cooperación y competición

Desde las bandas de cazadores-recolectores hasta hoy mismo, dos problemas básicos se han planteado para todos los grupos humanos: cómo evitamos a los aprovechados que abusan de los cooperadores, y cómo impedimos que los tiranos vocacionales dominen a los demás (problemas que por lo demás, en muchos contextos concretos, se relacionan entre sí). Las soluciones a estos conflictos de cooperación son otras formas de cooperación: las llamamos moral y democracia.

Moral igualitaria y política democrática están conectadas. (La ética no se reduce a las relaciones interpersonales, ni a los cálculos y aventuras de un sujeto racional “puro”. La ética, en las tradiciones de pensamiento que más me interesan, es ética-con-política.) Las prácticas de transparencia, supervisión, separación de poderes, distribución de responsabiliaddes, adopción democrática de decisiones, rendición de cuentas, castigo contra los abusos se promueven para hacer frente a aquellas dos grandes patologías de la cooperación.

Hay otra vía que la cultura euro-occidental ha favorecido mucho en los últimos dos siglos: impulsar la competencia a todos los niveles. Pero la competitividad –para una especie ultrasocial y expansiva como la nuestra, dotada de una técnica de descomunal potencia— sólo puede ser en nuestro caso una virtud secundaria. Sólo sometida a estrechos límites y constricciones puede, a veces, rendir buenos frutos.

En efecto: para animales sociales –simios supersociales— como somos los seres humanos, los bienes más característicos de la vida humana sólo pueden alcanzarse cooperativamente. Pensemos en la seguridad existencial, que sólo puede alcanzarse en comunidades cuyos miembros se cuiden unos a otros; o en la sensación de plenitud que se experimenta cuando uno vive en “un lugar en el mundo” que es precisamente el lugar singular adecuado para uno mismo… Ésta es la razón por la cual razonar en términos de egoísmo/ altruismo puede confundir más que aclarar. Se trata por cierto de una intuición que encontramos ya en la Antigüedad, entre los estoicos por ejemplo: así, Epicteto indicaba que “aparejó de tal modo la naturaleza del animal racional, que ninguno de sus peculiares bienes pueda alcanzar como no aporte nada al provecho común. Así, ya no resulta insocial el hacerlo todo en interés propio…”[1]

La sociedad es un sistema de subsistemas de diversos tipos; y dentro de los sistemas sociales (y entre ellos) se dan tanto competencia como cooperación. La base de todo lo social es el individuo-en-sociedad (ni el individuo aislado, ni la sociedad como totalidad). Así en todas las ciencias sociales: “La politología, al igual que cualquier otra ciencia, debe comenzar por admitir la perogrullada de que todos nacemos en una sociedad construida por nuestros antecesores y eso nos modela con mayor fuerza que el más influyente de los predicadores o el más poderoso de los dictadores.”[2]

Hay dosis de competición en todas las sociedades humanas, frente a la cooperación que es más básica. Pero una sociedad donde la competición prime frente a la cooperación es autodestructiva.



[1] Epicteto, Pláticas (redactadas por Arriano; ed. de Pablo Jordán de Urríes), libro I, capítulo 19, 13-14. Eds. Alma Mater, Barcelona 1957, p. 95.

[2] Mario Bunge, Filosofía política, Gedisa, Barcelona 2009, p. 86.