con venezuela, con todas las gentes que luchan por la emancipación humana

UNION LIBRE de André Breton

CHÁVEZ, UNA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA, por William Ospina

la insólita anomalía de poder estar a favor del gobierno

Las estrategias de huida hacia delante que está practicando la plutocracia que nos gobierna no tienen futuro –y nos privan de futuro. Vaciar de contenido la democracia, destruir los sistemas de protección social, reforzar aún más la dominación del capital sobre el trabajo, explotar los recursos naturales como si fuesen infinitos o ahondar en un modelo energético radicalmente insostenible nos acercan a abismos de sufrimiento humano que las mayorías sociales aún no calibran. Todo indica que el siglo XXI será terrible.

En esta dificilísima tesitura, las esperanzas donde podemos hacer pie nacen sobre todo en América Latina. El socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez y sus compañeros, el neozapatismo mejicano, el Buen Vivir (sumak kawsay, suma qamaña) de las comunidades andinas, son sendas practicables hacia otras formas de vida humana donde “libertad” o “sostenibilidad” no sean las palabras hueras en que se han convertido estos términos dentro de los discursos dominantes.

Durante toda mi vida –ya medio siglo de vida— he vivido bajo regímenes políticos donde una persona decente sólo podía estar en la crítica, en la oposición, en el no. Así en España, mi país: ahí tenía uno y tiene que practicar “la sílaba del no” (como diría Juan Carlos Rodríguez). Pero también era éste el caso en la República Democrática Alemana, donde viví dos años entre 1986 y 1989. Y también sucede lo mismo en países que he conocido en estancias más breves: Cuba, Estados Unidos, Alemania occidental, Francia. En todos estos lugares tenía uno que estar en la oposición –si quería conservar un mínimo de dignidad.

Visité Venezuela el pasado verano, en una estancia de varias semanas. Por primera vez en mi vida, me encontré en una situación en la cual uno ¡podía estar a favor del gobierno! Resultaba algo tan insólito, una anomalía histórica de tal calibre, que uno no acababa de estar descolocado.

¿Recuerdan ustedes aquello que decía el poeta: que una patria, amigo, es un país con justicia? Bueno, la República Bolivariana de Venezuela no es todavía un país con justicia, pero en los últimos años se había puesto en camino hacia ello. Ojalá pueda seguir caminando ese camino, ahora que falta Hugo Chávez.

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Hugo Chávez, un hombre bueno que vivirá para siempre

por VÍCTOR RÍOS

Investigador del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra y miembro del Frente Cívico Somos Mayoría.

Tiempo habrá para aquilatar serenamente la contribución de Hugo Chávez Frías en la ingente tarea de saldar la histórica deuda social y cultural contraída por los Imperios y las oligarquías locales con las clases populares de su amada patria, la República Bolivariana de Venezuela, de su Patria Grande, Nuestra América, y de todos los pueblos y personas humildes del planeta. Tiempo habrá para dar a conocer más y mejor en esta vieja Europa datos y experiencias de los procesos de transformación impulsados por Chávez y la revolución bolivariana desde su primer triunfo electoral en diciembre de 1998 hasta nuestros días.

Con Chávez, el bravo pueblo venezolano ha sembrado e irradiado múltiples y valiosas enseñanzas para nosotros, hoy, aquí y ahora. Por ejemplo, una Constitución que ya la quisiéramos tener por estos pagos, con posibilidad de referéndums revocatorios de todos los cargos electos a mitad de sus mandatos, desde el Jefe del Estado hasta los concejales; con la incorporación de nuevos órganos de poder ciudadano, y de tantos otros derechos económicos, sociales y culturales que aquí se desconocen. Con Chávez se han impulsado unas políticas sociales de resultados reconocidos por organismos internacionales como la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, la CEPAL… Con ellas el pueblo venezolano y los de los países que conforman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) están caminando hoy en la dirección opuesta a los europeos. Es decir, reduciendo la exclusión, la pobreza y las desigualdades. Las cifras cantan. Pero en estas líneas no voy a adentrarme en ellas.

Pues escribo desde el profundo dolor y tristeza que me atenaza en estos momentos. Sentimientos que en estas horas comparten muchos, muchos millones de mujeres y hombres venezolanos, latinoamericanos, caribeños y buenas gentes de todo el planeta. Sentimientos que me conducen directamente a evocar algunos de los momentos compartidos con un hombre bueno, un hombre a la vez audaz y realista, una persona que ya en vida pasó a ocupar un lugar indiscutible en la historia de Venezuela, de América Latina y de la lucha internacional de los pueblos por su liberación nacional y su emancipación social. Un hombre cuya contribución a hacer realidad el viejo proyecto de una unión latinoamericana y caribeña libre y soberana ha dejado sus frutos en lo que hoy ya es la ALBA, la UNASUR y la CELAC.

Para mí ha sido un enorme privilegio, un gran honor, haber podido tratarlo en persona, acompañarlo en algunos de sus viajes internacionales y trabajar para él y al servicio de su pueblo con la intensidad y la exigencia que él era el primero en aplicarse a sí mismo de manera cotidiana. Recuerdo cuando entraba de pronto en el despacho para recabar una opinión sincera sobre un discurso recién pronunciado, su sentido del humor y su campechana autenticidad, cómo esbozaba una sonrisa franca y abierta al presentarme como miembro de su comitiva ante el presidente Zapatero en una visita de éste a Venezuela, diciéndole: «mira, éste es un subversivo compatriota tuyo que me traje aquí a trabajar conmigo». No olvidaré lo a gusto que se sentía departiendo con personas muy humildes durante una visita realizada al Bronx en compañía del embajador Bernardo Álvarez, aprovechando su estancia en Nueva York para intervenir en el 60º Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2005. Al acercarme a felicitarlo tras su vibrante discurso, me espetó en seguida: «no Víctor, esto no es obra mía sino de todos, soy yo quien agradezco a todo el equipo la tarea realizada». Cuán lejos están estos pequeños ejemplos, y tantos otros que guardaré para siempre en mi corazón y mi memoria, de los estereotipos forjados por sus detractores, interesados en combatir el cariño y el afecto que su pueblo le profesa, y temerosos del «efecto contagio» que ello podía provocar en otras tierras.

Su decisión de plantear la necesidad de poner rumbo a un socialismo del siglo XXI, comentada en una reunión privada en el marco del Encuentro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad celebrado en Caracas en diciembre de 2004, y luego lanzada en público en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de 2005, marcó un hito en la historia del socialismo y del movimiento revolucionario latinoamericano e internacional. Recuerdo las reflexiones y elaboraciones de múltiples documentos realizadas entonces en su Despacho de la Presidencia, a las que contribuían activamente múltiples compañeros venezolanos como Haiman El Troudi, Luis Bonilla, Luis Vargas o Gonzalo Ramírez, y cooperantes internacionales que estaban entonces allí como Marta Harnecker, Juan Carlos Monedero, Michael Lebowitz u otros que aportaban sus fecundas reflexiones desde aquí, como Paco Fernández Buey.

Las preguntas que nos hacíamos eran muchas y el presidente Chávez animaba a avanzar sin dilación en las reflexiones para traducirlas en acción política y de gobierno en la que el pueblo organizado tuviera también una participación activa. ¿Qué balance hacer de los socialismos del siglo XX? ¿Cuál debía ser el papel del bolivarianismo y de otras corrientes de pensamiento emancipador latinoamericano en la formulación de una propuesta socialista revolucionaria para Venezuela y para América Latina? ¿Cómo plantear la transición de la economía y los valores propios del rentismo petrolero heredado hacia una política económica que pusiera dicha renta al servicio de un nuevo modelo productivo y de relaciones sociales? ¿Cómo ir transformando los viejos aparatos del Estado para avanzar hacia un Estado Comunal, basado en una democracia participativa y protagónica de nuevo cuño?

Hugo Chávez no se cansaba de hacer pedagogía de modo permanente, de explicar su proyecto, proponer innovaciones y escuchar las demandas de su pueblo, de querer verificar siempre el grado de cumplimiento de la acción de gobierno aprobada y el buen uso de los recursos dispuestos. Comprendía y exigía. Exigía y comprendía. Y así ha sido hasta el agotamiento de sus fuerzas. Como botón de muestra no hay más que ver la retransmisión hecha por Venezolana de Televisión del Consejo de Gobierno del 20 de octubre de 2012, a los pocos días de su clara victoria en las elecciones presidenciales.

Hoy en la prensa el titular es unánime, pero no los sentimientos. Los medios digitales libres de verdad, independientes de los poderes económicos, describen el hecho luctuoso y acogen textos escritos por plumas que destilan tristeza y dolor. Los grandes grupos empresariales mediáticos internacionales y españoles -algunos venidos a menos en solvencia y a nada en credibilidad-, traficantes de información sin escrúpulos, como hemos tenido ocasión de ver muy recientemente, por fin pudieron poner el titular que estaban deseando semana tras semana. Pero a éstos últimos, el pueblo venezolano, los pueblos latinoamericanos y caribeños, y los que aquí nos sentimos solidarios con ellos y unidos hoy en su dolor, les vamos a mostrar que una vez más se equivocan: como Martí, Bolívar, Zapata, el Ché y tantas personas anónimas que han dado lo mejor de sí por forjar una humanidad justa y libre en una tierra habitable, Hugo Chávez Frías llegó para quedarse. Y vivirá para siempre. En el corazón de los venezolanos humildes, de los venezolanos buenos, y de todos los hombres y mujeres de cualquier rincón del planeta que no dejaremos de agradecerle que se haya dejado la vida en mostrar que sí se puede plantar cara a los poderosos, dar visibilidad y dignidad a las personas más humildes y transformar las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías sociales cuando éstas se dan cuenta del poder que tienen al perder el miedo y luchar unidas.

Seguir su ejemplo de compromiso con los de abajo, en Venezuela y en cualquier parte, nos hará sin duda mejores y más libres. Ese es el compromiso de su pueblo cuando inunda las calles anunciando que todos somos Chávez. Ese es el legado y el reto que nos deja. Permítanme que, con los ojos húmedos y un nudo en la garganta, les anuncie algo humildemente, pero a la vez con mi deseo expreso de contribuir a ello con gran convicción: ahora más que nunca, Chávez no se va.

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Chávez: un legado de dignidad para un continente

por Juan Carlos Monedero
Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid

«Chávez nuestro que estás en los pueblos». El pueblo, en la calle, reza por Chávez. La espiritualidad se mete en el corazón de los pobres. Tienen mucha necesidad. También se mete en su corazón la gente que se la juega por ellos. Y eso era Chávez: un hombre que se la jugó por su pueblo. Por su pueblo y por los pueblos de la América. Es con Chávez que los pueblos de América se han vuelto a reconocer. La oposición le criticaba la «regaladora» de dinero a los países hermanos. «Diplomacia del petróleo», la denostaban. Chávez sabía que no se salvaba un pueblo solo. Se tenía que salvar todo el continente. ¿No es eso lo que Europa le pide a Merkel? Pero Merkel no es Chávez. Hace falta gente honesta que reconozca que Chávez hizo lo que aquí estamos reclamando. Suramérica, hoy, llora pero crece. Europa sigue arrogante y se hunde.

Venezuela siempre ha visto en su historia cómo dios dormitaba en las lujosas estancias del norte. Siempre ha necesitado de santos para poder avanzar con esperanza. Santos de a pie y a caballo. Porque por la libertad se pelea. Hoy, Chávez ya está en ese panteón en el que hacía casi un siglo nadie entraba. Entendió a su pueblo. Se ha hecho uno con él. Salvó a su pueblo y su pueblo lo salvó a él cuando el golpe. Qué difícil le resulta a Europa entender una relación con un estadista que no esté guiada por el miedo o la sumisión.

Chávez era un hombre común fuera de lo común. Zambo, feo, con una cualidad especial para desafinar horriblemente, más grueso que delgado. Mágico. Profundamente mágico. Como Venezuela. De nada sirve que corras bajo la lluvia cuando va a empezar un mitin si no está detrás la gente esperándote. Chávez tenía el don de que detrás siempre estaba la gente. Su pueblo. Si arriesgas y no te miran, el fracaso se multiplica. A Chávez siempre lo miraban. ¿Qué otro mandatario ha reunido al 100% de los dirigentes de América Latina? Sólo Chávez, para poner en marcha la CELAC. Mucha inteligencia, memoria prodigiosa, capacidad de convencimiento, el don de encender y también el de tranquilizar (fue él quien convenció a la izquierda venezolana que debía abandonar las armas y optar por la vía electoral).

Chávez una noche en las afueras de Montevideo, recitando durante horas y de memoria poema tras poema mientras Daniel Viglietti rasgaba la guitarra y Pepe Mujica escuchaba con la sonrisa en la boca de viejo guerrillero devenido Presidente. Chávez sintetizando ideas sobre temas bien complejos que sus interlocutores se empeñaban en enturbiar con su lógica de confusos técnicos (un clásico de los consejos de Ministros). Chávez leyendo a Gramsci y comprendiendo la complejidad heterodoxa del comunista italiano y su apuesta por el mundo de las ideas. Y Chávez metiéndose en la obra de Marx, teniendo bien presente aquello que decía el también venezolano Ludovico Silva («Si los loros fueran marxistas serían marxistas dogmáticos»). Regresando a Marx y usando sus categorías bien lejos de los que las confunden con un catecismo. Porque en 2005, en vez de decirle a su pueblo que iban a construir el «chavismo», les dijo que iban a construir el socialismo. Y con ese programa le sacó 11 puntos al candidato de la oposición, Capriles.

Chávez llamando a los Presidentes latinoamericanos para evitar el golpe de Estado en Bolivia (e insistiendo, frente a la pusilanimidad de algún Gobierno, jurando que América Latina no iba nunca a volver a repetir la vergüenza de quedarse con los brazos cruzados ante los gorilas como ocurrió con el Chile de Salvador Allende). Chávez con una paciencia infinita elaborando los documentos de la UNASUR, cediendo lo que hiciera falta para que todos los Presidentes no tuvieran problemas para incorporarse. Algo que repetiría en la CELAC o con el ingreso de Venezuela a Mercosur o con el ALBA. Chávez en reunión con Clinton, y después de que el Presidente norteamericano le agradeciese la cesión del cielo venezolano a la fuerza aérea gringa con motivo del Plan Colombia, decirle al gendarme mundial: «Tranquilo Bill, que nosotros también os damos las gracias a ustedes por dejar a la fuerza aérea venezolana, en nombre del Plan Colombia, sobrevolar libremente el territorio norteamericano». Clinton no leyó que Chávez era un defensor de la soberanía venezolana. Pasó a formar parte de los amigos de los terroristas.

La fuerza de Chávez tenía también el problema de necesitar enfrente interlocutores fuertes. El barroquismo caribeño y el carisma desatado del Presidente eran una fórmula no apta para el consumo encorbatado de las cancillerías occidentales. Al tiempo, brindaba fáciles caricaturas a unos medios de comunicación mercenarios que no dudaban en sacar de contexto, en recortar un minuto de un discurso con la intención de construir una matriz de opinión contraria a Chávez (con gran éxito, incluso entre la izquierda europea). Estos medios mercenarios presentaban a Chávez cantando una ranchera con un sombrero mexicano, queriendo hacer del Presidente un payaso ocurrente, ignorando que esos gestos han sido los que han ido logrando hermanar a los pueblos latinoamericanos (¿es que sabe alguien en España cómo se llaman los Presidentes de los otros 26 países de la Unión Europea?

En América Latina, ahora, los pueblos sí conocen quiénes son los otros presidentes). ¿Y qué decir del repetido «¡Exprópiese!». ¿Acaso no representan los gobernantes europeos sus actos de gobierno? ¿Acaso no nos hemos enterado en España de recortes sociales a través de declaraciones a periódicos extranjeros? En esa ocasión se estaba representando un proceso de expropiación que buscaba hacer ver a los sectores populares que también se exigía a los ricos su parte de esfuerzo en el proceso bolivariano. La prensa occidental lo entendió como el summun de la arbitrariedad (presentado así por los mismos medios que no cuestionan la relación directa entre la baja popularidad de los Presidentes norteamericanos y la acción bélica correspondiente en cada mandato). La palma de oro se la llevó el diario El País publicando una falsa foto de Chávez moribundo. Prensa de calidad. ¿Quiénes son los bananeros? Esa fuerza de Chávez ha sido la que ha impulsado TeleSur, el SUCRE (el comienzo de una moneda latinoamericana que no repita los errores del euro), el Banco del Sur, la Universidad del Sur, el ALBA, la UNASUR, el ingreso de Palestina en la UNESCO (iniciativa venezolana), que prepararía la incorporación palestina como país observador de la ONU…

Pero no deja de ser cierto que la fuerza de Chávez no encontraba siempre enfrente actores políticos con la voluntad de contradecir al Presidente. La cultura política venezolana sigue siendo en una buena parte «adeca» (marcada por Acción Democrática, el partido del dos veces presidente y amigo de Felipe González, Carlos Andrés Pérez). Esa cultura siempre ha sido clientelar, jerárquica, aduladora, interesada y trepadora (dos palabras maravillosas para el léxico político vienen de esa cultura: pantallear -fanfarronear- y pescuecear -estirar el pescuezo para salir en la foto-). Si añadimos que la existencia de un Estado débil -que viene arrastrándose de la colonia, cuando Venezuela no era Virreinato sino Capitanía General- ha hecho que los militares tengan una capacidad de resolución que no siempre tienen los civiles- y que la oposición, lejos de hacer una oposición constructiva tuvo siempre un ánimo golpista, entendemos que los elementos críticos fueran debilitándose.

Sin embargo, uno de los rasgos esenciales del proceso bolivariano, y donde se juega su futuro, esta en mantener la crítica. Lo que devoró la revolución francesa, la rusa, la cubana fue el ahogamiento de las voces disidentes. En Venezuela tomó otro rumbo. En 2009, el Centro Internacional Miranda organizó un encuentro en Caracas para valorar críticamente las luces y las sombras del proceso. La primera reacción parecía que iba a repetir el fantasma de las revoluciones devorando a sus hijos. El papel implacable de la oposición, de los medios, de la universidad, comprometidos únicamente con el regreso al pasado, había enrocado al gobierno. Pero Chávez supo reaccionar, escuchar a su pueblo que le decía que no era verdad que siempre coincidiera lo que se hacía con lo que se decía. Y en su última comparecencia, en lo que se ha llamado el Cambio de Timón, Chávez resumió su programa: escuchar al pueblo, mucha crítica y autocrítica y transición al socialismo.

Si hay un ámbito en el que Chávez luchó contra el destino, fue en cambiar la manera de pensar de los venezolanos y, desde ahí, de los latinoamericanos. Una vez producido el desarraigo de la conquista, donde el Estado siempre ha sido débil, la esfera pública también siempre ha mostrado la misma debilidad. Lo público no es el espacio de todos, sino el espacio de nadie. El comportamiento lo marca la relación con la naturaleza. Si la naturaleza te da algo, lo coges. Igual con el Estado. Una organización estatal, con leyes impersonales, funcionarios entregados a lo público, políticos virtuosos y redistribución de recursos, es menos creíble que los golpes de fortuna de las telenovelas. Chávez le dijo a su pueblo: vuestra suerte sois vosotros mismos. Y al tiempo que les daba un pez, les decía que tenían que aprender a pescar.

Antes de entrar en el quirófano que no le regresó a la vida, Chávez dejó su testamento: no lloren: luchen por la revolución bolivariana. No se peleen entre ustedes como siempre ha hecho la izquierda: dejen que Nicolás Maduro les guíe en los siguientes pasos del proceso bolivariano. No se crea nadie más importante que el pueblo: manden obedeciendo. Y todo el mundo en Venezuela ha entendido que la soledad de los cien años del continente no puede regresar. El camino ha arrancado. Los venezolanos y las venezolanas, esos que siempre han vivido y viven en Venezuela, saben que ahora tienen patria.

Ese es el legado de Chávez. Pura dignidad. Hace falta todo un pueblo consciente y organizado para continuar esa inmensa tarea. Ya se están secando las lágrimas y poniéndose en marcha.

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Hugo Chávez, aintiimperialista, socialista y latinoamericano inmortal

por Carles Muntaner y Joan Benach

Carles Muntaner es Catedrático de Enfermería, Salud Pública y Psiquiatría de la Universidad de Toronto y miembro de GREDS/EMCONET, Universitat Pompeu Fabra.

Joan Benach es Profesor de Salud Laboral y de Salud Pública de la Universitat Pompeu Fabra y director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS/EMCONET), Universitat Pompeu Fabra.

La muerte de Hugo Chávez ha llenado de tristeza a millones de trabajadoras y trabajadores, y a las clases populares de alrededor del globo, a la vez que los ricos y poderosos del capitalismo en crisis se regocijaban. A pesar de la presión y los millones de dólares destinados a sacarle del poder del modo que fuere,  y de menoscabar sus importantes logros, el líder venezolano consiguió mejorar las condiciones de vida de su pueblo y transformar el horizonte político de América Latina liderando un giro a la izquierda.

En lo económico, Chávez logró  que se produjeran subidas del salario mínimo, las pensiones y la remuneración del trabajo doméstico, todo lo cual tuvo como resultado una notable reducción de la pobreza y  la desigualdad de ingresos. A pesar de la contradicción que supone fomentar el consumismo en las clases medias (por ejemplo, en la aspiración de un automóvil para todos), Chávez fomentó alternativas socialistas que fueron más allá de la socialdemocracia europea. Así, por ejemplo, se desarrollaron  áreas no capitalistas, con “empresas de producción social”, cogestión y cooperativas, y diversas nacionalizaciones.

En lo político, Chávez consiguió aglutinar a los grupos nacionalistas y socialistas en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y mantener un equilibrio político y una fuerza que le llevó a conseguir más de 10 victorias electorales. Sus programas sociales, las famosas “Misiones”, llevaron la atención primaria a los cerros de Caracas y a la mayoría del pueblo venezolanop. La Misión Mercal permitió que las clases trabajadoras accediesen a una alimentación de mayor calidad, a pesar de las carestías aún existentes. Las clases sociales más explotadas tuvieron acceso a la educación, entre los que se cuentan los programas donde se intentó cambiar el origen social de la “clase médica” para hacerla más sensible a las necesidades de la población. Los Consejos Comunales permitieron que las comunidades afectadas tuvieran control directo sobre la gestión de los servicios sociales entre los que se incluyen los servicios de salud pública, el agua, la propiedad, la educación, el deporte, la prevención  y la vivienda, entre otros. Es cierto que se cometieron errores de planificación y de otras índoles  pero los logros fueron muchos más. Por ejemplo,  ofrecer una vivienda digna y con electrodomésticos a personas que vivían en un rancho  en los cerros. Se logró reducir también la corrupción en la empresa petrolera estatal PDVSA. El sistema judicial y la criminalidad en Caracas siguieron siendo, sin embargo, muy elevados, tal vez debido en parte a la aversión que Chávez sentía hacia la represión estatal. ¿Quién puede dar más?

En lo cultural, Chávez tuvo la osadía de romper con las barreras que el clasismo universitario está imponiendo cada vez en mayor medida en los países del Norte. El mal llamado “populista” no era tal. Conjugaba la astucia de Fidel con el romanticismo del Che, lo que le hará pasar a la historia de latinoamericanos inmortales como Allende, Guevara, Martí y otros tantos más. No le conocíamos bien pero cara a cara, en el programa “Alo Presidente”, en Miraflores, parecía un hombre más cerebral, consciente y reflexivo que su imagen pública, y desde luego muy valiente. Su capacidad de comunicación con su pueblo, las clases trabajadoras de Venezuela, y por extensión de Latinoamérica y el mundo entero, no tenía comparación. Podía hablar de Meszaros, de Marx y de Chomsky con la misma falta de pretensión, sencillez y claridad con la que hablaba de béisbol o cantaba una ranchera o una canción de Alí Primera. Sin hacer esfuerzo alguno rompía las barreras del elitismo de la clase media alta que hace de la cultura un bien mercantilizado al alcance de unos pocos que poseen altos estudios universitarios. No había en él ni un ápice de complejo de inferioridad neocolonial, admiración por la cultura anglosajona, o de identificación con el opresor. A Chávez no le importaba lo que los imperialistas del norte pensaran de él. Esa era una de las razones por las cuales los medios le atacaron sin piedad con un fervor frenético.

Las especulaciones sobre el futuro de la Revolución Bolivariana, al menos las del norte del rio grande, infravaloran los profundos cambios conseguidos bajo Hugo Chávez. Hoy en día, hay una integración latinoamericana en ciernes. El pueblo venezolano, “Chávez es el pueblo”, es ahora consciente de sus derechos constitucionales y está dispuesto a defenderlos como sea. A pesar del sectarismo, de la boliburguesía, los militares de derechas, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y la interferencia extranjera, será extremadamente difícil que logren que la revolución de un paso atrás si las clases trabajadoras y una parte de las clases medias se oponen.

La izquierda timorata del Norte debería aprender mucho de él, de su coraje y de su obcecada determinación a cambiar el curso de la historia. Se negó a seguir el guión que le había escrito el neoliberalismo imperialista. Se creía el heredero de Bolívar, consiguió que le creyéramos, y acabó siéndolo. Para evitar la destrucción del planeta y que exista una vida justa y digna para toda la población, harán falta muchos Chávez y muchos pueblos bolivarianos que sigan luchando por sus ideales.

¡Uh, ah, Chávez no se va!

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Hugo Chávez en mi recuerdo

 

 

por Juan Torres
6 de marzo de 2013

 

 

Publicado en Público.es el 6 de marzo de 2013
“Los que mueren por la vida no merecen llamarse muertos” (canción de Alí Primera)

Aunque se veía venir, he sentido una profunda tristeza al conocer la muerte del presidente Chávez. Tuve la oportunidad de trabajar en su despacho como miembro de la Fundación CEPS y compartí con él algunos momentos intensos y que perdurarán siempre en mi memoria. Lo recordaré como una persona serena, comprometida con su pueblo, incansable hasta la extenuación (¿cuándo dormía ese hombre?, me pregunté siempre), muy cariñoso y atento con sus interlocutores. No le perdonarán nunca que diera voz a los millones de personas que no la tenían, que permitiera que su pueblo disfrutase del dinero del petróleo que antes iba a los privilegiados. No le perdonarán que ganase una elección tras otra y sin que en ninguna se pudieran descubrir irregularidades de las que incluso hay en los países que alardean de democracias asentadas. No le perdonarán, en suma, que no aceptase -como le ofrecieron muchas veces- obedecer al Imperio, ser sumiso y someterse a los intereses de sus multinacionales.

Pude comprobar en Venezuela cómo lo querían las gentes sencillas. En una ocasión un abuelo muy mayor me dijo en uno de los barrios más pobres de Caracas: “Gracias al comandante ya puedo reír”. Le habían arreglado los dientes y eso para él era ser otra persona. Conocí a muchas otras que habían empezado a ver gracias a las operaciones de cataratas que se realizaban en Cuba a través de las Misiones, las mismas que permitían a las madres llevar a sus hijos al médico. Una simple consulta que evitaba el sufrimiento de verlos enfermos sin poder recurrir a nadie, como antes les pasaba. El propio Chávez me comentó una noche en su despacho que habían puesto en marcha unos quirófanos ambulantes que en una semana hacían las operaciones de pequeña envergadura que antes se hacían en siete años a personas sin medios económicos. El empoderamiento que sentían los millones de personas que con la revolución empezaron a disfrutar de todo ello, por no hablar de las escuelas, de las universidades… es lo que no han sabido tener presente quienes nunca han entendido el gran apoyo electoral de Chávez.

El proceso que él ha liderado no está exento de errores, de limitaciones. Claro que los hay. Pero lo éxitos están ahí, en la disminución de la pobreza, en los servicios y el poder que se han puesto a disposición de la gente sencilla que no tenía nada, ni siquiera “cédula” que los identificase como simples ciudadanos. Y eso teniendo en cuenta que no ha habido ni un minuto de respiro. La oposición no paró nunca de enfrentarse al gobierno y a Chávez personalmente con un odio que cuando lo viví allí me parecía terrible e inhumano. No creo que ningún otro país haya sufrido una huelga como la petrolera, un auténtico golpe de estado empresarial que trató de paralizar al país y acabar con el gobierno. Por no hablar del golpe de Carmona que apoyaron los gobiernos de las grandes “democracias”, como los de Estados Unidos o de España.

Me vienen ahora a la memoria los momentos en los que estuve con él y me emociono. Recuerdo los correos de amigas y amigos venezolanos que de vez en cuando me escribían simplemente para decirme que Chávez acababa de recomendar mi manual o alguno de mis libros en algún programa de televisión o en algún mitin o conferencia. Recuerdo el pánico que sentí cuando me encargó la primera tarea (quería saber mi opinión sobre las medidas de emergencia económica que deberían estar previstas y adoptarse inmediatamente si se daba otro sabotaje o golpe) o el examen tan detallado que me hizo sobre España mientras nos acercábamos a Barajas en uno de los viajes en los que fui en su comitiva, y que me dejó perplejo por lo que él sabía y por las cuestiones que me preguntaba, algunas de las cuales yo nunca había tenido en cuenta.

He vivido todas estas semanas de malas noticias sobre su salud con una pena inmensa. No es fácil hacerse a la idea de la finitud, por muchas veces que se ponga por delante de nosotros inexorable. Y se vive peor cuando se trata de personas a las que queremos o admiramos de un modo especial.

El pueblo venezolano ha tenido una suerte inmensa al contar con una persona como Hugo Chávez en todos estos años. Ahora, sin embargo, le toca andar más solo. Ojalá que todos esos millones de personas que salieron de la nada de la mano del comandante sean capaces de seguir con éxito, haciendo aún mejor las cosas y sacando adelante a su Patria, a la que tanto amaba Hugo Chávez, una persona excepcional a la que tuve el honor de conocer y de prestarle mi colaboración modestísima y de cuyo ejemplo seguiré tratando de aprender, de su amor extraordinario a las gentes sencillas y de su compromiso con el pueblo. Justo lo que no le perdonaron nunca, lo que hizo que fuese vilipendiado. Pero también, lo que hará que no lo olviden nunca las personas humildes de dentro y fuera de su República Bolivariana.