cuatro observaciones sobre un debate en torno al «colapsismo» y el decrecimiento que se nos está yendo de las manos

Querido Antonio, querido Emilio,

1) necesitamos un movimiento ecologista (en sentido amplio, incluyendo a los sectores científicos que tienen conciencia de su responsabilidad política y ecosocial: lo que se ha llamado a veces ciencia con conciencia) donde puedan convivir posiciones diversas; un movimiento que pueda aprovechar los talentos tanto de Antonio Turiel como de Emilio Santiago Muíño. (A modo de anécdota, un periodista joven y algo ingenuo me preguntaba hace unos días: «Pero ¿cómo pueden estar tan enfrentados si los dos trabajan en el CSIC?»)

2) Cuando, en los debates de la izquierda (de nuevo en sentido muy amplio: los ciudadanos y ciudadanas comprometidos a fondo con el valor básico de la igualibertad), aparecen acusaciones de fascismo, las cosas van mal. Es lo que a veces se ha llamado reductio ad Hitlerum, y en términos deliberativos lo que hace es cerrar vías de comunicación con un portazo. Caminos de racionalidad y debate franco que hemos de procurar mantener abiertos.

3) Emilio, que lleva trabajando por una sociedad libre desde su adolescencia, no merece ninguna acusación de fascismo. A mí no me cabe duda de que los anti-«colapsistas» (ya he explicitado en varios textos que rechazo la etiqueta), al menos aquellos a quienes conozco personalmente, obran de buena fe. Creo que se equivocan con su intento de resucitar la fantasmagoría del «desarrollo sostenible» cuando ya no hay tiempo para casi nada, y que el impulso básico detrás de ese intento es la desesperación (por mucha calidez de corriente que se invoque), pues son conscientes de las terribles encrucijadas ante las que nos encontramos. Pero diría que hay que atribuirles esas buenas intenciones y concederles su derecho a equivocarse.

4) Twitter es un medio bastante tóxico (se diría que no poca gente se asoma a ese ciberlugar cada mañana pensando «a quién vamos a insultar hoy») y nada adecuado para llevar adelante debates razonables. Los algoritmos tuiteros tienen parte de la culpa de que esta controversia se haya enconado tanto.

Un abrazo sincero a cada uno de los dos                                 Jorge Riechmann.