cerca del corazón de la creación -apuntes cerca de paul klee

Apuntes en una gran exposición de Klee en Madrid, 26 de marzo de 2013

 

Yo era adolescente cuando descubrí a Paul Klee. Muy pronto pude comprar un cartel que reproducía en su tamaño original Simbad el marino, un óleo donde el combate contra los monstruos tenía algo de juego, y donde para empezar uno se preguntaba por qué aquellos animales oceánicos tenían que ser considerados monstruos. Clavado con chinchetas en el cabecero de la cama, sobrevoló mi mundo nocturno durante todo el tiempo en que permanecí en casa de mis padres.

 

Werdende Lanschaft, una obra de 1928. En Klee encontramos paisajes en devenir, o una lira llegando a la existencia. Al modo de Aristóteles y Goethe, la naturaleza va dejando ser aquello que dormita en su seno, y desarrolla sus múltiples potencialidades. Härten in Bewegung: las rigideces se ponen en movimiento. Sería un grave error considerar que el organicismo romántico donde bebió el pintor puede desecharse sin más como un simpático anacronismo.

 

Mit dem Regenbogen (1917). Sí, hay que estar con el milagro, con la promesa, con la belleza del arcoiris. No perdamos nunca de vista la belleza del mundo –es una de las fuentes de nuestra fuerza…

 

Rosenwind (1922). La rosa en el centro de un campo de vientos desordenados, de fuerzas contrapuestas donde se diría imposible encontrar un equilibrio. Y sin embargo, heraclíteamente, la rosa está en equilibrio.

 

Las formas orgánicas del Gruppe unter Bäumen, el dibujo de 1929: las cuatro figuras humanas comparten tronco, entreveran propósitos, aproximan extremidades.; y están igualmente muy cerca de los dos árboles. Las espigas abstractas de Halme (1938) tienen rasgos humanos… Interdependientes y ecodependientes.

 

No hay dos gotas de agua iguales. No hay dos formas idénticas de llover. (Regen, dibujo de 1927.)

 

Seiltänzer, lápiz de grafito sobre papel adherido a cartón, 1923. También este equilibrista en la cuerda floja me acompañó durante muchos años desde un gran cartel. Si aparecen funámbulos en mi poesía, no sería erróneo darles la figura de ese dibujo de Klee. Por ejemplo: Que yo te tenga así/ de pie sobre las puntas de los dedos/ al cabo de un movimiento leve/ acróbata volcado[1]

 

Bald marschieren mehr es de 1934… La durísima premonición de una sociedad militarizada. Pronto marcharán más. Hitler ya se ha hecho con el control del Estado alemán. Al año siguiente Klee emigrará a Suiza.

 

Una palabra terrible: esclerodermia. Convertir lo que nos limita, lo que nos reduce a lo básico, lo que nos está matando, en posibilidad constructiva. Fue la gran prueba para el dialéctico Klee, ése que en sus diarios de juventud había escrito: “El mal no debería ser un enemigo que triunfa o que nos humilla, sino una potencia que contribuye al conjunto. Una parte de la concepción y el desarrollo.” En 1939, el año previo a su muerte, el pintor alcanza la cima de su creatividad. Ninguna mudez o impotencia ante el peor rostro de la finitud humana: por el contrario, Klee continúa libérrimo el diálogo con las estrellas, con la amada, con los animales, con los árboles, con la historia aciaga, con la muerte misma. Esclerodermia.

 

“Del lado de acá soy completamente inaprensible./ Pues habito también entre los muertos/ como entre los no nacidos./ Algo más cerca del corazón de la creación que lo habitual./ Y aún no, ni de lejos, lo bastante cerca.”[2]

 



[1] Se trata de un poema de adolescencia titulado PARÁBOLA DEL JUGADOR, que continúa así:

Que nadie sepa qué línea abismal/ impávido atravieso/ nadie pregunte desde cuándo es azul/ la máscara lanosa de clown cruel que visto/ ya sin dolor// Al norte de mi corazón de cuero/ comienza el marfil de un país que recorro/ muy raras veces/ No hablo de mi ofrenda al demonio del naipe/ funámbulo dormido sin lujo sobre el arpa// Cada minuto dejó/ su piel sobre mi piel escaqueada/ He conocido armados amores/ de arlequín fervientemente insensible/ Como San Pedro seré colgado de los pies:/ que nadie diga nada//Este momento es mío/ vértice íntimo o víctima frecuente/ El azar no me quema las manos/ Soy entonces el gran negador/ dueño por un instante del mundo y de la nada// Entonces por qué ceder en la última escalera/ saltar al vacío si el manotazo es luego/ como un solo disparo que derrumba castillos/ Mi padre era griego que no pregunte nadie/ por la iguana de labios bezudos/ que está lamiendo la sangre a mi costado

[2] Paul Klee, Poemas (traducción de Andrés Sánchez Pascual), Ediciones de la Rosa Cúbica, Barcelona 1995, p. 11.