qué hacer:

1) Abrir los ojos (cuidando de esquivar la depresión, para lo cual, enseguida iré a ello, lo esencial es poder elaborar lo traumático en comunidad). Comprender la situación histórica absolutamente excepcional en que nos encontramos (para lo cual hace falta estudiar un poco).

2) Asumir la realidad: climática, energética, alimentaria… Perspectivas de colapso ecosocial: ecocidio más genocidio. Tenemos duelos por elaborar: la destrucción presente, los buenos futuros que hubieran sido posibles y ya no están a nuestro alcance…

3) No quedarnos solos: el peso de esa realidad que tratamos de asumir es insoportable para individuos aislados. Hemos de acompañarnos y elaborar en grupo: ayuda mutua. ¿Qué grupos hospitalarios tengo cerca? (En mi caso, por ejemplo, estoy en Ecologistas en Acción y en Anticapitalistas.) Si no hay ninguno ¿puedo fundar un grupo con gente cercana? (Junto con otros compañeros y compañeras, fundamos Ecologistas en Acción Sierras -Comunidad de Madrid en 2019.) Recordemos la auto-organización desde abajo y desde lo cercano en 2020, con la pandemia de coronavirus…

4) No podemos limitarnos a funcionar como grupos de autoayuda (aunque ya eso sea importante). La idea básica es ayuda mutua desde abajo y desde lo cercano: barrios, pueblos… Para resistir, pero también para (desde ese ámbito, y en la medida de nuestras fuerzas) transformar. Una herramienta posible: informe sobre Transición Ecosocial Justa del Foro Transiciones (y su Guía metódica).[27]

5) Desarrollar otras formas de hacer las cosas: vivir, en lo posible, de otra manera. Pre-figurar las formas de vida buena, aunque sea en los intersticios. Acción intersticial. Economía social y solidaria, cooperativas, etc.

6) Si en esta tarea de construcción desde abajo se puede obtener algo de ayuda y recursos desde lo institucional (un ayuntamiento, por ejemplo), estupendo. Pero se trata de construir autonomía colectiva sin hacernos dependientes de las instituciones de representación política, que han fallado y fallarán más veces. El Estado capitalista no es una herramienta neutral que podamos reconvertir para fines revolucionarios.

7) Construcción institucional desde abajo que aspira a ganar hegemonía: asambleas ciudadanas (también conocidas bajo otros nombres: mini-populus de Dahl, Núcleos de Intervención Participativa, etc.). Las tradiciones consejistas del movimiento obrero.

8) Nos han transformado en sujetos neoliberales (“materia corrupta”, diría el Maquiavelo de los Discorsi) y no es fácil ver cómo podría surgir lo que más necesitamos: un sujeto ecosocial revolucionario en tiempo y forma. Pero la vía, si hubiera una, está en esa articulación desde abajo: construir vínculo social en el barrio, el centro de trabajo, la asociación de vecinos… Las formas antiguas y también las nuevas, que vamos inventando sobre la marcha (PAH, sindicatos de inquilinas, nuevos colectivos feministas, etc.).

9) Lo prepolítico y lo político no bastan: cultivar nuestra humanidad terrestre y común (ecoespiritualidades). La importancia del cambio cultural profundo (cosmovisiones).[28]

10) Aguardamos, y tratamos de construir, coyunturas revolucionarias.

 

 

[1] Expliqué esto con cierto detalle en Jorge Riechmann, “El cambio climático”, capítulo 12 de Joaquim Sempere y Jorge Riechmann, Sociología y medio ambiente, Síntesis, Madrid 2000.

[2] Roger Revelle y Hans Suess, “Carbon dioxide exchange between atmosphere and ocean, and the question of an increase of atmospheric CO2 during the past decades”, Tellus 9, 1957, p. 18-27.

[3] Nathaniel Rich, Perdiendo la Tierra. La década en que podíamos haber detenido el cambio climático, Capitán Swing, Madrid 2020, p. 13. En 1979 se celebró en Ginebra la I Conferencia Mundial sobre el Clima, que puso en marcha el Programa Mundial del Clima. Científicos de cincuenta países acordaron de forma unánime que “es urgentemente necesario actuar”.

[4] Ilias Alami, Jack Copley y Alexis Moraitis: “The ‘wicked trinity’ of late capitalism: Governing in an era of stagnation, surplus humanity, and environmental breakdown”, Geoforum, 153, artículo 103691, 2023. https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2023.103691 . Hay traducción al español: https://contracultura.cc/2023/08/10/la-perversa-trinidad-del-capitalismo-tardio-gobernar-una-era-de-estancamiento-humanidad-sobrante-y-colapso-ambiental/

[5] Da cuenta de ello Javier Sampedro (quien, por cierto, apenas parece entender nada de la crisis ecológico-social) en su artículo “El Homo quejumbrensis”, El País, 24 de agosto de 2024; https://elpais.com/opinion/2024-08-24/el-homo-quejumbrensis.html . Véase Chris Stokel-Walker, “Most climate policies do little to prevent climate change”, New Scientist, 22 de agosto de 2024.

[6] Mikel “Más petróleo, más coches, más aviones: España ya ha emitido más gases de efecto invernadero que en 2023”, El Independiente, 18 de diciembre de 2024; https://www.elindependiente.com/economia/2024/12/18/mas-petroleo-mas-coches-mas-aviones-espana-ya-ha-emitido-mas-gases-de-efecto-invernadero-que-en-2023/ . Véase también Antonio Cerrillo, “Las emisiones de CO2 crecen el 1% y alejan a España de su meta climática”, La Vanguardia, 19 de diciembre de 2024.

[7] Entrevista a James Hansen, 23 de junio de 2018; https://www.eldiario.es/theguardian/cientifico-NASA-supuestos-esfuerzos-climatico_0_784622438.html

[8] Raquel Nogueira “La ‘nueva gran migración’ ya ha comenzado: ¿cómo reconfigurarán el mundo los refugiados climáticos?”, El Español, 26 de agosto de 2024; https://www.elespanol.com/enclave-ods/historias/20240826/nueva-gran-migracion-comenzado-reconfiguraran-mundo-refugiados-climaticos/879912192_0.html

[9] Eso sin contar, como explicaban en el último informe sobre Tendencias globales de desplazamiento forzado de ACNUR, con las cifras oficiales de personas refugiadas y desplazadas a nivel mundial, que no dejan de crecer. Se trata de aquellas que no migran, sino que solicitan asilo en el exterior o huyen de la violencia o las inclemencias climáticas dentro de las fronteras de su propio país.

[10] Redacción EFE Verde, “Sin las medidas adecuadas hasta un 70 % de la población mundial podría sufrir clima extremo en 2050”, 10 de septiembre de 2024; https://efeverde.com/sin-medidas-adecuadas-poblacion-mundial-clima-extremo-2050/

Si las emisiones se reducen lo bastante como para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, la población que podría tener que enfrentarse a riesgos climáticos extremos bajaría al 20%.

[11] Ellen Gray, “Global climate change impact on crops expected within 10 years, NASA study finds”, 2 de noviembre de 2021; https://climate.nasa.gov/news/3124/global-climate-change-impact-on-crops-expected-within-10-years-nasa-study-finds/

[12] En 2024, la producción de maíz en Rumanía (el principal productor europeo, junto con Francia) cayó un 30% respecto de 2023. La fuerte sequía, junto con altísimas temperaturas (40ºC durante la polinización en julio), ha llevado la producción a mínimos históricos tanto en cantidad como en calidad. Véase Raúl Sánchez Costa, “El maíz rumano hace un roto a la Unión Europea”, El País/ Negocios, 17 de noviembre de 2024.

[13] Me valgo en este resumen de un hilo de tuits de Juan Bordera: https://x.com/JuanBordera/status/1843705577123524637

[14] William J. Ripple y otros: “The 2024 state of the climate report: Perilous times on planet Earth”, BioScience, 8 de octubre de 2024; https://doi.org/10.1093/biosci/biae087

[15] El trabajo “Spain: towards a drier and warmer climate?” se presentó el jueves 5 de septiembre de 2024 en el Congreso Internacional de Meteorología de la European Meteorologial Society (EMS) en Barcelona; analiza la evolución de las temperaturas y las precipitaciones del 1971 al 2022 en toda España y hace una proyección del clima peninsular-balear hasta el 2050.

[16] El estudio puede consultarse en https://www.upc.edu/ca/sala-de-premsa/pdfs/arellano_roca_zheng_towards_drier_warmer_climate_spain.pdf . Véase también https://www.ecoavant.com/medio-ambiente/clima-en-espana-sera-estepario-en-2050-a-causa-del-cambio-climatico_13976_102.html

[17] Ana Tuñas Matilla, “El calentamiento se acelera, los efectos extremos se adelantan unos 75 años”, Efe Verde, 24 de septiembre de 2024; https://efeverde.com/el-calentamiento-se-acelera-y-los-efectos-extremos-se-adelanta-unos-75-anos/

[18] Joel Guiot y Wolfgang Cramer (2016): “Climate change: The 2015 Paris agreement thresholds and mediterranean basin ecosystems”. Science, 354, 465-468. https://doi.org/10.1126/science.aah5015 . https://science.sciencemag.org/content/354/6311/465

Ramin Skibba: “Climate change could flip Mediterranean lands to desert. Warming beyond 2 ºC could send the region’s forests moving north, and cause extensive drying”. Nature, 27 de octubre de 2016; https://www.nature.com/news/climate-change-could-flip-mediterranean-lands-to-desert-1.20894

[19] Irene Lozano, “Ahora que todo el año es septiembre”, El País, 7 de septiembre de 2024; https://elpais.com/opinion/2024-09-07/ahora-que-todo-el-ano-es-septiembre.html

[20] El 21 de marzo de 2025 Francisco José Gan Pampols, vicepresidente segundo del Consell (Generalitat valenciana), presentó el Informe de Diagnóstico del Plan de Recuperación Económica y Social de la Comunitat Valenciana (sin mencionar el cambio climático, como sí lo había hecho en otras ocasiones antes del pacto de Mazón con Vox que se había sustanciado la semana anterior). Los números que evalúan los daños son una prueba inequívoca de la magnitud de la tragedia: 225 muertos (a los que hay que sumar tres desaparecidos), 306.000 personas afectadas, 141.000 vehículos siniestrados, unos 10.000 ascensores (el 60% aún sin reparar), 800 kilómetros de carreteras, 350 kilómetros de cauces, 16.000 toneladas de cañas, 275.000 trabajadores, 64.104 empresas… En total, Gan Pampols ha estimado en 17.800 millones de euros el impacto económico de la DANA, un cálculo similar al proporcionado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), de 17.000 millones. Ferran Bono, “La dana golpeó más a los vulnerables: la mitad de los 306.000 afectados son mayores y migrantes”, El País, 22 de marzo de 2025; https://elpais.com/espana/comunidad-valenciana/2025-03-21/la-dana-golpeo-mas-a-los-vulnerables-la-mitad-de-las-306000-afectados-son-mayores-y-migrantes.html

El estudio de atribución del proyecto europeo ClimaMeter, en el que han participado dos investigadoras españolas, señala que la variabilidad climática natural no puede explicar por sí sola la cantidad de precipitación registrada con esta terrible DANA. Sus autores inciden en la importancia de una gestión eficaz de las alertas tempranas ante este tipo de eventos extremos. Eduardo Robaina, “Un segundo estudio reafirma el papel del cambio climático en esta DANA”, Climática, 4 de noviembre de 2024; https://climatica.coop/estudio-atribucion-dana-climameter-cambio-climatico/

Véase también José Albelda, Lorena Rodríguez Mattalía y Jorge Riechmann: “¿Aprender de las catástrofes? Reflexiones tras la dana en Valencia”, ecologista 122, diciembre de 2024.

[21] Andreas Malm y colectivo Zetkin, Piel blanca, combustible negro, Capitán Swing, Madrid 2024, p. 571-572.

[22] Damian Carrington, “Climate change target of 2C is ‘dead’, says renowned climate scientist”, The Guardian, 4 de febrero de 2025; https://www.theguardian.com/environment/2025/feb/04/climate-change-target-of-2c-is-dead-says-renowned-climate-scientist

[23] James E. Hansen y otros, “Global warming has accelerated: Are the United Nations and the public well-informed?”, Environment 67/1, enero de 2025; https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/00139157.2025.2434494

[24] José Manuel Sánchez Ron, “¿Será la ciencia la que frene el cambio climático?”, El Cultural, 31 de enero de 2025.

[25] El País, 21 de septiembre de 2023; https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-09-20/antonio-guterres-secretario-general-de-la-onu-la-humanidad-ha-abierto-las-puertas-del-infierno.html

[26] https://twitter.com/antonioguterres/status/1699408389934084169

[27] https://forotransiciones.org/2024/10/16/informe-transicion-ecosocial-justa-del-desanimo-a-la-esperanza-activa/

[28] Sobre esto he discurrido en mi libro Ecoespiritualidad para laicos, El Desvelo eds., Santander 2024 (2ª edición actualizada en 2025).

 

hibakusha e hibaku-jumoku (ochenta años después del bombardeo nuclear)

“Es terrorífico: no hemos aprendido nada en ochenta años”, resume amargamente Masako Kido (hibakusha, es decir, superviviente del bombardeo nuclear contra Japón en agosto de 1945), refiriéndose tanto a las armas atómicas como a la geopolítica militarista actual.[1] Pero tampoco hemos aprendido nada sobre la destrucción de ecosistemas y seres vivos, sobre la toxificación generalizada de la biosfera, sobre la tragedia climática…

Recuerdo cómo hace un año, en el Sendero del Acebrón (Doñana), Juan Miguel Romero explicaba que en agosto de 1945 estallaron dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, matando a 166.000 personas. Numerosos árboles se hallaban a apenas ochocientos metros del lugar de las detonaciones: a los pocos días ya estaban brotando de nuevo, como supervivientes de la catástrofe. Los japoneses veneran a esos árboles, a los que llaman hibaku-jumoku (“árboles bombardeados”). Juan Miguel prosiguió:

“Si continúa el ritmo de deforestación y devastación de las especies vegetales de nuestro planeta, dentro de poco todos los árboles serán hibaku-jumoku, supervivientes a este bombardeo mortal donde el capitalismo nos tiene insertos. Tal vez nosotros deberíamos también identificar a los árboles que sobrevivieron al desastre de Aznalcóllar o al incendio de Mazagón y venerarlos también como hibaku-jumoku.[2]

 

[1] Inma Bonet, “No hemos aprendido nada en ochenta años”, El País, 6 de agosto de 2025.

[2] Comunicación personal, 9 de septiembre de 2024.

“un puñal en el corazón de la religión del cambio climático”

El nihilismo negacionista está instalado en los niveles más altos de la “gobernanza” mundial. Así, Lee Zeldin, a quien Trump ha puesto al frente de la EPA (Agencia de Protección Ambiental) de EEUU, anunció el 29 de julio (¡en un acto celebrado en un concesionario de camiones de Indianápolis!) que la Agencia planea rescindir la declaración de riesgo climático de 2009 (adoptada por el Gobierno de Obama), de la cual han pendido después las insuficientes medidas contra la emergencia climática que pusieron en marcha tanto Obama como Biden. Con ello, declaró triunfante Zeldin, se clavará “un puñal en el corazón de la religión del cambio climático”.[1]

 

[1] María Antonia Sánchez-Vallejo, “La agencia ambiental de EE UU rechaza que los gases de efecto invernadero sean una amenaza para la salud pública”, El País, 31 de julio de 2025; https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2025-07-31/la-agencia-ambiental-de-ee-uu-rechaza-que-los-gases-de-efecto-invernadero-sean-una-amenaza-para-la-salud-publica.html

sobre ambientalismos de lujo y ecologismos de emergencia -reflexión en la revista kult-ur

Vol. 12 núm. 23, monográfico sobre ‘Transició energètica. Impacte ambiental i resposta social’

https://www.e-revistes.uji.es/index.php/kult-ur/issue/current

Dentro del mismo mi artículo «Sobre ambientalismos de lujo y ecologismos de emergencia» (p. 49-68), con este resumen:

Aunque la crisis ecológico-social está bien diagnosticada desde hace más de medio siglo, las respuestas de las sociedades industriales a la misma quedan dramáticamente por debajo de lo que sería necesario. Estamos en un tiempo de rupturas y discontinuidades, deslizándonos rápidamente hacia un colapso ecosocial. El capitalismo practica una apropiación de recursos a escala planetaria, y la externalización de costes socioecológicos a escala también planetaria: a la postre, la Tierra entera se convierte en zona de sacrificio. Se sigue pensando en soluciones de lujo, cuando necesitamos salidas de emergencia; así, la pareja de conceptos ambientalismos de lujo/ecologismos de emergencia permite captar una parte de lo que sucede en conflictos contemporáneos, como los relacionados con los macroproyectos de energías renovables.

premio antzinako bihotz (corazón arcaico) 2025 concedido en moguer a antonio crespo massieu

El 25 de julio, en Moguer, me correspondió entregar el PREMIO ANTZINAKO BIHOTZ (CORAZÓN ARCAICO).

En el seno de los encuentros de poesía de Moguer, VOCES DEL EXTREMO, organizados por la Fundación Juan Ramón Jiménez desde 1999, se creó, en el año 2004, el galardón ANTZINAKO BIHOTZ (CORAZÓN ARCAICO). El premio toma su nombre de unas palabras del poeta Bernardo Atxaga escritas en una lengua que, como la poesía y la canción, ha sobrevivido desde los tiempos de los bosques, la magia y la familia social de la tribu.[1] Este galardón no se encuadra en la categoría de las distinciones de la técnica literaria o la invención lírica, sino que premia y distingue la desnudez de espíritu, la belleza moral creativa y serena, el “estado poético” de la mente, el único estado que los herederos de Juan Ramón se comprometen a defender y a mantener.

Cada año se reúnen amigas y amigos poetas para asomarse al viejo pozo de la consciencia dulce, alrededor de la candela de la voz de antes de todo, y que será la misma voz que sobrevivirá a todo lo que conocemos, la canción antigua que calma el hambre de una nueva tribu, hermandad antigua en un mundo futuro que debe ser más sencillo, simbiótico y amante de la Tierra.

La concesión del galardón va acompañada de la entrega de una casaca de oficial del extinto ejército tibetano, el uniforme de un ejército de un país que ya no existe, como símbolo de una lucha pacífica, una militancia a favor de la vida, una neuroguerrilla imposible contra los gigantescos molinos tecnológico y la insensatez de las estructuras de los Estados y las plutocracias; pero sobre todo contra el olvido del corazón y el abandono de la sencillez y el cultivo interior de nuestro ser humanos. El Corazón Arcaico de cada año recibe, junto con esa chaqueta de flores y bambúes dorados sobre un caos negro, la obligación y el privilegio de seleccionar al galardonado o galardonada del siguiente año y entregar la casaca públicamente, al modo de antiguas tradiciones mágicas y religiosas donde la transmisión espiritual de una doctrina se simboliza por la entrega del manto.

Después de la entrega, la persona que ha recibido la casaca menciona el árbol raíz de las diez mil flores.

En años anteriores, han sido Corazones Arcaicos:

  1. Daniel Macías
  2. David Pielfort
  3. Antonio Orihuela
  4. Eladio Orta
  5. Elisa Llorca
  6. Antonio Gómez
  7. Uberto Stabile
  8. Isabel Pérez Montalbán
  9. Luis Felipe Comendador
  10. Antonio Martinez i Ferrer
  11. Begoña Abad
  12. Bernardo Santos
  13. Inma Luna
  14. Ana Pérez Cañamares
  15. Ángel Calle
  16. Niño de Elche
  17. Enrique Falcón
  18. Montserrat Villar
  19. Eladio Méndez
  20. Rafael Calero
  21. Camino Benedicto
  22. Mar Martín
  23. Conrado Santamaría y Amalia Fuertes
  24. Jorge Riechmann

Y el galardonado de este año 2025 es Antonio Crespo Massieu. Un compañero probado en mil batallas de conciencia y consciencia, agavillador de existencias rotas que fueron sin embargo semilla de futuro, verdadero poeta que no ha faltado nunca a las llamadas de la fraternidad y la sororidad. Es para mí un honor transmitirle, junto con la casaca legendaria, el deber de seguir defendiendo la apertura de espíritu y la limpidez de corazón en nuestros tiempos sombríos.

Jorge Riechmann

 

[1] Aquí la canción de Mikel Laboa sobre el poema de Bernardo Atxaga: https://youtu.be/4bOKwJi3dgQ?si=yy8l9-95Bctq2kzJ

“Tú, que eres como una casa/ hecha de arcilla:/ pequeña, frágil,/ de cuatro habitaciones// Tú, que te llenas de fantasmas,/ y te asustas,/ y lloras/ cuando llega la noche// Tú, que en la oscuridad/ te haces pedazos/ como una hucha/ arrojada contra el suelo// Tú, arcaico corazón,/ mira por la ventana,/ mira hacia ese bosque/ que ya reverdece…”

declaración de apoyo a palestina y condena de israel

150 POETAS FIRMAN, EN LA CASA MOGUEREÑA DEL NÓBEL JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, UN MANIFIESTO PARA PARAR EL GENOCIDIO EN GAZA

 

Nosotras y nosotros, poetas reunidos en Moguer en el encuentro Voces del Extremo, no podemos callar ante el genocidio que día a día Israel lleva a cabo en Gaza.

La destrucción sistemática de hospitales, la muerte por falta de recursos médicos, los bombardeos, los asesinatos «selectivos» que se llevan por delante a decenas de personas, los disparos mortales contra quienes acuden a la recogida de alimentos, la muerte por inanición de tantísimos niños… Todo esto ante la inacción, la complicidad o el abierto apoyo de las potencias occidentales, entre ellas la Unión Europea y el Gobierno español.

Por ello, junto a la liberación de los rehenes israelíes en manos de Hamás, exigimos:

  • Alto el fuego inmediato.
  • Retirada de todas las fuerzas israelíes de Gaza y fin de las hostilidades en Cisjordania.
  • Llegada inmediata de la ayuda internacional gestionada por las agencias humanitarias (y, entre ellas, la UNRWA de NN. UU.).
  • Apoyo a las denuncias contra Israel en el Tribunal Penal Internacional.
  • Fin al comercio de armas con Israel.

Está en nuestras manos perseverar en la movilización de la sociedad civil, ampliando las manifestaciones y los actos de protesta.

Ante la actual escalada armamentística, como poetas que hacemos palabra el suelo y la esperanza de otro mundo posible (habitable, solidario, hermoso, justo, libre y en paz), recordamos las palabras de Rubén Darío: «Nos predican la guerra con águilas feroces, gerifaltes de antaño revienen a los puños…» René Char aseveró: «No escribiré poema de consentimiento». Éste es el privilegio de la palabra: ejercer su libertad. En ello situamos la dignidad de los y las ciudadanas, las y los poetas. A ello queremos ser fieles.

¡No a la guerra! ¡Viva Palestina libre!

En Moguer, a 26 de julio de 2025.

riechmann propone en la rábida “pedacitos de paraíso” frente a la idealización utópica

https://www.diariodehuelva.es/articulo/provincia/jorge-riechmann-propone-rabida-pedacitos-paraiso-frente-idealizacion-utopica/20250724112623328205.html

«El filósofo, poeta y ecologista Jorge Riechmann ha protagonizado una intensa reflexión sobre la condición humana y la noción de paraíso durante su intervención en el curso de verano Voces del Extremo: Visiones del paraíso, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en su sede de La Rábida.

Bajo una mirada crítica y profundamente humanista, Riechmann cuestionó la idealización del paraíso como meta posible o deseable. “No somos seres paradisíacos”, afirmó, y alertó sobre los peligros de proyectar una idea de mundo sin conflictos como vía de salvación. En su lugar, propuso construir “pedacitos de paraíso” en la vida cotidiana, a través de lo compartido, lo común y la poesía.

Acompañado por referentes como René Char, Maquiavelo o Francisco Fernández Buey, el autor desplegó un discurso que combina pensamiento filosófico y sensibilidad poética. “Maquiavelo decía que no se trataba de buscar el paraíso, sino de conocer los caminos del infierno para evitarlo. Esa es una máxima que deberíamos tener más presente en esta época”, señaló, en referencia a los retos ecológicos, sociales y políticos actuales.

Riechmann advirtió sobre los discursos utópicos, tecnológicos o espirituales que prometen mundos sin tensiones ni límites, lo que a su juicio niega la ambivalencia esencial del ser humano: luz y sombra, creatividad y destrucción, fraternidad y tribalismo. “Idealizar el paraíso puede ser, paradójicamente, una vía directa al desastre”, sentenció.

Frente a esas promesas de salvación total, el filósofo apuesta por una ética del día a día. “Lo paradisíaco puede estar en momentos compartidos, en la poesía que nos orienta en la oscuridad. Pero eso requiere trabajo, no una evasión”, subrayó.

Finalmente, Riechmann destacó el papel de la poesía como lenguaje crítico y existencial. “Aunque se diga que vivimos en un mundo desencantado, el deseo de magia y trascendencia sigue vivo. La poesía, cuando se tensa, abre grietas en lo establecido y nos ayuda a comprender quiénes somos en medio de la crisis”, concluyó.»

https://huelvabuenasnoticias.com/2025/07/24/el-paraiso-no-existe-riechmann-desmonta-la-utopia-edenica-desde-la-filosofia-y-la-poesia/

https://www.teleprensa.com/articulo/huelva/reflexion-critica-paraiso-presente-encuentro-voces-extremo-unia/202507221452322177090.html

https://vocesdelextremopoesia.blogspot.com/2025/07/jiron-de-paraiso.html

indigenación

https://www.ecologistasenaccion.org/343451/indigenacion/

 

1

Indigenación, nos intima el poeta Daniel Macías.[1] Sugirió Juan Ramón Jiménez que el poeta es un “indígena de la belleza”. Indígena, del latín inde (de allí, de aquí) + gena (nacido de; derivado de genere, engendrar). ¿No somos todos indígenas hasta que nos desterramos o nos destierran? O aún más, como nos preguntan Cecilia Vicuña y James O’Hern: ¿no somos todos indígenas en la familia humana pero lo hemos olvidado?

 

2

Colonizar nos ha llevado a un desastre terminal. ¿Optamos por la vía de la indigenación? Un notable texto reciente de Richard Heinberg merece atenta lectura (como todos los suyos)… Se trata de una aguda reflexión sobre la policrisis de la Modernidad, algunos de cuyos párrafos quiero rescatar:

“Mientras que los tecnoutópicos prevén que la humanidad se haga cargo de la Tierra y luego se traslade a las estrellas, los críticos de la Modernidad, al contemplar el futuro de nuestra especie, son más propensos a buscar pistas en la naturaleza. Cuando una especie encuentra una nueva fuente de alimento y se multiplica, acaba alcanzando los límites de esa fuente; su población sobrepasa un nivel sostenible y se desploma. Este ciclo de extralimitación/ muerte de la población es especialmente común entre las especies invasoras, que a menudo afectan negativamente a las especies autóctonas. Sin embargo, una vez que las especies invasoras han estado presentes el tiempo suficiente, suelen coadaptarse a las especies autóctonas circundantes, a veces en detrimento a largo plazo de al menos algunas de las autóctonas, a veces en detrimento de la invasora. Si los invasores son depredadores, acaban aprendiendo a capturar sólo algunas de sus presas potenciales. Si los invasores son especies de presa, aprenden nuevas estrategias de supervivencia, que pueden incluir el camuflaje.

En las sociedades humanas se han producido ciclos similares de auge y decadencia. Muchas sociedades experimentaron épocas doradas en las que los recursos parecían abundantes y el confort, la comodidad y el conocimiento aumentaban para una parte significativa de la población. A estas épocas doradas les siguieron épocas oscuras de escasez de recursos, pobreza y pérdida de la alta cultura. En la actualidad, la única diferencia es que hemos alcanzado una Edad de Oro global basada en el uso de combustibles fósiles (que nos permiten extraer recursos en mayores cantidades y trasladarlos a distancias más largas); a medida que los combustibles fósiles se agoten y las consecuencias de su combustión degraden los ecosistemas, es probable que sobrevenga una Edad Oscura global. Pero su grado de oscuridad dependerá de la voluntad y el éxito con que la humanidad se adapte a los límites.”[2]

El ecólogo, ensayista y colaborador del Post Carbon Institute sugiere entonces que quizá sea útil pensar en el proceso histórico de adaptación cultural humana a los límites medioambientales en términos ligeramente diferentes. En un pasado lejano, cuando un grupo humano concreto llegaba a una crisis de límites (normalmente alimentaria), tenía dos opciones: indigenarse o colonizar.

“Indigenarse significaba adaptar el tamaño de la población y el comportamiento de consumo del grupo a niveles que pudieran sostenerse con los recursos existentes. Colonizar significaba trasladarse a otro lugar, apoderarse de los recursos de otros grupos o inventar formas de acceder a recursos que antes eran inaccesibles. Sin duda, las circunstancias y la historia del grupo (y, por tanto, su mentalidad) predispusieron a cada grupo hacia una u otra estrategia. La Modernidad marca el momento histórico en que los colonizadores se han apoderado de todo el mundo. Pero, una vez hecho esto, se encuentran en un aprieto: no hay ningún otro lugar que colonizar, los recursos en manos de los pueblos indígenas ya han sido saqueados en su mayoría y los nuevos recursos sin explotar (entre los que quizá se encuentren el torio o el hidrógeno geológico) son escasos y de utilidad o accesibilidad cuestionables. La única solución real a largo plazo es que los colonizadores se indigenen.”[3]

 

3

Cuidado, no se trata aquí de ninguna exaltación romántica del “buen salvaje”. Sospechamos que, en muchos casos, se trata más bien de haber asimilado con éxito las duras lecciones de la adaptación y la coevolución. Como señala Heinberg, “el impulso de moderar nuestras humanas ansias (hacia la codicia y la expansión hacia el exterior) surgió muchas veces de un humillante descenso previo a la escasez que se produjo por la sobreexplotación de los recursos”. Durante los últimos sesenta o setenta mil años, Homo sapiens se dispersó por todo el planeta, encontrando ecosistemas nuevos (Australia, América, las islas del Pacífico).[4] Y aquí topamos con la tragedia de la extinción de la megafauna: en cada lugar desconocido que encontraban estos seres humanos, tendían a matar animales grandes que proporcionaban un alto rendimiento al esfuerzo de caza. Muchos de estos animales (como los mamuts, los mastodontes, los perezosos terrestres o tres especies de camellos) se extinguieron y la gente tuvo que recurrir a la caza de animales más pequeños cuya caza requería más trabajo. Poco a poco, los pueblos que permanecieron en un mismo lugar durante muchas generaciones aprendieron a dejar suficientes plantas y animales sin recolectar para que estas especies pudieran reproducirse y florecer. La pauta para estos pueblos de cazadores-recolectores parece ser la siguiente: gran destrucción al llegar a un ecosistema nuevo y desconocido, y adaptación posterior.

“Los antropólogos Colding y Folke, en sus estudios sobre los pueblos indígenas, descubrieron seis tipos de tabúes tribales que regulan la recolección de especies vulnerables. Se trata de «tabúes de segmento», que prohibían la recolección de un recurso a las personas de determinada edad, sexo o clase social; «tabúes temporales», que prohibían el uso de un recurso de subsistencia durante determinados días, semanas o estaciones; los «tabúes de método», que restringen las técnicas de recolección excesivamente eficientes que pueden agotar las reservas de un recurso; los «tabúes de ciclo vital», que prohíben la recolección de una especie durante el desove o la nidificación; los «tabúes de especie específica», que protegen a una especie en todo momento; y los «tabúes de hábitat», que prohibían la explotación humana de especies en determinados arrecifes o bosques que servían de reservas o santuarios biológicos. Los pueblos indígenas no eran automáticamente ecologistas por el mero hecho de ser premodernos. Habitaban mundos que ya habían sido sobreexplotados, con los consiguientes conflictos y privaciones. Las lecciones de moderación se ganaron a pulso y acabaron dando lugar a culturas arraigadas localmente que asumían la responsabilidad de mantener el equilibrio de la naturaleza, que hacían demandas modestas a los ecosistemas y que reciclaban todo. Algunas sociedades indígenas, como los aborígenes de la actual Australia, desarrollaron conocimientos prácticos y probados para vivir en equilibrio con un mundo más que humano que perduraron durante decenas de miles de años.”[5]

 

4

En este punto piensa uno en el famoso artículo de Kenneth E. Boulding que releo cada año con mis estudiantes de tercer curso del Grado en Filosofía (“The economics of the coming spaceship Earth”, 1966)[6] donde se contraponen la economía del cowboy colonizador y la economía del astronauta teórico de sistemas que ha de hacerse cargo de los límites. (La metáfora encierra un grave peligro tecnocrático, claro está: no debemos fantasear con gobernar la Tierra a la manera de una nave espacial…). Quien falta en ese escenario made in USA es justamente el poblador originario, el indio que fue casi exterminado mientras aquella nación genocida se iba forjando en el mito de la conquista del Oeste. Esto es: no nos sirven ni la economía del cowboy ni la del astronauta: lo que de verdad necesitamos (y cuadra bien con mi perspectiva de ecosocialismo descalzo) es la economía del pielroja (o si se prefiere: de la indígena potawatomi).[7]

 

5

Una ecoespiritualidad es una espiritualidad de la Tierra, de la Madre Tierra: Gaia o Gea. Y por eso tiene todo el sentido volver a conversar con los pueblos y las culturas que han mantenido vivas esas cosmovisiones de una Tierra viva,[8] especialmente los pueblos originarios (pienso en mediadores como Robin Wall Kimmerer, como Ailton Krenak, como Eliane Brum, como los mamos koguis y arhuacos). Y por eso tiene todo el sentido hablar de indigenación.

 

6

Indígena, en sentido etimológico, significa “nacido/a aquí”. Es obvio que, en un sentido trivial, todos somos indígenas (de nuestro lugar de origen). Podemos ir un paso más allá y exigir cierta vivencia y sentimiento de arraigo. Pero sabemos que el arraigo encierra un gran peligro: puede fácilmente derivar en prácticas de exclusión y enfrentamiento con el otro. Puede ser caldo de cultivo de posiciones reaccionarias, incluso fascistas. Necesitamos una suerte de arraigo cosmopolita (sin que se vea en ello una contradicción en los términos), o aún mejor: que el arraigo local, biorregional, sea al mismo tiempo un arraigo en la Tierra.

 

7

Indigenarse no quiere decir hacer el indio (esto es, apropiarse, de forma más bien ridícula, de piezas de identidad ajenas), sino decir: soy de aquí. Terrestre. Indígena manchego, o asturiana, o andaluz, o gallega. Nacido en esta Madre Tierra, y dispuesto a defenderla. Ailton Krenak, y las demás personas sabias de los pueblos originarios, nos invitan a parar de desarrollarnos y comenzar a involucrarnos.[9] Involucrarnos en la red gigante y esplendorosa que constituimos todos los seres vivos; volver a ser terrestres.

 

 

[1] Su intervención en el curso de la UNIA “Voces del Extremo: la poesía a través del libro, el cante y la pared” (La Rábida, 22 a 24 de julio de 2024) se titulaba: “Indigenación: cómo descubrir y revivir el credo natural o precivilizado de nuestra especie para crear una nueva relación con la comunidad y la naturaleza”.

[2] Richard Heinberg, “The evolution of Modernity”, resilience, 21 de marzo de 2025; https://www.resilience.org/stories/2025-03-21/the-evolution-of-modernity/

[3] Heinberg, “The evolution of Modernity”, op. cit.

[4] Capta muy bien las enseñanzas de la expansión de los pueblos polinesios por el Pacífico Ricardo Almenar en El fin de la expansión, Icaria, Barcelona 2012. Hay una nueva edición actualizada de este libro excelente que aguarda editor…

[5] Heinberg, “The evolution of Modernity”, op. cit. El autor sigue explicando: “Algunos colonizadores posteriores también alcanzaron la sabiduría ecológica tras haber devastado sus entornos. Aproximadamente en el año 500 a.C., la antigua Grecia estaba deforestada y la capa superficial de suelo fértil se había agotado en gran medida. En este contexto surgieron los filósofos estoicos y cínicos griegos, que aconsejaban una vida sencilla, pacífica y virtuosa en armonía con la naturaleza (Epicuro: «La pobreza, puesta en conformidad con la ley de la Naturaleza, es una gran riqueza»).Entre las religiones del mundo, el budismo ofrece quizá el mensaje más ecológico: otros organismos, como nosotros los humanos, están en el camino de la iluminación, así que no les hagas daño si puedes evitarlo. Practica la autocontención y refrena tus apetitos…”

[6] Kenneth E. Boulding, “La economía de la futura nave espacial Tierra”, Revista de Economía Crítica 14, segundo semestre de 2012.

[7] Robin Wall Kimmerer, Una trenza de hierba sagrada, Capitán Swing, Madrid 2021.

[8] J. Baird Callicott, Cosmovisiones de la Tierra, Plaza y Valdés 2015.

[9] Ailton Krenak, La vida no es útil, Eterna Cadencia, Buenos Aires 2023, p. 33.