«Es, como el capitalismo, algo más que un sistema económico: un ethos, una forma de vida que irrumpe en cada una de nuestras decisiones. Estamos adiestrados o, mejor dicho, amaestrados para la competición. Representa los valores hegemónicos del éxito, liderazgo o la fórmula recurrente del capitalismo arcaico que es el culto al emprendedor: el “empresario aventurero” que retratase Werner Sombart desde el idealismo capitalista. Pero, es obvio que no todo el mundo puede tener éxito, ser líder o devenir emprendedor. Todas estas nociones llevan implícita la desigualdad de llegada que se añade a la de partida. Dicho de otra forma, para que haya éxito competitivo es preciso que sólo unos pocos puedan alcanzarlo. Y jamás contaremos con las mismas oportunidades. Lo que hay que conculcar es la propia lógica de la competición por sus implicaciones inicuas para el estar-juntos…»