cómo nos valora el capitalismo

Dentro del marco económico dominante con sus debates acerca de agentes racionalmente egoístas, análisis de coste-beneficio y criterios de cost-efficiency (eficiencia relativa a costes), un puñado de economistas ha tratado de calcular alguno de los impactos “no económicos” del cambio climático… asignando valores a las vidas humanas según el PIB nacional per cápita. Así suponen obtener respuestas “sólidas”… ¡aceptando el supuesto de que un ciudadano chino vale diez veces menos que uno europeo! (James Garvey, La ética del cambio climático, Proteus, Barcelona 2010, p. 83. )

Otro ejemplo impresionante de esa clase de valoración economicista: tras los ataques del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York, el gobierno estadounidense creó un fondo de 7.000 millones de dólares para socorrer a los familiares de las víctimas. ¿Qué criterio escogió para repartir el dinero? “Se determinó desembolsar una cantidad proporcional al valor económico de cada uno de los muertos. Por ejemplo: un directivo generaba un emolumento mayor que un administrativo raso, éste que un ordenanza, y así sucesivamente, hasta llegar al negrata que recoge la basura o a la hispana que limpia los retretes. Dentro de cada categoría, se hacían distinciones. A un empleado joven, con una larga carrera por delante, iba adherida una indemnización mayor que la correspondiente a un tipo entrado en años y, por lo mismo, menos rentable económicamente para la sociedad” (Álvaro Delgado-Gal, “Dime lo que vales y te diré quién eres”, ABC Cultural, 31 de diciembre de 2011; el ensayista y periodista español está glosando a David Throsby “The interpersonal market”, Times Literary Supplement, 11 de noviembre de 2011).

Las prácticas de “descuento del futuro” –rutinarias entre los economistas adeptos a la ortodoxia dominante– introducen análogos supuestos de desigualdad referidos a los seres humanos futuros. Esta clase de razonamiento demente es congruente con la economía política que hoy domina el mundo.