el complejo de sansón -un artículo de i. wallerstein

[Un artículo interesante, pero ojo con esa (falsa) idea de que «todo es posible»…

Y por otra parte, un debate que ya va siendo inaplazable: ¿no deberíamos cambiar esas coordenadas temporales de corto plazo/ mediano plazo por otras, más duras: estrategias para antes del colapso/ estrategias para después del colapso? Pues I.W. tiene razón cuando afirma «que el templo se desquebraja es una realidad que va más allá de nuestros  esfuerzos por sostenerlo, aun si lo intentáramos». Pero no está tan claro que podamos evitar la avalancha de rocas: quizá W. subestima la gravedad de los problemas no ya socioeconómicos, sino biofísicos a los que hacemos frente… Es decir, el tipo de crisis ecológico-social que es la nuestra.

Me escribe al respecto un amigo:   «¿No podríamos escribir [y actuar] como si, en efecto así es, estuviéramos ya en la catástrofe y lucháramos contra ella, abandonando el terreno de «lo que viene»? En decir, escribir y pensar desde el interior de la catástrofe, en tiempo real, tratando de poner en marcha colectivos de crisis que tuvieran como tarea: a) informar de lo que sucede; b) establecer un conjunto de objetivos mínimos de urgencia; y c) atender a las primeras víctimas que, en este caso, serían los escépticos (a la realidad de la catástrofe y a la posibilidad de nuestras soluciones)…»]

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El complejo de Sansón

 
Immanuel  Wallerstein
La Jornada
 
 
De la Biblia proviene la famosa  historia de Sansón, quien es un héroe. Hay muchas interpretaciones del  significado del cuento, donde Sansón, un israelita a quien Dios le otorgó  fuerza, derriba el templo de los enemigos filisteos (también muy fuertes),  muriendo en el proceso. Yo le doy el sentido de que un acto que parece  irracional (Sansón muere en el proceso) es a la vez heroico y bastante sensato,  porque resulta el modo (tal vez el único) de que el fuerte enemigo sea derrotado  y su pueblo se salve.

Parece que en los días que corren tenemos muchos Sansones putativos que  bloquean o buscan bloquear lo que consideran arreglos peligrosos con el  enemigo. Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, está diciendo que un mal  acuerdo es peor que no tener ninguno. Se refiere a lo que mira como un acuerdo  Estados Unidos-Rusia en torno a Siria y el posible acuerdo Estados Unidos-Irán.  En Colombia, el anterior presidente conservador está despotricando contra el  actual mandatario conservador por estar negociando con la organización  guerrillera conocida como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),  bajo los auspicios de Cuba y Brasil. Y, por supuesto, tenemos las masivas no negociaciones que ocurren en Estados  Unidos, en las que los miembros del Partido del Té en el Congreso estadunidense  están utilizando su fuerza para vetar cualquier arreglo con las fuerzas enemigas  que, para ellos, están encabezadas por el presidente Barack Obama y el Partido  Demócrata, con la colusión de otros a quienes consideran el enemigo interno –es  decir, esos republicanos que llaman a algún tipo de arreglo. No es  difícil demostrar que todos estos Sansones están tirando la casa no sólo sobre  el enemigo, sino sobre ellos mismos. Para ellos, sin embargo, aun cuando ello  sea cierto, es un asunto de sincronía. Lo tienen que hacer ahora, mientras  tienen todavía la fuerza para hacerlo. De otro modo el enemigo vencerá e  institucionalizará o mantendrá los males que ellos ven que se están  cometiendo. Esta clase de lucha ideológica, como se le llama, impermeable al así llamado  pragmatismo, no fue inventado en los últimos 10 o 20 años. Es tan antigua como  la socialización humana. Pero ahora asume una característica especial,  precisamente porque estamos en los espasmos agónicos de la crisis estructural de  nuestro sistema-mundo capitalista. En una crisis estructural podemos esperar que  habrá dos fenómenos masivos –una enorme confusión intelectual y, como  consecuencia, alocados vaivenes en los sentimientos, que a su vez conducen a más  locos vaivenes. Conforme hay más y más grupos listos para tirar el templo, aun cuando ellos  mismos resulten aplastados, la gente más confundida e incierta acerca de lo que  hay que hacer es el llamado establishment. Ya se fueron los días en que  podían maniobrar cínicamente y salirse con la suya. Ya no es cierto que  “plus ça change, plus c’est la même chose (mientras más se  cambie, más es la misma cosa)”, es decir, que ningún cambio aparente es real,  que son sólo cortinas nuevas en las ventanas, meros cambios en el  personal.

Así, ¿qué es lo que podemos hacer si buscamos un cambio verdadero, un tipo  diferente de sistema-mundo del que hemos vivido por lo menos los pasados 500  años? Lo primero que deberíamos hacer es no quedar atrapados en los debates y  locos vaivenes entre los Sansones y los del establishment. En realidad  no importa quién de ellos gane en el corto plazo. La segunda cosa que deberíamos hacer es no gastar toda nuestra energía  lamentando el hecho de que aquellos que quieren un cambio fundamental (algunas  veces llamados la izquierda mundial) no parecen estar unificados o claros en sus  objetivos, o comprometidos en organizarse con urgencia. El hecho es que ellos  mismos están atrapados en la confusión, por lo menos en este momento. Que el templo se desquebraja es una realidad que va más allá de nuestros  esfuerzos por sostenerlo, aun si lo intentáramos. Pero no necesitamos pararnos  debajo de la avalancha de rocas. Tenemos que intentar escapar de ésta. Debemos  tener la seguridad de que los miembros más poderosos del establishment están intentado hacer justo eso. Pero, ¿cómo nos escapamos y con qué fin? De nuevo, insisto en que es un sentido de la temporalidad: la diferencia entre el corto plazo (tres años o menos) y el mediano (los próximos 20 a 40 años). En el corto plazo la gente de todas partes (99 por ciento) está sufriendo.  Debemos luchar por minimizar su dolor, batalla que puede asumir múltiples  formas. Puede ser presionar por legislaciones inmediatas o decisiones ejecutivas  de las dependencias del Estado que ayuden de inmediato a los desposeídos o  evitar los daños futuros al ambiente, o salvaguardar los derechos de los pueblos  indígenas o de las llamadas minorías sociales.
Pero en el mediano plazo debemos aclarar la naturaleza de las estructuras que  esperamos institucionalizar si conseguimos inclinar la bifurcación en nuestro  favor. Debemos intentar entender no sólo los objetivos de mediano plazo de la  derecha mundial, sino la naturaleza de sus profundas divisiones internas.  La llamada izquierda mundial está también profundamente dividida. Debemos  trabajar para remontar esto. Nada es fácil en este tiempo de transición de un sistema-mundo a otro. Pero  todo es posible –posible pero lejos de ser una certeza.