Ha tenido lugar, es cierto, una verdadera explosión de conocimiento científico. Suele decirse que el volumen de conocimiento se está duplicando cada ocho años, y que hoy están vivos y en activo más científicos que los que hubo en toda la historia anterior de la humanidad. Pero deberíamos ser precavidos: ¿es un aumento explosivo de algo bueno –en este caso el conocimiento científico— también algo bueno en sí mismo? Reflexionar sobre otras dinámicas sociales y económicas en un capitalismo que funciona creando gigantescas burbujas que luego explotan dejándonos peor de lo que estábamos –reflexionar sobre esta clase de dinámicas debería hacernos dudar. En lo que atañe a la ciencia, lo que nos deja muy perplejos es la pregunta siguiente: ¿cómo conciliar esa enorme acumulación de conocimiento científico, que en principio sirve para prever y controlar y obrar racionalmente, con una deriva de las sociedades industriales hacia el colapso ecológico-económico a la que casi todo el mundo asiste –científicos incluidos— como si se tratase de una catástrofe natural? ¿Ciencia para controlar qué, si en primer lugar somos incapaces de autocontrol?