Confundir radicalidad con sectarismo es un error demasiado común –y un error fatal para quienes luchan por la supervivencia y la emancipación. Juan Torres evoca al anarquista español Anselmo Lorenzo, quien asistió en 1871 como delegado a la conferencia de Londres de la Primera Internacional. En su libro El proletariado militante (Biblioteca Virtual Antorcha, 2008, p. 210) escribió:
“De la semana empleada en aquella Conferencia guardo triste recuerdo. El efecto causado en mi ánimo fue desastroso: esperaba yo ver grandes pensadores, heroicos defensores del trabajador, entusiastas propagadores de las nuevas ideas precursoras de aquella sociedad transformada por la revolución en que se practicará la justicia y se disfrutará de la felicidad, y en su lugar hallé graves rencillas y tremendas enemistades entre los que deberían estar unidos en una misma voluntad para alcanzar un mismo fin”.
El lacónico comentario de Torres es: parece que no se ha avanzado mucho.[1]