Ramón Andrés esboza una carta a los jóvenes que comienza recordando la etimología de delirar: procede de delirare, el término latino que se usaba para indicar que el arado se había salido del surco. Y encomienda a los jóvenes una tremenda misión:[1] a ellos y ellas correspondería volver a poner el arado en el surco, recolocar lo que se desquició, reducir los esguinces (esguinzar viene del latín vulgar exquintiare, que alude a que algo está desgarrado por cinco partes). No, don Ramón: nuestro descoyuntamiento no atañe sólo a los jóvenes. No arrojemos esa carga demasiado pesada sobre sus hombros; no rehuyamos nuestra propia responsabilidad. Desesguinzar nuestro mundo es una tarea de todos –no sólo de los y las jóvenes.
[1] Ramón Andrés, “A los jóvenes”, El Cultural, 18 de abril de 2025.