Somos colectivistas “por defecto”: la intensa socialidad humana nos hace vivirnos, de entrada, como parte del grupo. Formar individuos es antinatural en cierto sentido: una sociedad tiene que aplicarse a ello con todos los recursos –sociales— de la cultura, y aun así cuesta tanto…
Evitar el mal individualismo –el individualismo posesivo, anómico, hedonista, insolidario, narcisista, particularizador, encastillado en el miedo y el sadismo— resulta todavía más difícil. Un verdadero logro civilizatorio.