cien mil generaciones

Cien mil generaciones aproximadamente de animales del género Homo (prehumanos y humanos); unas diez mil generaciones de Homo sapiens, el animal cultural al que los griegos llamaron anthropos… Y sólo seis o siete generaciones desde que hemos comenzado de verdad a comprender cuál es nuestro lugar en el cosmos (1833, Principios de geología de Charles Lyell; 1859, El origen de las especies de Charles Darwin), y apenas tres o cuatro generaciones para fraguar el ecocidio que ahora está precipitándose, y únicamente un par de generaciones para salir acaso de nuestro sueño sonambúlico y hacernos cargo de nuestras responsabilidades –o sucumbir.[1]



[1]“Lo más extraordinario del desarrollo humano, el gran rasgo que nos distingue de otras criaturas, es que pudimos ‘echar una mano’ a la evolución natural mediante el desarrollo de culturas transmisibles de generación en generación gracias al habla. ‘La palabra humana es el poder que ordena nuestro caos, ha escrito Northrop Frye en un contexto diferente al que aquí nos ocupa. Los efectos de este poder no conocen precedentes y hace posibles las herramientas perfeccionadas, las armas, y las conductas complejas y premeditadas. Incluso las tecnologías más sencillas han dado lugar a consecuencias enormes. Las artes del vestido y de la construcción, por ejemplo, han hecho accesibles todos los climas desde los trópicos hasta la tundra. Nos salimos de los entornos que nos crearon, y empezamos a crearnos a nosotros mismos. De esta manera nos hicimos criaturas experimentales por propia iniciativa, pero importa tener en cuenta que no teníamos ni la menor idea de este proceso, ni mucho menos de sus consecuencias, hasta las seis o siete generaciones últimas de las cien mil que ha conocido la especie. Todo lo hicimos como unos sonámbulos.” Ronald Wright, Breve historia del progreso, Eds. Urano, Barcelona 2006, p. 29.