Nunca, en la historia de la humanidad que dura ya (teniendo en cuenta sólo a nuestra propia especie, Homo sapiens sapiens) unos 200.000 años y por lo tanto unas diez mil generaciones, se puso en marcha un dispositivo social tan destructivo como la generalización de la búsqueda de beneficio a través de la mercantilización de todo, acoplado con el uso de cantidades exponencialmente crecientes de energía fósil. Ha bastado su funcionamiento a todo gas durante apenas cuatro generaciones para poner el mundo al borde del abismo. Pero ahora tenemos que cambiar…
Los problemas exigen soluciones sólo cuando se presentan como amenazas, sugiere Harald Welzer en ese libro imprescindible que es Guerras climáticas[1]. Y aunque “en las próximas décadas muchas sociedades entrarán en un colapso determinado por el clima”, el psicólogo social alemán advierte también que “nadie cree realmente que eso vaya a suceder”[2]. ¿De dónde tanta ceguera?
Creo que cuatro grandes dificultades explica la pasividad e inacción con que (no) abordamos el calentamiento climático –y, más por extenso, la crisis socioecológica mundial. (1) La gradualidad de los procesos (esto remite a los fenómenos de la “rana dentro de la olla” que se va calentando despacito, y a los “puntos de referencia cambiantes”). (2) La externalización y alejamiento de muchos síntomas de la degradación (con todo un conjunto de estrategias de “barrer debajo de la alfombra” que ponen en práctica los poderes dominantes). Vinculado con ello, observamos (3) la existencia de poderosos grupos de interés –comenzando por las grandes compañías energéticas y automovilísticas– que luchan por mantener a toda costa el statu quo. Y last but not least constatamos (4) la dependencia estructural de todo el orden socioeconómico presente con respecto al crecimiento económico, que condiciona gravosamente las alternativas.
[1] Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Katz, Buenos Aires/ Madrid 2011.
[2] Harald Welzer entrevistado por José Andrés Rojo: “Tenemos una responsabilidad ineludible: desarrollar otra manera de vivir”, Barcelona Metrópolis 83, verano de 2011.