cuestionario librero 56: jorge riechmann (en la cafetería florida de cercedilla)

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  Por  en Entrevista
“Vergüenza de mi especie / Vergüenza de mi sexo / Vergüenza de mi país, de mi ciudad / Vergüenza de mi clase / Vergüenza de mi familia y de mi vida / Vergüenza de mi educación, mi profesión, mi centro de trabajo / Vergüenza y también piedad / piedad hacia todo ello”… Quienes llevamos lustros leyendo los ensayos, los poemas e incluso los diarios de Jorge Riechmann hemos ido asistiendo al proceso reflexivo, y por tanto a la indignación creciente, de su literatura, esa mirada que se ha ido desplegando desde el idealismo y la ilusión de la juventud al cabreo razonado de hoy, cuando todas las batallas del mundo (todas las batallas de la Tierra, queremos decir) parecen perdidas. Pero la desesperación del poema citado (que es colectiva) queda matizada por su llama final, que también define la obra de Riechmann: compasivo casi a su pesar, humanista pase lo que pase, sería muy mala noticia que alguien como él tirara la toalla. Ahora publica Mudanza del isonauta, un libro de poemas muy diverso en el que se mezclan los poemas-manifiesto, o incluso los poemas de pancarta, con haikus, aforismos o glosas a otros autores que, en cualquier caso, nunca se alejan demasiado del acuciante asunto común, una poesía ya no comprometida sino puramente consciente. El primer jueves de diciembre, para inaugurar el frío, nos subimos al primer tren del mundo para llevar el “cuestionario librero” a Cercedilla, donde Riechmann vive desde hace dos años, y se lo entregamos en su “despacho” del Café Florida, donde lee, escribe, medita y, en fin, tiene su atalaya para observar el mundo y plantarle cara.

[Fotografía: Jorge Riechmann, en Cercedilla (Madrid), 3 de diciembre de 2020. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Me nutrí, niño aún, de la sección infantil-juvenil de las bibliotecas familiares de mi padre y de mi tío Paco Román… Evocaría, más que un solo libro, dos series: las novelas de aventuras de Edgar Rice Burroughs (Tarzán de los MonosCarson en VenusJohn Carter en Marte) y los clásicos de la colección Araluce (en versiones resumidas e ilustradas para niños). Por ejemplo, aquel tomito inolvidable del Orlando furioso.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Ese tipo de identificaciones son muy de la adolescencia: Oliveira en Rayuela, Dean Moriarty En el camino… Luego se da uno cuenta de que la meta habría que pensarla más bien en términos de des-identidad. “Impersonal plenitud”, nos recomendaría René Char.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Por varias vías: libros que llaman a otros libros, recomendaciones de amigas y amigos, suplementos culturales de los diarios, obligaciones intelectuales (los profesores somos estudiantes), información vía Twitter desde hace un lustro. Y recomendaciones de las y los libreros… Aunque aparece un conflicto aquí: mi librero de cabecera es ahora Rafael Reig de la librería Fuenfría (desde que hace dos años vine a vivir a Cercedilla), y Rafael recomienda sobre todo narrativa. Pero yo narrativa leo muy poca, soy sobre todo lector de ensayo y poesía…

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

¡Tantas! Algún día habría que leer a Hegel, pero da pereza.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

El otro día escribía José Sarrión en Twitter: “Es necesario pensar unas Obras Completas de Manuel Sacristán, que permitan ponerlas a disposición de las nuevas generaciones”: completamente de acuerdo. Y reeditar Planeta simbiótico de Lynn Margulis en edición de bolsillo para bachilleres (tirada de cientos de miles de ejemplares subvencionada por un Ministerio de Cultura que contratase a algunas asesoras ecofeministas).

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Anotar (con bolígrafo) y subrayar (no sólo con lápiz, ay, sino con rotulador-marcador verde fosforescente).

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Una librera aparecida desde alguno de los textos de Gustavo Martín Garzo.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Las buenas librerías cerca del mar tienen algo muy especial. Por ejemplo, me alegré mucho cuando abrieron La Batisfera en el Cabañal, Valencia. Y espero volver algún día a la librería de Norberto Ruiz en Arrecife (El Puente, en la isla de Lanzarote)…

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

Epicuro introducido por Pierre Hadot. Furor y misterio de René Char, comenzando por Hojas de Hipnos. Casi todo Juan Ramón Jiménez, sin olvidar Ideolojía. Una buena selección de poemas de Emily Dickinson. Una buena selección de ensayos de William Morris. Simone Weil introducida por Paco Fernández Buey. Apenas está traducida al castellano la poesía de Bertolt Brecht (una de mis tareas pendientes, ojalá llegue a ella). Y tres libros de hoy, para ayudar a situarnos donde deberíamos estar pero no estamos (en 2020, ya casi 2021, en el tercer planeta del Sistema solar): Reencontrando a Gaia de Carlos de Castro (Ediciones del Genal). Petrocalipsis de Antonio Turiel (Alfabeto). Y el libro de conversaciones con Antonio y Alicia Valero que ha preparado mi joven amigo Adrián Almazán (Icaria, ahora en prensa).

[Y la pregunta 10 la lanza el escritor Rafael Reig, librero particular de Riechmann en la Librería Fuenfría (Cercedilla, Madrid):]

“Cuando entras en una librería, ¿buscas tus libros? ¿Has hecho algo vergonzoso, como ponerlos en un sitio más visible o tapando el un autor odiado?”
No son tan frecuentes las librerías con sección amplia de poesía, pero en esas pocas sí tengo curiosidad por ver si hay alguna cosa mía… Y en cuanto a la segunda pregunta, touché. Alguna vez he ocultado un poemario de algún autor por quien siento poca simpatía, ¡y hasta colocando un libro mío encima!