«ecofatiga»

Esa reacción de hastío y desdén frente al movimiento ecologista con la que topa uno tantas veces: “Ya sabemos que nos estamos cargando el planeta, no nos lo repitáis más…” Dejadnos disfrutar de nuestro sueño amniótico, no perturbéis nuestro querido autoengaño, y mirad que a menudo ni siquiera necesitamos autoengañarnos: ya sabemos que somos asesinos y suicidas, de veras que no queremos ser otra cosa…[1]



[1]Escribía yo: Acerca de las cuestiones ecológicas y ambientales, parece cundir el cansancio y un desengañado hastío entre la población –se habla de “ecofatiga”, lo que se manifiesta por ejemplo en la vigencia del estereotipo cultural del “ecologista coñazo” –, asunto que no deja de tener su punta de paradoja, pues la cultura que prevalece –la que se traduce en prácticas no discursivas– es abrumadoramente productivista. Sin duda esto tiene que ver con la generalizada banalización y mediatización de lo ecológico en una cultura donde las prácticas del marketing tienden a invadirlo todo, de manera que también los discursos de sostenibilidad –por lo demás, como hemos visto, a menudo divorciados de las prácticas– tienden a traducirse –muy reductivamente– a marketing verde.(Jorge Riechmann, Autoconstrucción, Libros de la Catarata, Madrid 2015, p. 116)