dirigismo

Un reproche que suele dirigirse al ecologismo es que pretende decir a la gente cómo tiene que vivir. “¡Estaría bueno que se les ocurra a estos pringaos imponerme cómo debo usar mi coche, o dónde he de pasar mis vacaciones!” Pero sucede que uno de los efectos (y defectos) peores del mundo de fantasía donde viven la mayoría de nuestros conciudadanos y conciudadanas (esa “economía de tierra plana” sin entropía ni límites biofísicos en la cual induce a creer, anestésicamente, la cultura dominante) es la equívoca idea de libertad que anida en tantas cabezas. Libertad no es hacer lo que me sale de los cojones: es construir mi autonomía, personal y colectiva, teniendo en cuenta el mundo concreto –social y natural– dentro del cual vivo. Si los otros existen, y si concedo cierto valor al valor “igualdad”, y si las sociedades industriales ya están en situación de extralimitación con respecto a la biosfera, libertad no puede significar lo mismo que para un capitán de empresa manchesteriano hacia 1820, o para un consumidor estadounidense hacia 1950… En fin, uno de los fragmentos del librito que ayer presenté en Enclave de Libros –Historias del señor W.—  dice:

Política energética/ política industrial/ política agraria/ política comercial/ política financiera:// somos/ los asesinos/ de nuestros hijos