No debería uno discrepar de sus maestros. ¿O quizá sí? Podemos y deberíamos recordar aquí la que fuera la máxima favorita de Karl Marx: De omnibus dubitandum. Hay que dudar de todo. Del propio Marx, claro está. O de la voz conjuntada de dos grandes maestros, un gran historiador y un gran poeta.
Josep Fontana, al final de una conferencia dirigida a estudiantes universitarios, animado por el comprensible deseo de infundir ánimos a su joven público en un tiempo sombrío –“no es verdad que el mundo no pueda mejorar: hay muchas cosas que podéis cambiar entre todos”[1]–, apeló a un verso de Miquel Martí i Pol que dice: que tot està per fer, i que tot és posible.
“Todo por hacer, y todo es posible”: pero las dos sentencias, unidas por la conjunción copulativa, son falsas.
No todo está por hacer porque nunca partimos de cero: no deberíamos ceder a la tentación del adanismo. No hay tabula rasa, edificamos a partir de los escombros del pasado.
Y no todo es posible porque el pasado limita las posibilidades del futuro: “history matters” (hay quien propone traducir path dependency al castellano por “histéresis”). Construimos a partir de lo dado, vivimos desde situación que han configurado otros, y con las que a nosotros nos toca bregar. Desconfiemos, en este caso, de la euforia del poeta, transmitida por la voluntad de esperanza del historiador. Contra la desesperanza, pero sin autoengaños.
Se puede aquí recordar aquel chiste irlandés que evoca el sociólogo Zygmunt Bauman. En algún remoto lugarejo un forastero detiene su coche y pregunta a un lugareño: ¿por dónde se va a Dublín? Éste lo mira con cierta guasa y responde: si yo quisiera ir a Dublín, no se me ocurriría empezar desde aquí. Comenta Bauman: “Hay mucha verdad en este chiste. Estoy de acuerdo (…) en que éste es un mundo muy poco propicio para iniciar el camino, sería mejor otro mundo, pero no hay otro mundo que éste. No podemos renunciar a llegar a Dublín sólo porque no estamos en el punto de partida idóneo.[2]” Partir de donde estamos, entonces (¿y cómo podríamos empezar desde otro lugar?), aunque ese lugar nunca será el idealmente idóneo.
La diferencia esencial, para los seres humanos, casi nunca es la que se da entre todo o nada. The best or nothing es el lema publicitario de una conocida empresa fabricante de automóviles (alemana por cierto, aunque hable en inglés) –y es una consigna nihilista. La diferencia esencial es la que se da entre mucho y todo, o entre casi nada y nada… Ahí es donde nos la jugamos. En muchos sentidos, en estos años que vienen (pensemos en fenómenos como el calentamiento climático, el cenit del petróleo o la hecatombe de diversidad biológica) se trata de evitar lo peor.
[1] Conferencia de Josep Fontana reproducida en El Viejo Topo 280, de mayo de 2011. Cito aquí de la p. 13.
[2] Zygmunt Bauman: Múltiples culturas, una sola humanidad. Katz/ CCCB, Buenos Aires/ Madrid/ Barcelona 2008, p. 59.