Desde Galicia, un lector de Fracasar mejor (Manuel Casal Lodeiro, a quien puede seguirse en su blog http://casdeiro.info/textos/ ) me envía varios apuntes a los que no quiero dejar de responder -aunque no pueda hacerlo con la profundidad que sería deseable para las importantes cuestiones que plantea.
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MCL -El concepto de fracaso adaptativo que resulta central en el libro (Fracasar mejor, ed. Olifante, Tarazona 2013) aunque sólo se cite como tal (creo) en la cita de la p. 11, me choca un tanto. Creo que no acaba de encajar semánticamente, porque yo al menos entiendo que se quiere decir adaptación ante un fracaso. Lo veo (o lo quiero ver) relacionado con lo que explicaba Tainter en The Collapse of Complex Societies de que en realidad los colapsos son soluciones perfectamente eficientes, es una adaptación ante el fracaso (de la continuidad de la fase anterior, de la continuidad del sistema demasiado complejo) y por tanto se pueden ver como algo netamente positivo, sobre todo para el conjunto de la población, no tanto así para sus élites. Por tanto creo que la adaptación debería ser central en el concepto y por tanto sustantivo y no adjetivo del fracaso, que hace relación al momento anterior. En mi opinión no tenemos que fracasar mejor (lo siento, pero esa expresión me suena a orgullo/ dignidad en la derrota, pero derrotismo al fin y al cabo), es decir, no tenemos que poner el fracaso como objetivo en sí, sino en todo caso asumir como objetivo el fracaso del sistema (no el nuestro), triunfar en el fracaso o con el fracaso. En ese sentido dar por perdida esta civilización sería una manera de fracasar mejor (con tus palabras) o de adaptarse mejor al fracaso (en las mías); por ello apuestan Paul Kingsnorth y sus compañeros de la Dark Mountain, por ejemplo. Creo que tan sólo hay aquí una divergencia sobre el uso de las palabras, no sobre el fondo de la cuestión, pues coincido plenamente con la ética que emana de tu libro.
JR- Diría más bien que nos adaptamos fracasando. No es que el fracaso sea un objetivo deseable, por descontado -y he indicado más de una vez que no deberíamos promocionar una poética (ni una ética) del perdedor.
MCL- Página 27: lo de la llamada partícula de Dios no tiene que ver nada con Dios ni sus descubridores la quisieron bautizar así. ¿Has leído de dónde surgió el apelativo? Es bochornoso que se haya propagado ese nombre: https://en.wikipedia.org/wiki/Higgs_boson#Nickname
MCL- Página 31: me gustó lo de taru wo shiru («percatarse del límite» en japonés) y al buscar en Internet me topé con este libro que tiene una pinta muy interesante: http://www.justenoughjapan.com/ Quizás ya lo conocías. Está claro que tenemos que volver la vista atrás (nuestro propio pasado) y a los lados (otras culturas) para encontrar las tecnologías apropiadas con las que sustentar el futuro humano. También en este terreno será una vuelta a casa (Paul O’Connor en el último volumen de Dark Mountain, un texto que tengo ganas de traducir y difundir en castellano).
JR- Tiene buena pinta ese libro, desde luego… Aprovecho de todas formas para recomendar los textos de uno de nuestros orientalistas más destacados, el (libre)pensador jesuita Juan Masiá, que es a quien cito en esa p. 31. Se le puede encontrar en el blog http://lacomunidad.elpais.com/apoyoajmc/posts
MCL- En la p. 35 y en otros lugares del libro hablas del pecado original en el sentido de pecaminosidad intrínseca, pero para mí no es lo mismo. El pecado original fue un pecado concreto cometido por nuestros ancestros y que heredamos de serie según la religión cristiana, pero eso no quiere decir que seamos pecadores de nacimiento. El pecado no es nuestro, sino una mancha que llevamos, según el cristianismo, y que si no recuerdo mal el catecismo, se nos borra mágicamente con el bautismo. De ahí yo no derivo que el hombre sea malo de entrada. Sin embargo derivo algo mucho más interesante, en mi opinión, y de interés para nuestro futuro… para la Gran Prueba como tú dices. Y para ello debemos fijarnos en cuál fue concretamente el pecado cometido por Adán y Eva, qué fue lo que hicieron que les privó (y a todos los que vinimos después) del Paraíso. El pecado consistió en atreverse a intentar ser como Dios (rebasar un límite impuesto), ceder a la hybris (aquí enlaza con la ética griega clásica), en robar el fuego de los dioses (de nuevo la mitología clásica: Prometeo). Recuerda lo que era el Árbol de la Ciencia, del que comieron por sugerencia de la serpiente (el mal)… El mensaje por tanto es antropológico, claro que sí, pero en mi opinión no como tú lo desarrollas, sino que trata de advertirnos de que la Ciencia-Técnica, el orgullo del hombre de no reconocer límites y querer ser como Dios… nos llevará a perder todo lo que tenemos. El mensaje por tanto no podría ser más actual. En cierta medida el Génesis nos está advirtiendo de lo que nos está pasando ahora y en ese sentido es tanto o más profético que el Apocalipsis de San Juan, y desde luego mucho más sencillo de decodificar: la humanidad se ha creído Dios, ha traspasado los límites sagrados y ha comenzado a jugar con fuego (el átomo, la ingeniería genética, la brutal trasformación de la biosfera comenzando por la liberación masiva del CO2 que al seguir enterrado permitía condiciones para nuestra vida…) y el resultado de ello es la expulsión del Paraíso (la propia Tierra tal y como la conocemos y la heredamos, es decir, habitable). Es, para mí, un cuento admonitorio acerca de cómo acabaremos si intentamos ir demasiado lejos y romper las reglas (de la Naturaleza, que en este sentido es Dios). Ahora bien, ¿fue ese mensaje consciente? ¿Cómo es posible que hace miles de años los autores del Génesis fuesen capaces de percibir dónde podíamos acabar? ¿Revelación divina? Me inclino a pensar que no, no porque no crea que exista Dios (más bien Diosa) sino porque no creo en su intervencionismo al estilo de la mitología judeocristiana. ¿Quizás recuerdos de una ancestral civilización avanzada que cometió dicho pecado? Lo veo más plausible. ¡Quién sabe las leyendas que crearán los humanos del futuro sobre el Gran Pecado de nuestra era!
JR- La idea básica es que somos simios averiados: hay algo que está mal en el anthropos (y no sólo en las instituciones que creamos, los sistemas sociales, los órdenes normativos, etc.). No es que el ser humano sea «malo por naturaleza» ni «bueno por naturaleza»: más bien, diría yo, es disfuncional por naturaleza. El «pecado original» en sentido laico va por ahí.
Sobre lo prometeico, se acaba de publicar en castellano un libro que me gustaría recomendar (de hecho ya lo hice en este blog): François Flahault, El crepúsculo de Prometeo. Contribución a una historia de la desmesura humana (traducción de Noemí Sobregués), Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, Barcelona 2013. Prometeo es, desde la recuperación y cristianización del mito griego en el Renacimiento italiano, una figura de liberación cuya potencia seducirá a europeos tan ilustres como Bacon, Goethe, Shelley, Marx o Nietzsche; al mismo tiempo se nos ha vuelto una figura ambigua en una época, la de la crisis ecológico-social, que ha de aprender a ver en la transgresión de todos los límites más bien un disvalor que un valor. “El amor a la libertad va de la mano del deseo de sentirse existir de manera incondicional, deseo en sí mismo legítimo, pero que tiende a traspasar los límites. El deseo de escapar de la condición humana forma parte de la condición humana” (p. 151; vale la pena señalar que Flahault dedicó un libro anterior, La sensation d’exister –2002–, al análisis de esa conciencia del yo como algo absoluto que se entrelaza con las dinámicas del moderno Prometeo).
Y para la relectura del mito del Génesis, el recién publicado Para la Tercera Cultura de Paco Fdez. Buey (Libros del Viejo Topo, Barcelona 2013), del que cito un fragmento: «Se ha dicho muchas veces: la diferencia más sustantiva entre el mito inaugural de la cultura cristiana y los mitos contenidos en otras religiones y civilizaciones del antiguo Oriente, en los que juega un papel importante la presencia de un jardín o huerto paradisíaco, es la presencia en el relato bíblico de aquel misterioso árbol del conocimiento del bien y del mal.
En el principio fue el miedo de los hombres al saber. El autor o autores del libro del Génesis nos da(n) una versión mítico-religiosa de este temor: el árbol de la ciencia (del bien y del mal) se opone a la continuidad y permanencia del ser humano en el paraíso. La moraleja del mito es que el ser humano no tiene cabida en el huerto del Edén porque quiere saber aunque sabe que eso puede ser su perdición.
Se trata de un miedo paradójico: de la irresistible atracción del abismo, de una atracción que es a la vez temor, de una ambivalencia que habla del carácter demediado, dividido, dual, de la naturaleza del hombre. El mito fundacional de la cultura judeo-cristiana habla simbólicamente de la expulsión del Paraíso y del exilio del hombre. Es natural que, a lo largo de los siglos y en el marco de esta tradición, el hombre mismo se haya preguntado por la significación simbólica de este mito fundacional.¿Cuál fue su culpa? ¿Cuál fue la causa de aquel pecado original? ¿Desobediencia, orgullo, falta de fe, concupiscencia?
En el momento tal vez más crítico del siglo XX, cuando la guerra de España toca a su fin y se anuncia la segunda guerra mundial, el escritor italiano Carlo Levi propone volver a la letra del mito argumentando que ésta es clara y comprende, además, todos los varios sentidos simbólicos contenidos en el interrogante anterior. Sintomáticamente, esta propuesta de Carlo Levi concluye, bajo el rótulo “historia sagrada”, una reflexión premonitoria sobre el miedo a la libertad. Esta reflexión tiene que relacionarse inmediatamente con las preguntas radicales de otro Levi, Primo Levi, sobre las causas del Holocausto. La interrelación de estas dos reflexiones toca el corazón de un asunto universal: el miedo al saber es miedo al poder y el miedo al poder es miedo del hombre a la libertad porque es miedo a la muerte…»
MCL- En la p. 39 hablas de “reverencia por todo lo viviente”… A mí me gusta llamarlo biofilia… tú usas la palabra también en la p. 111 al menos. En ese sentido: Biofilia=Eros y sería el opuesto al Tánatos.
JR- Así es, así es… Con «reverencia por todo lo viviente» estamos cerca de Albert Schweitzer, y con «biofilia» cerca de Edward O. Wilson… Los dos son investigadores importantes.
MCL- En la p. 42 y otras, veo que contrapones implícitamente tribalismo vs. civilización. No es que me considere yo un anarcoprimitivista pero creo que la tribu no es tan mala como la pintas y desde luego tengo claro que la civilización no es tan buena. Los anglos creo que tienden a hablar de civilization más como sistema social urbano y los latinos como conjunto cultural, haciendo hincapié en los valores. Creo que lo que está fracasando es precisamente la civilización industrial-capitalista (tú la llamas “sociedad industrial-capitalista”, p. 119), tanto en el sentido anglosajón como en el latino, y que el futuro pasa necesariamente por la vuelta a la tribu, y eso no será (tan) malo. La ciudad es hija del excedente energético y en este sentido, sin civis, no habrá civilización, al menos no una de tipo industrial. ¿Podremos hablar de una civilización agraria? Seguramente. Por ahí estará el futuro, en algún punto entre las urbes reducidas y las tribus relocalizadas.
JR- Diría que la tribu es la vez buena (y entonces solemos llamarla comunidad) y mala (y entonces la llamamos endogrupo identitario excluyente, o lindezas así). Y la misma ambigüedad encontramos en otras importantísimas dimensiones de lo humano… Alguna vez he dicho que lo humano es el reino de la ambivalencia radical, donde bendición y maldición van juntas. Así cada una de las esferas de lo humano. El trabajo, que puede ser cumplimiento y autorrealización pero también alienación y opresión; las ideas, al mismo tiempo medio de conocimiento y persiana que tapa la realidad o funda que la sustituye; la ciencia, que nos aproxima a la verdad y simultáneamente posibilita una tecnología que pone en riesgo la misma existencia humana; la técnica, sin la cual no somos humanos –Homo faber— pero que descuella en ingenio para aniquilar al otro; el lenguaje, que hace posibles tanto la poesía como el genocidio… No desconocer esa ambivalencia o ambigüedad de fondo me parece una cuestión cultural y moral muy importante.
Volviendo a las tribus: Darwin apuntó que, en la selección natural que va moldeando a los mamíferos, tan importantes resultan la agresividad y la competición como el fuerte amor filial de las madres hacia sus crías, vinculado con el éxito reproductivo de la especie. Estos afectos mamíferos se hallan en el origen de vínculos sociales más inclusivos, que abarcan a grupos amplios de seres humanos. Los lazos afectivos orientan la agresión y la competición hacia el exterior del grupo, mientras que dentro del mismo (endogrupo) prevalece la cooperación. Observamos un proceso histórico de ampliación de los límites de estos grupos (que considerados desde cierta perspectiva constituyen una comunidad moral): de la familia extensa a la tribu, de ésta al clan, luego a la nación, y tendencialmente hoy a toda la humanidad… Pero el tribalismo agresivo y excluyente hacia fuera (hacia los exogrupos) sigue siendo un fenómeno social importantísimo.
La dificultad está en el salto desde el endogrupo a horizontes morales más amplios. El problema más difícil no está en el paso del “yo” al “nosotros reducido” (grupo primario; esto resulta totalmente natural, el egoísmo ético es “contra natura” en ese sentido, susceptible de aparecer sólo como anomalía en los animales muy desnaturalizados que podemos ser los seres humanos), sino del “nosotros reducido” al “nosotros universalizado”. Un paso intermedio serían los colectivos étnicos y nacionales, donde funcionan como pegamento social lo que un antropólogo como Scott Atran llama valores sagrados o innegociables.
Y otro asunto enorme es el de la civilización, claro está. La palabra «civilización» tiene varios sentidos, pero me interesa destacar sobre todo dos. Civilización en sentido descriptivo remite a sistemas sociales con ciudades y cierto nivel de complejidad. Civilización en sentido normativo se opone a barbarie (otro concepto complicado: véase Francisco Fdez. Buey, La barbarie -de ellos y de los nuestros, Paidos, Barcelona 1995; así como John Gray, El silencio de los animales, Sexto Piso, Madrid 2013).
Mesopotamia inventó la ciudad, Grecia la democracia: las dos raíces principales de los que solemos llamar civilización (en sentido normativo si pensamos la ciudad como espacio de convivencia). La ciudad como espacio de convivencia vs. la ciudad como lugar de insostenibilidad y dominación (traté sobre estos asuntos en el capítulo 10 de El socialismo puede llegar sólo en bicicleta, Catarata, Madrid 2012, titulado «En la espesura de las ciudades -notas sobre entornos urbanos, sustentabilidad y ecosocialismo») . En fin, que la civilización -como la tribu- parece ser buena y mala a la vez.
Ronald Wright –en su lúcida Breve historia del progreso– recuerda que cuando Mahatma Gandhi llegó ala India –en los años treinta del siglo XX— para dar una serie de conferencias sobre la autodeterminación dela India, un periodista le preguntó qué opinaba sobre la civilización occidental. Gandhi, que acababa de visitar los barrios bajos londinenses, contestó: “Opino que sería una buena idea” (está empleando la noción en sentido normativo. La civilización occidental, en efecto, sería una buena idea. La democracia sería una buena idea. Los derechos humanos serían una buena idea…)
El mismo ensayista canadiense emplea también el concepto en sentido descriptivo: “Ninguna cultura es mejor que sus bosques, dijo W.H. Auden. Las civilizaciones han desarrollado muchas técnicas para obligar a la tierra a producir más alimento, unas sostenibles y otras no. La enseñanza que deduzco del pasado es ésta: que la salud de la tierra y del agua –así como la de los bosques, que son los lugares donde se conserva el agua— es la única base duradera para la supervivencia y el éxito de cualquier civilización.”
MCL- Sobre la p. 59: aunque considero el AVE un delirio, no puedo estar de acuerdo contigo en que sea comparable a la locura genocida de generar residuos que permanecerán radiactivos durante miles de años. La escala del efecto en el espacio y en el tiempo es totalmente diferente, así como su carácter directa o indirectamente mortal.
JR- Sí, pero… ¿no hay que matizar un poco si consideramos lo que los economistas llaman costes de oportunidad? Por construir AVEs hemos dejado de construir sistemas energéticos sustentables, es decir, basado en fuentes renovables de energía…
MCL- P. 62: “hoy día todo el que quiera puede estar más y mejor informado…” Que lo pueda estar no quiere decir que lo esté. De hecho existe una descomunal desinformación en el mundo de hoy agravada por la infoxicación promovida por Internet. Además el acceso a la información solo no basta: eso no resolvería apenas nada. Sólo es el primer paso: procesarla, asumirla y aplicarla a la trasformación vital y social es mucho más difícil que simplemente acceder a la información necesaria (además ¿cómo discriminas cuál es la información necesaria y la superflua? ¡He ahí un primer meollo de difícil solución individual!). Y en todos esos pasos, desde el primero, nos encontraríamos con la oposición del “bloque de poder” que mencionas, claro. El porqué de la pasividad actual de la inmensa mayoría de la población ante el Desastre y cómo combatirlo creo que es la cuestión estratégica clave para los que queremos evitarlo, y es mucho más compleja de lo que parece concluirse en ese texto tuyo (“la inacción… se debe al bloque de poder”).
JR- Cierto, tienes toda la razón… Quizá podamos aquí recordar que, como sugieren los amigos anticapitalistas de Móstoles, «en la historia han existido, desde siempre, tres vías para la transformación social. La primera es el conflicto, lo que solemos identificar como la lucha. El conflicto puede ser pacífico o violento, legal o ilegal, basado en la movilización de calle o en el juego institucional, parcial como una lucha laboral o de carácter más general, como la lucha por una sociedad comunista libertaria. Pero todos los conflictos comparten una esencia, que es enfrentar una fuerza social a otra fuerza social para imponer un proyecto. La segunda vía es la difusión: contra-información, pedagogía, creación de opinión pública, formación política, propaganda, canciones y mitos… lo que comparten es la intervención en las mentalidades y los sentimientos de pertenencia de la gente para concienciar y crear formas liberadoras de entender el mundo. La tercera vía es la construcción de alternativas. Aquí se incluye desde la gestión de las infraestructuras del movimiento hasta la experimentación con formas económicas, culturales y de vida distintas a las del capitalismo: okupación, cooperativismo, monedas sociales…»
MCL- Echo ahí en falta en la p. 63 que menciones que los cuentos infantiles también sirven para trasmitir ideología (Hugo Cerda). Algo muy potente para darle la vuelta y usarlos para trasmitir otros valores, otra cultura…
MCL- P. 84: no veo comparable lo de ocultar el estalinismo con lo de ocultar hacia dónde se encamina la especie, la verdad.
JR- Lo que resulta comparable, creo, son las difíciles cuestiones que plantean la verdad, el engaño y el autoengaño en las tácticas para el cambio social. «La verdad es revolucionaria», sabemos (con Lassalle y Gramsci), pero en muchas circunstancias ¿no resulta la verdad demasiado desmoralizadora y deprimente? «Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible», reza la frase proverbial… Bueno, ahí está todo ese intercambio que mantuvimos por correo electrónico hace un par de días, del que rescato un par de consideraciones mías.
Sin necesidad de recurrir (al menos de entrada) a la biología o las neurociencias, repárese en lo siguiente. Es difícil pensar en una concepción del mundo razonable queno haga hincapié en el carácter conflictivo de la realidad: el dinamismo conflictivo caracteriza a las realidades naturales y, a fortiori, las realidades humanas (que son un subconjunto del más amplio conjunto de las realidades naturales). Memorablemente lo dijo Heráclito: todo lo engendra la discordia, la guerra es la madre de todas las cosas . No sólo las ontologías dialécticas; también una cosmovisión naturalista y sistémica concorde con la ciencia moderna afirmará algo semejante…
Pero, para prevalecer en los conflictos donde nos vemos inevitablemente inmersos (o al menos para no sucumbir en los mismos), los seres humanos tendemos a recurrir al engaño y al autoengaño, por una variedad de fenómenos psicológicos que no es el caso detallar aquí. Clásicamente lo expuso Maquiavelo en el libro III de sus Discorsi: hay que confiar para vencer, con independencia de las bases (racionales o irracionales) sobre las que pueda sustentarse esa confianza.
Una notable reflexión sobre nuestra propensión al autoengaño, desde
las bases teóricas de la biología evolutiva, en Robert Trivers: La
insensatez de los necios. La lógica del engaño y el autoengaño en lavida humana, Katz/ Clave Intelectual, Madrid 2013. El fundamento de la
explicación es que, evolutivamente, nos autoengañamos para engañar
mejor a los demás.
MCL- P. 88: Rojo, verde, violeta… y ¿por qué no negro (anarquismo)? 😉 Desde siempre he sido partidario del encuentro y confluencia de los hijos de Marx y los de Bakunin.
JR- ¡Tienes toda la razón! Mis maestros Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey insistieron, desde hace decenios, en que era menester volver a juntar lo que había estado junto en la Primera Internacional. Además, es un buen momento para volver a hablar de ello: precisamente en 2014 se cumplen 150 años de la fundación de la AIT (la Asociación Internacional de Trabajadores donde estaban juntos Marx y Bakunin)…
MCL- En la p. 95, ese concepto de la simultánea ecofatiga y ecoanalfabetismo me parece clave para la comunicación de la situación, y tomaré buena nota para el área donde machacamos nosotros: el Peak Oil.
MCL- P. 99: “La banca privada es incompatible con la civilización”. Pareces aquí de nuevo dar por sentado que la civilización es algo intrínsecamente positivo, algo así como el conjunto de los mejores valores humanos (como opuesto a la barbarie). Pero la civilización puede entenderse de otra manera mucho más negativa (Zerzan, Jensen, etc.) y en ese sentido ser perfectamente compatible con la banca privada dentro del engranaje de la megamáquina industrial-capitalista. La banca y la urbe se desarrollaron de la mano hasta nuestros días, ¿no es cierto?
JR- Pero podríamos tener ciudades -autocontenidas, democráticas y sustentables- sin tener banca privada, ¿no es cierto? Por cierto que Zerzan nunca me ha convencido demasiado. Voy a enlazar aquí la reseña que escribí de Futuro primitivo, hace más de diez años:
reseña de un libro de John Zerzan por Jorge Riechmann
MCL- P. 124: yo soy de esos que se oponen al trabajo, como concepto y también como palabra. Pero no concuerdo en que sea la mejor palabra para definir lo que tú describes ahí: para eso prefiero la palabra labor, adorable y antigua palabra campesina. Para mí trabajo es el trabajo asalariado, y como tal un producto del industrialismo capitalista que debemos superar y que perderá su centralidad (la está ya perdiendo) en este desmoronamiento de la civilización industrial. Se trata de uno de los mitos que debemos desmontar en el camino hacia la sostenibilidad: el trabajo perderá su centralidad en el discurso para la trasformación social. Me parece mucho más básica la cuestión del acceso a la tierra: en definitiva, la cuestión de las necesidades, para las cuales el trabajo es sólo un medio que ha tenido sentido sólo en esta breve etapa de la historia humana, este periodo de excepción llamado Era Industrial.
JR- Otra cuestión enorme, que he tratado de desbrozar en dos libros: Necesitar, desear, vivir (Catarata, Madrid 1998) y ¡Peligro! Hombres trabajando (Catarata, Madrid 2013).
Abolición del trabajo, reza la consigna de cierta línea de pensamiento anarquista y situacionista (un buen exponente es el Raoul Vaneigem de Aviso a los vivos sobre la muerte que los gobierna y la oportunidad de deshacerse de ella). Me parece básicamente errada. No comparto la propuesta de restringir el concepto de “trabajo” de manera que sólo incluya actividades realizadas con contraprestación monetaria.
A mi entender el trabajo, que es una noción multidimensional, tiene bastante de constante antropológica. El hecho de que el contenido del trabajo, las formas del trabajo, las relaciones sociales en las que se desarrolla hayan cambiado mucho a lo largo de la historia humana no quiere decir que no tenga sentido fijarnos en los elementos comunes de esa noción. Si trabajo fuese solamente trabajo asalariado bajo relaciones de producción capitalistas, ¿cómo íbamos a llamar al trabajo doméstico en las sociedades capitalistas o no capitalistas? ¿Cómo denominaríamos la labor de los campos en sociedades precapitalistas y poscapitalistas…? Me parece que tiramos piedras contra nuestro propio tejado si lanzamos el concepto de trabajo al cubo de la basura.
No necesitamos proponer ahora un nuevo concepto de trabajo partiendo desde cero: lo lleva haciendo –con mayor o menor fortuna– el pensamiento de izquierdas, y también el feminismo, desde hace un par de siglos. Si empleamos la expresión “trabajo doméstico”, la mayoría de los oyentes entenderán que nos referimos a una actividad socialmente necesaria y habitualmente no retribuida: no necesitaremos explicitarlo a renglón seguido. Si hablamos de “trabajo de labranza”, nuestro interlocutor o interlocutora no dará por sentado que nos referimos a jornaleros que han vendido su fuerza de trabajo en un mercado capitalista. A los Trabajos de Persiles y Segismunda (o de Hércules, por ejemplo), ¿habría que referirse en adelante como “las actividades creativas de Persiles y Segismunda”? A la CNT ¿la rebautizaremos como Confederación Nacional de la Autorrealización?
MCL- P. 124 (más abajo): “la condición humana neolítica tal y como la esbozan Santiago Alba Rico y Carlos Fernández Liria” … me interesa el tema y más sabiendo que viene de Santiago Alba… Pero no incluiste la referencia a dónde la esbozan, sea libro o artículo. Por cierto, en cuanto a lo de la sabiduría mediterránea de Don Quijote… como sabrás Cervantes Saavedra era descendiente de gallegos y hay quien dice que su realismo mágico tiene mucho de celta y que entronca ahí con la literatura medieval de los países celtas, quizás por los cuentos que le relataba su abuela gallega, dicen. Cultura mediterránea sí, pero ¡también atlántica, Jorge! ;-D Por otro lado, la cita de Rexroth me parece bastante urbanólatra y despreciativa del mundo rural.
JR- ¡No me toques a mi querido Rexroth, Manuel! Qué va a ser urbanólatra por evocar la paz de una aldea neolítica…
El libro al que me refiero ahí es El naufragio del hombre de Santi Alba Rico y Carlos Fdez. Liria, Hiru, Hondarribia 2010.
MCL- P. 130: “el siglo XXI será nuestro siglo V”… pero no mencionas la obra en concreto donde se lanzan esas advertencias. Me interesan mucho los paralelismos con la Caída del Imperio Romano, de hecho encontré muchas leyendo a Joseph Tainter.
JR- La referencia es a La próxima edad media de José David Sacristán de Lama (Eds. Bellaterra 2008, prolongado con Los próximos veinte años en la misma editorial). Enlazo aquí con un material preparado por el mismo autor.
extracto ‘LA PRÓXIMA EDAD MEDIA’
MCL- P. 133: “esos momentos extraordinarios de reconfiguración de los sistemas complejos”… como sabrás es lo que llaman en inglés el tipping point, de traducción al castellano raramente feliz. Yo suelo optar por algo como punto de vuelco.
MCL- P. 134: “querré democracia participativa”. Y ¿por qué no “directa”? Yo soy un gran defensor de la democracia directa y considero la participativa una trampa tremendamente fácil de asimilar y desactivar por las élites que hoy día nos hurtan la soberanía popular. He escrito bastante sobre ello en relación a ese antipartido que ayudé a crear llamado Democracia Directa Digital (D3). Una muestra: http://casdeiro.info/textos/index.php/2013/03/07/democracia-participativa-el-termino-lo-dice-todo/
En este sentido creo que la Democracia Directa es una de las estrategias más interesantes de cara a la Revolución necesaria… una vía inexplorada hasta ahora por la izquierda pero potencialmente devastadora para el sistema actual: http://casdeiro.info/textos/index.php/2011/06/14/g12od-generales-2012-objetivo-democracia/
Tienes más reflexiones mías al respecto bajo la etiqueta de democracia directa en: http://casdeiro.info/textos/index.php/tag/democracia-directa/
Sería interesante conocer vuestra posición al respecto en Izquierda Anticapitalista, por cierto. Yo desde luego veo cada vez más la lucha por la democracia auténtica (es decir, directa) como inseparable de la lucha por la supervivencia de la especie en paz con la biosfera.
JR- Tampoco a esto resulta fácil responder brevemente… La democracia directa es imprescindible (es la democracia «de verdad»), pero topa con límites de tamaño (¿cuánta gente puede participar con sentido en una asamblea?) que sólo en parte pueden solventarse por vía informática y telemática (hace falta la deliberación cara a cara en las unidades de base -¡las tribus, en el buen sentido de la palabra!). Hay que combinar, creo, mecanismos de democracia directa y de representación (¿no sería deseable un Parlamento mundial, como propone mi admirado George Monbiot?). En fin, hay un larguísimo debate sobre estas cuestiones, que incluye las experiencias de los consejos obreros (qué buena selección de textos preparó hace ya muchos años Ernest Mandel) y las prácticas de Die Grünen en sus orígenes (sobre el partido verde alemán realicé yo mi tesis doctoral). Otro autor imprescindible para este asunto: Cornelius Castoriadis.
Por cierto, querido Manuel: ¿no adviertes cierta tensión -no la llamaremos contradicción- entre el ¡abajo las ciudades! y el ¡viva la democracia telemática!?
MCL- P. 175: “Si Dios no existe deberíamos cuidarnos más los unos a los otros, y a la Tierra.” Añadiría yo: “Y si Dios existe… también” ;-D … P. 175: “habrá Dios si le permitimos nacer”. Pero si nace del hombre, ya no es Dios.
JR- Todos los dioses nacen del hombre (y de la mujer), hombre…
MCL- P. 189: “deberíamos tener miedo… de nuestra enorme potencia tecnológica”. La potencia que tenemos no nos la da la tecnología, al menos no en última instancia, sino la energía descomunal de la que disfrutamos (por poco tiempo ya). Sin ella, la tecnología moderna no sirve de nada. De hecho potencia es una magnitud física derivada de la energía.
JR- Quizá se nos escapa ahí alguna complicación adicional… Algunas tecnologías extremadamente potentes no necesitan grandes cantidades de energía: pienso por ejemplo en la ingeniería genética. Por lo demás, Spinoza hablaba de potentia en sentido político-moral, antes de que se formalizase la física moderna…