dictadura en europa, un artículo de juan torres

Dictadura en Europa
28 de febrero de 2013
Juan Torres

 

No habían pasado ni veinticuatro horas del cierre de las urnas en Italia cuando Angela Merkel dictó lo que hay que seguir haciendo allí. El portavoz de su partido afirmó que sea cual sea el gobierno que se forme sólo admitirá un camino a seguir, el de las reformas de Monti. Y su ministro de Economía ha reiterado que no hay más alternativas que las medidas que llevaba a cabo el presidente-banquero que ahora acaba de perder estrepitosamente las elecciones.

No hay forma más clara de señalar que lo que hayan dicho los ciudadanos a través del voto le importa un rábano a quienes hoy día han convertido Europa en una dictadura de facto.

En Europa se está desmantelando la democracia y es lógico que esto esté ocurriendo. Es la única manera que tienen las autoridades de garantizar que se puedan seguir aplicando políticas cuyo fracaso  es indisimulable si no es para beneficiar a una minoría muy poderosa que vive de un modelo social muy desigual e injusto.

El informe de invierno que hace unos días presentó el comisario de Economía, Olli Rehn, demuestra claramente que los resultados de las políticas que se vienen imponiendo son totalmente distintos a los que dijeron que se iban a conseguir cuando las anunciaban como nuestra salvación. Todo es al revés de como habían previsto: el crecimiento es menor, el paro ha aumentado, los bancos no financian, las empresas siguen cerrando, el déficit y la deuda crecen y en lugar de recuperarse, la economía europea entra en recesión.

Los daños sociales que esto ocasiona aumentan en todos los países sin excepción. Los indicadores que Eurostat, la oficina de estadística europea, ha presentado esta semana muestran que ya casi uno de cada cuatro europeos (24,2%) y un 27% de los jóvenes menores de 18 años está en riesgo de pobreza o exclusión social. Porcentajes que son terriblemente más altos en algunos países de la Unión, como Bulgaria (49,1 y 51,8%), donde la gente en la calle acaba de derribar al gobierno. Y que alcanzan proporciones siderales cuando se dan en familias de bajos niveles de estudios. En este caso, el porcentaje de menores de 18 años en riesgo de pobreza monetaria en el conjunto de la Unión es del 49,2%, y del 76.2% en Chequia o del 78.3% en Rumanía. Incluso en países que siempre habíamos considerado la vanguardia del progreso está empezando a ser desorbitada la pobreza infantil y juvenil en familias con bajo nivel de estudios: 54.4% en Suecia, 52.5% en Francia o 55.1% en Alemania . Lo único que avanza en Europa es la concentración de la renta y el peso de las rentas del capital en el conjunto de los ingresos.

Y el problema mayor que todo esto está produciendo es que el deterioro económico está dejando de ser coyuntural. Estamos a punto de cruzar una frontera a partir de la cual los daños, en forma de destrucción de tejido empresarial, de empleo, de innovación y de capital físico, social, investigador y humano para la inversión futura, serán irreversibles. Por eso es dramático que los líderes europeos se cierren en banda ante cualquier atisbo de reforma que no sean las que ellos pregonan como representantes de los grandes capitales, cuyos negocios ayudan a gestionar ya sea en el ámbito público o en el privado a través de las puertas giratorias que tan bien funcionan bajo su mandato.

Alemania está cometiendo con Europa el mismo error que cometieron con ella los países europeos que la vencieron en la Primera guerra mundial. Entonces, se le impuso una política de reparaciones que creó el demonio que años más tarde incendió a todo el continente y ahora los alemanes se empeñan en imponer una política de austeridad que no solo es injusta y torpe sino que es imposible que pueda ser exitosa. De nuevo prenden fuego a Europa.

Los reclamos alemanes para que los demás países sigan reduciendo salarios y exporten cada vez más son sencillamente estúpidos. Es materialmente inviable que todos los países se especialicen de la misma forma y que todos puedan tener ventajas si se dedican a desarrollar la misma estrategia. Es un engaño porque oculta que así solo se benefician las grandes corporaciones exportadoras a costa de empobrecer a todo el mercado interno europeo. Y el empeño en reducir gastos públicos es paranoico porque lo que de verdad genera cada día más deuda son los intereses por culpa de un banco central europeo que no lo es.

Lo impresionante, sin embargo, es que no haya reacción potente de los gobiernos europeos de países que contemplan cómo esta estrategia hunde sus economías y destroza a sus sociedades. Incluso el de una gran potencia como Francia la asume sin apenas rechistar. España tiene peso suficiente en Europa como para forzar cambios, pero ni siquiera se intenta. Y así uno detrás de otro, pues no parece que al nuevo gobierno italiano se le vaya a dar mucha capacidad de maniobra.

Las imposiciones de Merkel y del capital alemán son ya mucho más que un empeño ideológico. No vale con recurrir otra vez al santo temor alemán a la inflación o a su concepto pecaminoso de deuda. Son sus políticas las que alientan un poder de mercado que arrasa con el poder adquisitivo de la inmensa mayoría de las familias europeas o quienes imponen un banco central que es la fuente real del incremento de los déficit y la deuda.

Lo que hay detrás de todo esto es la decisión de salvaguardar el poder financiero por encima de cualquier otra voluntad y la voluntad firme de saltarse a la torera las preferencias de los pueblos, y de obviar lo que dicen en las urnas. Pero vamos a dejarnos de disimulos. Eso lo hemos conocido en Europa y se llama dictadura.

Y esto, el mismo día que hemos sabido (tras la comunicación ayer, 28 de febrero, del Instituto Nacional de Estadística, lo siguiente:

«En el trimestre final de 2012 se produjo un relevo largamente anunciado: las rentas salariales se quedaron con el 44,24% del valor añadido generado por la economía española, mientras que los excedentes brutos de explotación —que incluyen los beneficios empresariales, pero también las rentas de los trabajadores autónomos, el dinero ahorrado por las compañías para invertir o los intereses generados por el capital—, llegaban al 46,16%. Los impuestos sobre la producción, con una cuota del 9,6%, completa está distribución del producto interior bruto (PIB).

El peso creciente del empleo autónomo frente al trabajo asalariado y la presión a la baja sobre los sueldos (en contraste con el alza de los beneficios empresariales) explican una tendencia que arrancó en los años noventa del siglo pasado. De hecho, el INE ya dio por hecho que el relevo se produjo a finales de 2011, aunque luego revisó los datos.

El desplome de la remuneración de los asalariados en los últimos meses (retroceden un 8,5% en el último año) se combina ahora con el avance de los excedentes empresariales (1,4% más) para dar el empujón final.»