crecer o no crecer -una reflexión de pedro prieto

 

Crecer o no crecer, esta es la cuestión

 

Asistimos últimamente a frecuentes debates en los que se discute la procedencia, la conveniencia y la posibilidad física de crecer o no crecer y hasta dónde, en términos económicos, en forma de dilema Shakespeariano. Ni que decir tiene que en la reflexión entre ser y no ser, y ante la calavera, la inmensa mayoría aboga por seguir siendo, por seguir creciendo. Tampoco hace falta ser un lince para observar que en el dilema entre crecer y no crecer, la práctica totalidad desea seguir creciendo económicamente.

En nuestro país, hemos asistido a intensos debates de altura sobre esta dicotomía entre por ejemplo, el activista ecologista Florent Marcellesi contestado por el economista Vicenç Navarro y luego el cruce de artículos entre el científico Antonio Turiel y el economista Juan Torres que ElDiario.es y este blog de Última Llamada han ido publicando puntualmente.

A nivel internacional, también se dan estos debates.

El 18 de septiembre pasado el premio Nobel de economía, Paul Krugman publicó en el diario de gran tirada The New York Times un artículo titulado Errors and Emissions Could Fighting Global Warming Be Cheap and Free? (Errores y omisiones. ¿Podría suceder que la lucha contra el Calentamiento Global fuese barata y gratuita?), que fue contestado por el profesor californiano y colaborador del Post Carbon Institute, Richard Heinberg con otro artículo en su blog Museletter, titulado Paul Krugman and the limits of hubris (Paul Krugman y los límites de la arrogancia), donde Heinberg desgrana a su vez y a su juicio los errores y omisiones que ve en el escrito de Krugman.

Más recientemente, el pasado 7 de octubre, el premio Nobel de economía, Paul Krugman publicó de nuevo en The New York Times un artículo titulado Slow Steaming and the Supposed Limits to Growth (la navegación a baja velocidad y los supuestos límites al crecimiento), en el que el premio Nobel de Economía se despachaba contra un periodista de Bloomberg, Mark Buchanan, por haber escrito que los economistas parecen ciegos a los límites del crecimiento y citaba a su mentor William Nordhaus de haber dado ya un repaso, hace ya cuarenta años y sobre este asunto a Jay Forrester el padre de la dinámica de sistemas, herramienta que el matrimonio Meadows había utilizado para elaborar su informe de 1972 sobre los límites del crecimiento. Si el repaso a Forrester, es del calibre que hizo estimar a Nordhaus en los años setenta que con la tecnología de los reactores regeneradores podríamos tener energía para toda la Humanidad para 1 millón de años y que con la energía de fusión podríamos tener suficiente para nada menos que 53.000 millones de años, sinceramente, prefiero pensar que Forrester y los Meadows estaban más centrados que Nordhaus y sus discípulos como el Nobel Krugman. De hecho, para el que se quiera tomar la molestia, un par de publicaciones más recientes, como la de los propios Meadows, analizando 30 años después sus pronósticos en The Limits to Growth: The 30-year Update (Los límites del crecimiento: una revisión 30 años después) o el del profesor de física-química de la Universidad de Florencia, miembro de ASPO Italia y del Club de Roma, Ugo Bardi, The Limits to Growth Revisited (los límites del crecimiento vueltos a analizar) parecen que aquellos pronósticos de 1972, tan denostados durante tantas décadas y todavía hoy considerados como fallidos y superados, resultan mucho menos disparatados y mucho más ajustados a la realidad que las entelequias de Nordhaus por las mismas fechas.

Krugman escenificaba en su reciente artículo su rechazo a los límites del crecimiento, poniendo por todo ejemplo, la reducción de consumo de energía de los buques cuando estos reducen su velocidad de crucero o de navegación.

Este artículo fue contestado en Common Dreams, un medio de mucha menor tirada y repercusión, por Ugo Bardi, bajo el título Paul Krugman and The Tortoise: Why the Limits to Growth Are Real (Paul Krugman y la tortuga: por qué los límites al crecimiento son reales), donde Bardi desmonta el ejemplo de Krugman y su retórica.

Estos debates tienen más antigüedad que la que se les supone. La entrevista que Carla Ravaioli hizo al premio Nobel de Economía Milton Friedman, en 1995 y que fue publicada en Economists and the Environment, ilustra meridianamente la ceguera de ciertos economistas a la hora de ver límites relacionados con la energía y su capacidad de realizar trabajo, que en definitiva, es de lo que dependen la actividad económica.

Economistas, muchos de los cuales siguen a día de hoy entendiendo que la energía disponible es sólo función del precio del dinero a que se ponga la misma. Que es una cuestión de mercado y no de física y termodinámica. O al menos, que no es una cuestión perentoria para la Humanidad y que tenemos tiempo y capacidades de sobra.

Y volviendo a nuestro particular ruedo ibérico, el Director de Estudios y Proyectos de la Fundación 1º de mayo, Bruno Estrada, publica el 7 de noviembre en El Diario un artículo titulado Los límites del Decrecimiento, que merece también algún comentario.

Este artículo del señor Estrada tiene mucha miga. Juega con una ventaja sustancial, porque efectivamente, es fácil acertar con ese titular, ya que el decrecimiento tiene un límite obvio: el CERO PATATERO. Sin embargo, el crecimiento, como todos sabemos, puede ser infinito.

Pero precisamente por eso, no tengo tan claro como Estrada que “las tesis del decrecimiento sean ideológicas”, ya que muerto el perro, se acabó la rabia. La llegada a cero de cualquier actividad, su cesación o desaparición supone un límite inferior insuperable. Perogrullo lo consideraría de cajón. Y Estrada incluso admite que ha habido bastantes civilizaciones que colapsaron antes, por no prever su llegada a estos límites, en lo que denomina “entornos geográficos completamente aislados y en ecosistemas frágiles”, pero al parecer, sin reconocer en absoluto que hoy el entorno geográfico y el frágil ecosistema es el propio mundo y no la minúscula Isla de Pascua para los pascuenses o Groenlandia para los vikingos. Por tanto, los límites al crecimiento de nuestra especie y sus formas de vida actuales, no creo que sean una tesis, ni siquiera una ideología; son más bien una constatación matemática de un límite simple.

Sin embargo, los argumentos de los que desean seguir creciendo, sean los que sean, sí que pueden resultar, más que ideológicos, teológicos o incluso teleológicos. Los argumentos de que la Tierra recibe del sol 5.000 veces más de lo que consumen los seres humanos es pobrísimo; mis admirados profesores de Barcelona Pep Puig y Joaquim Corominas, en su libro de 1990 La ruta de la energía ya habían constatado la cifra de 10.000 veces en aquella época. Pero eso no sirve de mucho. Estrada debería haber precisado que en nuestra bolita girando en el Cosmos, toda energía que entra del sol en forma de onda corta, afortunada y finalmente tiene que salir en forma de onda larga (si no, duraríamos lo que una lagartija en un microondas enchufado a tope).

La Tierra necesita de esas 5 ó 10.000 veces (lo que prefiera) más energía que llega del sol que la que consumimos para seguir siendo lo que hasta ahora es y seguir siendo como es y haciendo lo que hasta ahora hace, con sus evaporaciones sus vientos, sus calentamientos y enfriamientos oceánicos, sus corrientes marinas, sus lluvias, su creación de biomasa, sus complejos y (sí) frágiles equilibrios.

Si obviamos el regalo que la naturaleza nos ha hecho almacenando y concentrando enormemente los combustibles fósiles durante cientos de millones de años, que vamos a quemar en este aquelarre industrial y tecnológico en un par de siglos mal contados, la captación temporal y transformación de parte de esa energía que podamos hacer nosotros mediante nuestras habilidades técnicas sólo se puede realizar de forma muy dispersa y costosa (en términos energéticos, no económicos) y que está muy limitada incluso por los materiales que se pretenden usan y su Tasa de Retorno Energético (TRE), si se consideran todos los inputs energéticos para su existencia.

Y si quiere algún dato más de lo que dice que Serge Latouche no le ha aportado para confirmar que la captación de esta energía que el sol entrega de forma uniforme y maravillosamente dispersa, es seguramente una tarea imposible para seguir manteniendo una sociedad mundial que ya consume 13.000 MTep/año de manera tan concentrada e intensa. Sobre todo, si pretende seguir creciendo al 3% anual y reducir los equilibrios que hoy hacen que el 70% se tenga que confirmar con el 30% de los recursos, mientras el 30% de los privilegiados se lleva el 70% de los recursos, tiene mucha literatura al respecto.

Pero si quiere alguna información específica sobre la energía solar fotovoltaica y lo que la Tasa de Retorno Energético (TRE) de estos sistemas puede dar de sí, le recomiendo modestamente mi libro, escrito al alimón con el profesor Charles A. S. Hall, precisamente gran popularizador del concepto de TRE, que parece se le escapa a Estrada.