discusiones entre vecinos resueltas con disparos

Me impresionó una de las noticias locales radiadas por televisiones, y aparecida también en algún diario, hace pocos días.

El pasado 11 de enero, en el inmueble del número 5 de la calle Llanza (en Puente de Vallecas, Madrid), una discusión vecinal acerca del arreglo del muelle de la puerta de entrada al edificio acabó con uno de los participantes echando mano de un rifle para herir de bala a otros dos. Un portavoz de la Jefatura Superior de Policía explicó que se trató de una “discusión entre vecinos” por “problemas entre familias” que se arrastraban de tiempo atrás.

Retengamos esto: los seres humanos somos simios supersociales que, por discusiones enquistadas en comunidades de vecinos, las cuales a veces dan lugar a rencores macerados en su propia salsa durante años, llegamos a los extremos del arma de fuego usada con intención de asesinar a aquel o aquella que vive en la puerta de al lado.

¿Por qué resulta importante retenerlo? Porque con demasiada frecuencia, desde la izquierda, nos abandonamos a fantasías ultrademocráticas de eliminación de todas las mediaciones legales e institucionales.

No puedo desarrollar más el asunto en este momento, pero tiene implicaciones enormes: acerca de la clase de democracia participativa que sería viable desarrollar, por ejemplo; o acerca de las reformas del inaceptable sistema monetario actual que deberíamos proponer. Sobre esto último, recuerdo la siguiente reflexión de Cornelius Castoriadis:

“Existe en el marxismo la idea absurda de que el mercado como tal, la mercancía como tal, ‘personifican’ la alienación; idea absurda, pues las relaciones entre los seres humanos, en una sociedad extendida, no pueden ser ‘personales’ como en una familia. Están y estarán siempre mediadas socialmente. En el marco de una economía, por poco desarrollada que sea esta mediación, se llama mercado (el intercambio).”[1]

Es un error de cierta izquierda –insistía Castoriadis– creer que todas las mediaciones impersonales deben abolirse. “No puede haber una sociedad compleja sin medios impersonales de intercambio. La moneda cumple esta función. (…) Que se le retire a la moneda una de sus funciones en las economías capitalista y precapitalista: la de instrumento de acumulación individual de riquezas y de adquisición de medios de producción, es una cosa. Pero en tanto unidad de valor y medio de intercambio, la moneda es una gran invención, una gran creación de la humanidad.”[2]

En una sociedad decente habría mucho más tiempo disponible para la participación política, y muchos más deseos de hacer cosas en común, colaborando con los demás. Pero incluso en tales condiciones óptimas, el tiempo para tomar decisiones seguiría siendo un recurso limitado, y la benevolencia hacia el compañero o la compañera de asamblea no sería infinita… A eso nos remite el lamentable incidente entre los vecinos de Puente de Vallecas (que por suerte se saldó solamente con dos heridos leves).


[1] Cornelius Castoriadis, Una sociedad a la deriva (entrevistas y debates), Katz, Buenos Aires 2006, p. 216.

[2] Op. cit., p. 224.