de complicidades y conspiraciones –manolo garí sobre pfb

In memoriam Paco Fernández Buey

De complicidades y conspiraciones

Manolo Garí

Martes 4 de septiembre de 2012

[Nota previa. El año 2003 Jorge Riechmann nos propuso a varias personas hacer un singular regalo de cumpleaños a Paco Fernández-Buey: escribir unas líneas para sorprenderle en su sesenta aniversario. De ahí este artículo que sintetizaba y sintetiza los vínculos que me unían a quien ha sido un referente intelectual, político y moral constante en mi reflexión, muy especialmente en los últimos años. Terminaba este artículo con un “espero tu llamada, Paco”. Llamada (e. mail o carta, no recuerdo) que efectivamente se produjo en unas pocas ocasiones por diversos motivos. Una de ellas particularmente reconfortante en 2008 en el peor momento de mi vida. Hoy solo me cabe añadir al escrito: gracias Paco por tu lucha, tus ideas y tu llamada].De complicidades y conspiraciones

Nunca hemos tomado café juntos. No fuimos amigos del barrio ni vecinos de la misma ciudad. No compartimos la misma aula, por diferente opción profesional y cinco años de diferencia. Ni siquiera militamos en el mismo partido. Pocas, muy pocas veces, hemos coincidido en actos o reuniones. Y, sin embargo, más de una vez me oí decir a mí mismo cosas como Paco Fernández Buey ha propuesto (o dice o plantea). Aludiendo a Paco, no a Francisco, como si diera noticia de primera mano y el trato entre ambos fuese cotidiano cuando realmente se reducía a seguir sus escritos y a tener muy en cuenta sus argumentos y sus propuestas por mi parte. Quizás la familiaridad se deba a que pese no haber coincidido en ámbitos geográficos u organizativos hemos compartido amigos –y muy buenos- comunes y espacios de esperanzas, utopías e ideales similares. Quizás siento, dicho en otras palabras, que somos de la misma tribu, del mismo clan, y por tanto cómplices de luchas y desvelos idénticos y que pese a tener trayectorias político vitales distintas, formamos parte actualmente de una misma y plural izquierda alternativa.

A pesar de proceder de corrientes diferentes de la izquierda marxista, hace años que nos hacemos preguntas similares y seguimos pistas parecidas. Desde el inicio de mientras tanto Paco, junto a otras gentes, fue uno de los artífices de una nueva y fecunda reflexión dialogada en el seno de la izquierda de nuestro país. Nos ayudó a avanzar, incluso a quienes por provenir del trosquismo no teníamos cuentas que saldar con los horrores del “socialismo real” y por estar trabajando activamente en los viejos y nuevos movimientos con una perspectiva de izquierda alternativa desde la LCR teníamos menos residuos ideológicos tóxicos que depurar. Catalizador de encuentros y demoledor de resabios dogmáticos y/o sectarios, Fernández Buey no solo ha participado activamente en los debates de ideas sino que intentó seriamente desde su compromiso político militante construir una nueva síntesis superadora de viejas diferencias en Izquierda Unida. En su haber podemos apuntar la búsqueda de nuevas respuestas y alternativas, en su debe no podemos apuntar el fracaso en la renovación de la formación política. No es poco lo que la izquierda alternativa le debe, le debemos, a Paco Fernández Buey. Rompiendo con malas prácticas de cierta izquierda que siempre antepuso las diferencias, hoy creo que es hora de resaltar lo que tenemos en común.

Para quienes venimos de la heterodoxia respecto al comunismo “oficial” valoramos y mucho su reivindicación de la realmente poco ortodoxa Luxemburg. Aprendemos con su inteligente interpretación de Gramsci, de quien dice que da buenas pistas incluso cuando equivoca el camino, al entender la política como ética de lo colectivo y poner la atención sobre lo pre-político y cultural como dimensiones necesarias para la comprensión de la misma lucha entre las clases. Y tomamos buena nota cuando presenta un Marx sin ismos, al que muchos solo conocen a través de la lectura y de la mirada de terceros. Reivindica un Marx a la par insolente, adversario e incómodo para los poderosos y sin embargo minucioso, objetivo y atento a la hora de comprender los legados de la burguesía, en definitiva un Marx desacralizado y subversivo al que aconseja leer “como si no fuera de los nuestros”, desapasionadamente y sin intermediarios, precisamente para poder comprenderlo personalmente y ahondar en sus aportaciones.

A pesar de los fracasos y las derrotas, de las modas postmodernas y del pensamiento débil, del triunfo del neoliberalismo y de la concepción que reduce el mundo a la categoría de mercancía, Fernández Buey, se reclama comunista ajeno al estalinismo, sigue planteando la centralidad de lo social y, a la vez, es capaz de atender a los nuevos y novísimos vectores que aparecen con fuerza y configuran el escenario y el horizonte de la emancipación de los seres humanos. Con un pie en el movimiento sindical, atento a las profundas transformaciones estructurales de la clase obrera, y con otro en el movimiento ecologista, propone la ecologización de la acción sindical (aspecto con el que me identifico especialmente con Paco) para poder dar la oportunidad a un mundo habitable. Defiende como necesidad estratégica ineludible la conflictiva articulación de la unidad de acción entre los viejos y los nuevos movimientos. Y la feminización de todos ellos (y de todos los sujetos del cambio). Propone que pongamos la vista en los problemas del planeta, tanto porque hoy más que nunca la humanidad necesita ser considerada a escala planetaria superando las viejas fronteras, como por la necesidad de considerar a cada paso y en cada paso la relación entre esa humanidad y la base material que la sustenta, el propio planeta. Ambas miradas son las componentes básicas de una nueva mundialización y de un nuevo internacionalismo, el de las gentes de abajo. Ambas miradas permiten hacer avanzar la propuesta eco-socialista.

Paco es una persona lúcida, por eso es pacifista. Espero al afirmar esto no acarrearle problemas con la justicia española porque tras la adopción como doctrina patria de la concepción de la globalización armada que profesan Bush junior y su equipo, ser pacifista se ha convertido en la España de Aznar de las Azores en algo peligroso. Y, de continuar gobernando el PP, en algo muy peligroso. Quiero señalar algunas de las ideas antibelicistas de Fernández Buey que comparto plenamente y la mejor forma de hacerlo es reproducir párrafos de un escrito suyo que creo sigue inédito. Se explican por si mismos, son plenamente vigentes y de “rabiosa” actualidad. En 1999 me hizo llegar un artículo que El País no le publicó al enviarlo y que posteriormente, al día siguiente de acabar los bombardeos sobre Yugoslavia, desde dicho periódico le propusieron actualizara y recortara para ser editado. Cosa a la Fernández Buey se negó. El artículo se titulaba Qué quiere decir ser pacifista ahora y tenía como objetivo dar respuesta a los escritos justificadores de la intervención armada de la OTAN en los Balcanes suscritos por gentes como Cebrián o Vargas Llosa. Escribió Paco:

“Un pacifista, en el sentido socio-cultural de la palabra (…) no es alguien que no quiera morir. Es alguien que no quiere matar y que busca fórmulas para la resolución pacífica y racional de los conflictos. Un pacifista de finales del siglo XX, que no sea fundamentalista o esencialista, jamás aducirá a favor de su causa que está luchando contra el Demonio, como ha hecho Blair. Un pacifista del siglo XX tiene que saber que aducir la Moral (como si sólo hubiera una Ética) a favor de la causa equivale a volver al pasado, a la moral mesopotámica, a la descalificación por bárbaro del que no sea de los nuestros, al olvido de que la barbarie de los nuestros ha sido frecuentemente, a lo largo de la historia, la más horrorosa de las barbaries y, sobre todo, equivale al olvido de que las declaraciones contra el Imperio del Mal, en nombre de la Moral con mayúscula, están en el origen de numerosos desastres históricos en los que acaban sufriendo todos los inocentes. (…) Rebelarse contra el tirano ha sido un principio ético-político bastante compartido a lo largo de la historia. Pero no conozco ningún principio moral que de derecho a alguien a bombardear a los de abajo porque éstos no acaban de rebelarse contra el tirano.”

Fernández Buey nos propone que como Marx luchemos por nombrar -por dar nombre nosotros y no dejar que otros lo hagan en nuestro nombre- las cosas, la realidad que percibimos y aquello que proponemos. Califica de pervertido el concepto socialismo del que afirma que hoy necesita ser refundado mediante nuevas bases. De las mismas deberá formar parte esencial la democracia; “otra democracia” recalca, de la que señala no solo su necesidad social sino también su factibilidad histórica. En su propuesta de volver a Marx defiende una sencilla, atractiva y sintética definición del socialismo similar a la de los albores del marxismo, el socialismo como pasión razonada o razón apasionada. Acorde con ello, alejado de cualquier pretensión cientifista determinista pero también del pesimismo derrotista, nos propone la utopía como esperanza. Como horizonte y como regulador de los comportamientos posibles hoy para que los mismos jueguen un papel positivo en el devenir. Dicho de otra forma, la utopía puede motivar una tensión activa esperanzada y esperanzadora.

Después de tanta coincidencia y pese a que ni fuimos colegas del barrio ni compañeros de carrera ni camaradas de partido y pocas veces coincidimos en reuniones, aún estamos a tiempo de conspirar juntos en torno a unas tazas de café para hacer realidad los sueños. Espero tu llamada, Paco.

Madrid, 2003