Dios, decía Zenón de Citio…

Dios, decía Zenón de Citio, fluye a través de la materia como la miel a través de los panales. Si nos suponemos presos en el corredor de la vida, ¿de verdad vamos a seguir solicitando el aplazamiento de la sentencia? En la India, dos que se encuentran suelen decirse namasté: saludo a los dioses que hay en ti. A Sócrates, el del daimon inquieto e inquietante, esta forma de reconocerse no le hubiera sorprendido. Lo divino en cada uno de nosotros no remite a ninguna fantasmagoría ultraterrena: apunta al despliegue de nuestras posibilidades mejores, esas que ignoran aquellos que no se toman en serio su propia vida. La poesía –hubiera dicho Char interviniendo desde otra mesa en el café marsellés– es el mundo en su mejor lugar.