devaluación interna

Mis estudiantes de filosofía política (de tercer curso) se sienten agredidas cuando censuro la pasividad con que la mayoría de la sociedad está asistiendo a la demolición de nuestro sistema de protección social, eso que –mejorando muchísimo lo presente– llamaban algunos «Estado social y democrático de derecho» (sanidad pública, pensiones, derechos laborales, educación pública…). Estos jóvenes argumentan que 1) estudiar filosofía ya debería ser en sí mismo considerado una actividad crítica, y 2) actuar correctamente en el ámbito privado –«no tirar las colillas al suelo»– ¡ya debería ser considerado praxis política!

Esta clase de razones nos dan la medida de la fenomenal devaluación que ha sufrido la noción de actividad política en esta sociedad española donde la gente tiende a convertirse en un apéndice de su smartphone… La acción colectiva –«algo de otra época»– parece hallarse a distancia sideral de las vidas de estas mujeres y hombres jóvenes. Cuando un tipo tan listo como Manuel Borja-Villel dice en una entrevista que hoy «la gente es más política que nunca, mira el 15-M» (El País Semanal, 15 de septiembre de 2013), no hace sino certificar esa devaluación de  expectativas y aspiraciones…

Como país, en los últimos tres años, nos hemos dejado hacer una devaluación interna practicada por los «cirujanos de hierro» de la Troika, cabeza visible del capital financiero internacional. Pero, mucho antes, la gente ha ido autodevaluándose internamente, al dar por buena esa jibarización del espacio público y de la acción política (frente a la cual Cornelius Castoriadis, entre otros, se pasó decenios clamando –en el desierto…).

«El equilibrio y la conservación de la sociedad capitalista moderna, a partir de los años cincuenta [del siglo XX], se logran mediante la remisión de cada cual a su esfera privada y su confinamiento en ésta (lo que ha sido posibilitado por el bienestar económico de los países ricos, pero también por toda una serie de transformaciones sociales, especialmente en materia de consumo y de ‘ocio’), tendencia paralela y sincrónica con un inmenso movimiento ‘espontáneo’ (y en lo esencial provocado por toda la historia precedente) de retirada de la población, de apatía y de cinismo frente a la política.» Ah, relean ustedes esos textos del último Castoriadis en El ascenso de la insignificancia (Cátedra, Madrid 1998; publicado en francés en 1996; el paso que acabo de citar es de una entrevista de 1991). El gran pensador greco-francés nos dejó en 1997, pero todavía sigue iluminando nuestro presente…